Por : DOMINGO CABA RAMOS
En una
poética conceptualización titulada «La palabra», Pablo Neruda (1904-1973),
afamado poeta chileno y Premio Nobel de Literatura (1971), destaca en forma
genial el valor e importancia de la lengua española como instrumento de
comunicación en el mundo hispanoamericano a partir de su llegada a este el 12
de octubre de 1492. Pero en vez de referirse a la lengua que a las nuevas
tierras descubiertas trajeron los hombres que acompañaron a Colón en la llamada
hazaña colombina, Neruda, como buen poeta, prefiere hablar de “la palabra”. Y
así inicia su muy citado y constructivo texto:
«Todo lo que usted
quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan…»
A la luz de
la práctica comunicativa en la República Dominicana o maneras como se emplea la
palabra, especialmente en los medios de comunicación, ciertamente tuvo mucha
razón el autor de los Veinte poemas de
amor y una canción desesperada (1924).
Son las
palabras emitidas “las que suben y bajan…”. Las que suben y bajan la fe, la
esperanza y la autoestima de la gente.
Las que suben y bajan la reputación o imagen moral de la gente. Las que
suben y bajan el espíritu de superación de las personas. Las que suben y bajan
la motivación de la gente. Las que suben
y bajan el deseo de vivir de la gente. Las que suben a un mandatario al solio presidencial,
pero también las que lo bajan de allí…
Y continúa diciendo Neruda :«Todo está en la palabra…»
Así es. La
palabra es el motor que impulsa todo nuestro quehacer existencial. «Todo está
en la palabra …»: lo bueno y lo malo; lo positivo y lo negativo; el progreso y
el atraso; la verdad y la mentira; la noble intención y la intención perversa;
la alegría y la tristeza; la vida y la muerte; la guerra y la paz… En fin, la
existencia misma es una acto de palabra
Según el muy
citado y leído poeta, las palabras «Tienen sombra, transparencia, peso, plumas,
pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de
tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces…»
Y valdría preguntarse, ¿ cuáles son esas
palabras que al decir del bardo chileno poseen sombra?
Tienen
sombra, a mi decir, las palabras que difaman o injurian en vez de alabar; las
que ocultan en vez de manifestar; las que destruyen en vez de construir; las
que engañan en vez de transmitir la verdad; las que denigran, humillan o
laceran dignidades ajenas en vez de exaltarlas; las que unen en vez de dividir;
las que ofenden en vez de reconocer; las que enfrentan en vez de pacificar; las
que exacerban en vez de suavizar; las que debilitan en vez de robustecer; las que golpean en
vez de acariciar y las que murmuran o critican en vez de orientar.
Merced a lo antes
expresado, se infiere que en el uso cotidiano de la lengua lo ideal y pertinente
sería evitar las palabras preñadas de sombras y en su lugar emplear aquellas
pletóricas de transparencias; pues solo estas permiten estrechar las relaciones humanas y al mismo tiempo contribuir
al desenvolvimiento o desarrollo de un mundo cada vez mejor.
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