domingo, 4 de octubre de 2015

FAUSTO GERMOSÉN : MAESTRO Y MUNÍCIPE EJEMPLAR

 Por : Domingo Caba Ramos
                                                                        Profesor Fausto Germosén ( 1928 - 1995 )

 (Texto del panegírico leído por el autor en la misa de cuerpo presente celebrada en la iglesia San Rafael, de Tamboril, el 22 de mayo de 1995, con motivo de la muerte del profesor Fausto Germosén. Al cumplirse recientemente el vigésimo aniversario de tan sentido fallecimiento, nos permitimos reproducir y compartir el contenido de dicho texto con los amables lectores )

 «¡HASTA LUEGO MAESTRO!»

“La muerte no viene más de una vez, pero se deja sentir en todos los momentos de la vida”

 (La Bruyere)

 «Esta tarde nos hemos reunido en este apacible y sagrado templo, para despedir o dar el último adiós al amigo, al compañero de trabajo, al munícipe, al servidor de la iglesia y al profesor del municipio de Tamboril. Aquí estamos para despedir al maestro Fausto Germosén.

 En el mismo corazón de su patria chica, Tamboril, nació Fausto Guarionex Germosén, el día 20 de septiembre de 1928, en el seno de una familia que en el plano artístico siempre se ha distinguido por su natural y tradicional afición al arte musical.

 Cursó los estudios primarios e intermedios en la Escuela “Sergio Hernández” de su pueblo natal, en tanto que los secundarios los realizó en el Liceo Secundario “Ulises Francisco Espaillat” (UFE), de la ciudad de Santiago.

 El 30 de septiembre de 1950 obtuvo el título de bachiller en Ciencias Físicas y Matemáticas, y en 1966 se gradúa de Maestro de Primera Enseñanza en la Escuela Superior “Emilio Prud - Homme”, de Santiago.

 Becado por la Agencia para el Desarrollo (AID), viajó en 1963 a la isla hermana de Puerto Rico para participar de un curso de formación docente impartido en la Universidad de Río Piedras.

 Además del español, hablaba y escribía inglés, un idioma que logró aprender en el Instituto Cultural Domínico Americano y perfeccionar mediante la práctica y lectura constante.

 Su ingreso al servicio educativo se llevó a cabo el día 10 de marzo de 1952, fecha en que se le designó profesor de la Escuela “Sergio Hernández”, institución en la que se mantuvo activo por espacio de casi cuarenta años.

 Contribuyó de manera decidida en el proceso de fundación del Liceo Nocturno “Tamboril” (1972), de cuyo equipo docente formó parte hasta el mismo instante de su muerte, y también fue uno de los fundadores del Colegio “Adán Aguilar”, centro hacia el cual se disponía presentarse a impartir clases minutos antes de su fallecimiento.

 Su indiscutible capacidad, competencia y alto sentido de la responsabilidad fueron las cualidades que conformaron el sello característico de su fructífero y dilatado ejercicio magisterial.

 Casi nunca faltaba al trabajo. Casi nunca llegaba tarde. Nadie como él era tan puntual. Nadie como él era tan positivo y colaborador, no sólo con quienes fuimos sus compañeros de trabajo, sino también con sus alumnos a quienes fuera del horario oficial de clases solía ofrecer sus sabias orientaciones o sus oportunas explicaciones, siempre en forma gratuita.

 En lo personal fue un ser fuera de lo común.

 Jamás le escuché murmurar o pronunciar un solo calificativo en contra de persona alguna. Parece que las palabras labradoras o destructoras de imágenes ajenas, jamás pudieron encontrar espacio en el repertorio lingüístico del veterano educador tamborileño.

 Así, señoras y señores, era Fausto Germosén.

 Así, señoras y señores, tenemos que darlo a conocer en un medio en que se acostumbra a opacar las virtudes de los hombres para sólo ver fallas, errores y sombras en el comportamiento humano.

 Ya lo dijo el gran poeta y patriota cubano José Martí:

 “Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.” 

 Nosotros, Fausto, no queremos ser ingratos contigo. Y en tal virtud, preferimos ignorar las escasas sombras que talvez giraron alrededor de tu ser y en cambio destacar los rayos luminosos que bordearon tu existencia.

 Cuando supe de tu muerte, Fausto, a mis labios afloró la misma interrogante que pronunciara el brillante bardo nicaragüense Rubén Darío, cuando al enterarse de que José Martí, uno de los precursores del movimiento literario por aquel fundado había muerto en combate, preguntó casi en forma automática: “¿Maestro, que has hecho?”

 Cuando me enteré de tu muerte, Fausto, igualmente se me ocurrió preguntar: ¿Por qué, maestro, decidiste abandonar tan de repente este complejo pero agradable mundo de los mortales?

 Hasta ese momento estuve convencido de que en verdad existían muertes repentinas, quizás porque había olvidado las sentenciosas palabras de ese genio del verso español llamado Francisco Quevedo y Villegas y las cuales yacen resumidas en el siguiente cuestionamiento:

 “¿Cómo puede morirse de repente quien desde que nace ve que va corriendo la vida, y lleva consigo la muerte?”

 En este doloroso y triste momento, Fausto Germosén, nos encontramos aquí, no para decirte adiós, sino para expresar con solemne y esperanzador acento:

 Hasta Luego Maestro. Hasta luego Maestro, te dicen tus amigos, parientes y relacionados.

 Hasta luego Maestro, te dicen los profesores y alumnos del Liceo Nocturno “Tamboril”, de la Escuela “Sergio Hernández” y del Colegio “Adán Aguilar”.

 Hasta luego Maestro, te dice ese ejército de estudiantes que lograste formar durante tu larga carrera docente.

 Hasta luego Maestro, te dice el personal de la iglesia San Rafael, a la cual de manera desinteresada serviste por muchos años.

 Hasta luego Maestro, te dice el pueblo de Tamboril.

Que tus restos gocen del descanso eterno y sean siempre iluminados por las mismas luces con las que tú supiste alumbrar las mentes oscuras de tantas generaciones de niños, adolescentes, jóvenes y adultos.

 Inclinados reverentemente frente a tu cadáver, nos despedimos de ti con las mismas palabras utilizadas por Salomé Ureña para honrar la memoria del eximio pensador y educador puertorriqueño, Eugenio María de Hostos:

 “Te vas, pero germinará la simiente que dejas en el surco y los frutos del porvenir se fecundarán con las sabias de tus doctrinas pedagógicas. Adiós! Cuando en las horas tranquilas que te esperan bajo otro cielo, acuda a tu memoria un pensamiento de amargura en el cual palpite el nombre de mi patria, piensa también que hay en ella corazones amigos que te recuerdan y almas agradecidas que te bendicen”» 

 DOMINGO CABA RAMOS

Tamboril,Stgo
22/5/1995

 (Publicado en el diario La Información el 4 de junio del 1995)

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