sábado, 30 de marzo de 2019

FRANCISCO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL


Por: Domingo Caba Ramos.
                                                                                    Francisco Henríquez y Carvajal

FRANCISCO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL.-  ( Santo Domingo, 1859 – Santiago de Cuba, 1935) Ensayista, médico, abogado, maestro, esposo de la insigne poetisa Salomé Ureña, padre de los distinguidos escritores Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña y hermano del también poeta, maestro y escritor Federico Henríquez y Carvajal, se graduó de licenciado en Medicina en 1887 y cinco años después, 1891, obtuvo el título de doctor en Medicina y Cirugía en la Universidad de París, Francia, profesión a la que se dedicó a tiempo completo tan pronto regresó a su país. Como escritor, cultivó preferentemente el ensayo histórico.

En el ámbito de la creación literaria, apenas se le conoce un poema de elegíaco acento titulado Al pasar”, escrito el 2 de abril de 1897 en Puerto Plata con la dedicatoria “En recuerdo de mi inolvidable esposa” y publicado en la Revista Letras y Ciencias el 29 de mayo de 1897 en memoria de su esposa, la cual había fallecido un mes antes de haber sido compuesto. La pena, el dolor y el vacío existencial laceran el alma del poeta. Así se pone de manifiesto en cada uno de los versos que conforman la estructura del poema:

AL PASAR
  
“Ayer no más, cuando en afán perenne
de hallar a tus pulmones nuevo aliento,
en rápido bajel, arrebatados,
posamos nuestra planta en este suelo;

¡Cuán frescas brisas a bañar tu rostro
bajaron en tropel de la montaña!  

¡Cuál se ensanchaba el horizonte inmenso
a la esplendente luz de la mañana!

“¡Qué bien respiro” prorrumpiste en gozo;
y al brillar en tus ojos la esperanza,
yo abandoné mi religión de médico
y convertí a los cielos la mirada!

¡Qué bien respiras! Cuán puro y suave
es el ambiente de esta playa hermosa!
¡Cuál se derrama la vida en los espacios!
¡Cuánto es en bien Naturaleza pródiga!

Y el pájaro cantó desde el ramaje
mientras la flor sus pétalos abría;
y nuestros hijos en alegre coro
bulliciosos sus voces esparcían.

Y el mar y la ciudad y la montaña
y el pájaro y la flor y la arboleda
¡ay! nos hablaban de una dicha estable,
de vida y bienestar, de paz serena…

Mas ah! la noche del dolor, oscura,
inclemente borró toda esperanza,
y tu volaste, como alondra herida,
del maternal amor buscando el ala.

Que nada pudo detener el golpe
del infortunio, de la suerte fiera,
y tú caíste al insondable abismo
acariciada por la sombra eterna.

Hoy cuando vuelvo, peregrino, triste,
mi planta a detener sobre esta tierra,
en vano busco el natural encanto,
todo me anuncia funeral tristeza.

¡Tan pronto! — ¡Quién creyera!—Silenciosa
la calle; la casita, solitaria;
ni más se escucha el bullicioso coro,
ni tu presides la infantil velada

¡Más yo en mi angustia por doquier te llamo
y en la flor y en el mar y en la montaña
hallo un recuerdo que tu ser revive,
y oigo tu voz que me conmueve el alma!”


                                                                                          Salomé Ureña de Henríquez

Sin embargo, convendría someter estos  versos al escrutinio de la duda, para desentrañar la autenticidad del sentimiento que en su sentido profundo  dichos versos entrañan, por cuanto de su autor se afirma que no le brindó el amor y calor de que eran merecedora la insgne poetisa  , a la cual prácticamente abandonó, cuando decidió  ausentarse  y permacer  durante largos años en Francia, a donde fue a cursar su especialidad en Medicina. Y mientras este permaneció en Europa,  la maestra esposa tuvo que asumir sola  la crianza, educación y cuidado de los hijos y hacer frente a los momentos más angustiosos que trastornaron la paz del hogar, como la  enfermedad que afectó a su primogénito, Pedro Henríquez, el cual en dos ocasiones lo pusieron al borde la muerte. En tal virtud, habría que pregunatrse : ¿ Hasta dónde sintió el médico escritor  lo que dice en el poema?

 “Cuatro años de angustias para la madre educadora. Aquella mujer de ánimo fuerte y de voluntad superior, vaciló abatida por la ausencia del esposo ante la terrible idea de perder a uno de sus hijos”  Y tuvo también que enfrentar, sin la presencia de su compañero de vida, lo efectos mortales de  una Tuberculosis que en  definitiva  la llevó a la tumba el 6 de marzo de 1897. Solo hay que valorar que Henríquez y Carvajal regresa al país el 7 de febrero de 1897 cuando ya los vientos de la muerte acariciaban el rostro de la insigne maestra y poetisa. Así lo expresa  la tierna y  atormentada madre en su poema Angustia :

 ANGUSTIA
(A mi esposo ausente en Europa)

“ torna a morir el sol. Así pasando,
van de tu ausencia los terribles días,
en mi semblante pálido marcando,
la huela de profundas agonías

Torna a morir el sol. El hogar mío,
de arpegios infantiles está lleno,
pero rueda del párpado sombrío,
una reblede lágrima a mi seno.

`¿Podré, cuando regreses a mi lado,
rico de porvenir, rico de ciencia,
presentarte el tesoro inmaculado,
de este grupo de amor y de inocencia?

¡Yo no lo sé! Cuando la muerte lanza,
su aliento destructor sobre este suelo,
desfallece en mi pecho la esperanza,
y me finge el terror mi hogar en duelo.

Yo no he visto en los círculos de Dante,
más terrible ansiedad, más cruel angustia,
se rinde el corazón agonizante,
y el alma siento desolada y mustia.

¡Y tú sufres también! También los brazos,
extiendes a tu hogar con el deseo,
y luchas del deber entre los lazos,
cual otro encadenado Prometeo.

¿Por qué dejé que tan prolija ausencia,
así emprendieras en momento aciago,
sin me siento morir sin tu presencia,
si en todo miro aterrador amargo?

¿Si miramos los dos, lentas y frías,
entre dudas y afán pasar las horas,
sin que calmen futuras alegrías,
las nubes del pesar abrumadoras?

Imposible vivir así, llevando,
la angustia en el espíritu, la muerte,
imposible vivir agonizando,sin luz el mundo,
y la existencia inerte.

¡Acaba, llega!¡Que el hogar sin calma,
es de mis penas íntimas remedo,
que tiemblo por los hijos de mi alma,
que la vida sin ti me causa miedo!

(Diciembre 1888 )

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