Por: Domingo Caba Ramos
( A mi excondiscípulo y hermano, Lic. Eddy Samuel Álvarez)
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La lengua española, según el criterio feminista, es machista, sexista, discriminatoria y, por ser así, androcéntrica, porque a la vez que destaca el protagonismo masculino, infravalora, “invisibiliza”, excluye y oculta la presencia de la mujer. Porque a través de ella (la lengua) se incurre en sexismo lingüístico, toda vez que los hablantes utilizan expresiones que resultan discriminatorias por razones de sexo. De esa manera, al decir de las líderes feministas y demás defensores de la llamada “lengua con perspectiva de género” , se ha institucionalizado una forma de hablar y escribir que muy lejos de representar a las mujeres, las excluye del discurso y oculta sus aportaciones.
Consideran que se establece una relación de subordinación de la mujer al hombre o de lo femenino a lo masculino cuando este se emplea para referirse a los dos sexos ( masculino genérico ) Es lo que sucede en frases del tipo :
« El Estado dominicano presta poca atención a los maestros jubilados»
Ciertamente, el precedente enunciado , y en virtud del carácter no marcado del masculino, incluye también a las maestras jubiladas; pero las aguerridas representantes del ala ortodoxa y radical del movimiento feminista, posiblemente ripostarán alegando que no, que en él solo se alude a los maestros, no a las maestras. Y que por usos de esa naturaleza es que el masculino genérico le imprime al idioma español su sello de sexista y machista.
Se trata el anterior, vale precisar, de un planteamiento de cuyo contenido disentimos por considerarlo clasista , ideológico y carente por completo de fundamentación lingüística. Tampoco compartimos los diferentes postulados que sustentan el antisexismo o la campaña en pos del uso de una lengua española sexualmente igualitaria.
Para extinguir el valor genérico del masculino y liberar la lengua española de los usos sexistas o estereotipos discriminatorios que le atribuye el feminismo, este movimiento propone, entre otras recomendaciones, el uso de dobletes que se refieran a uno y otro sexo. Así, en lugar de « El Estado dominicano presta poca atención a los maestros jubilados», habría que escribir :
1. « El Estado dominicano presta poca atención a los maestros jubilados y a las maestras jubiladas»
2. « El Estado dominicano presta poca atención a los y las maestros y maestras jubilados y jubiladas»
¿Por qué razón?
Sencillamente porque si se dobla el género de los sustantivos núcleos de la frase, también hay que hacerlo con los artículos que a ellos se anteponen y con los adjetivos que los acompañan para calificar, limitar o precisar sus significados. De manera que si en “lengua sexista” se dice, por ejemplo:
1. «Esos ciudadanos dominicanos…»
2. « En el campamento había unos niños muy disciplinados…»
En legua no sexista o con perspectiva de género no solo bastaría escribir:
1. «Esos y esas ciudadanos y ciudadanas dominicanos…»
2. « En el campamento había unos y unas niños y niñas muy disciplinados…»
Para complacer a las persistentes defensoras del antisexismo y construir una frase despojada de todo ropaje machista, lo aceptable hubiera sido expresar:
1. «Esos y esas ciudadanos y ciudadanas dominicanos y dominicanas…»
2. « En el campamento había unos y unas niños y niñas muy disciplinados y disciplinadas…»
¿A qué conduce esa forma de hablar? ¿Cuáles son los resultados lingüísticos derivados de esa doble mención genérica?
Aludir a los dos sexos (todos y todas; bienvenidos y bienvenidas; ciudadanos y ciudadanas…) para sacar a la mujer de la supuesta “marginación discursiva”, constituye para la Real Academia Española (RAE) una “innecesaria costumbre” provocadora de “engorrosas” y, afirmo yo, tormentosas repeticiones que, indiscutiblemente, le restan fluidez y belleza a la expresión lingüística. Una práctica que conduce al uso de una construcción sintáctica pesada, monótona, oscura, farragosa, artificial y poco comunicativa.
Pero no solo eso.
El uso de la doble expresión genérica conduce a la violación de las reglas del idioma, especialmente de la concordancia, así como del principio de economía lingüística. Nótese, a propósito de esto último, lo antieconómica, cursi, ridícula y aburrida que resultaría cualquier construcción discursiva del tipo:
« Los banilejos y las banilejas son ciudadanos y ciudadanas emprendedores y emprendedoras»
Quizás por esa razón, el discurso antisexista, como intentaremos demostrar en la siguiente y última entrega , no se mantiene, se vacila en su empleo. Esa inconsistencia origina que en ocasiones se doblen los géneros solo en el sustantivo, pero no en el adjetivo que lo califica (“Compañeros y compañeras combativos”) o que el hablante utilice la misma palabra con distinción de género en un contexto, mientras que en otro solo emplea la forma masculina.
jueves, 1 de octubre de 2015
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