miércoles, 8 de abril de 2020

DESDE LA AZOTEA


 En estos tiempos de “cuarentenario” y “coronaviresco“encierro, como la sierpe que abandona su escondiste de sombras, a todo dominicano le urge recibir el abrazo ardiente de los rayos del sol. Con tan saludable propósito, una mañana de estas me elevé hasta la altura de la azotea de mi casa, y una vez aquí, mi vista fue recreada por la imagen siempre impactante de nuestro histórico valle cibaeño; pero sobre todo, con la imagen imponente y señorial de dos pinos situados a escasos metros de mi doméstico refugio, como si se tratara de celosos guardianes, listos para enfrentar o repeler todo lo que implique peligros y amenazas para el entorno residencial.

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