Por: Domingo Caba Ramos
El 5 de septiembre de 1967, la Universidad Nacional
de Ingeniería, Lima, Perú, realizó un acto excepcional que consistió en un diálogo
o interrogatorio público entre dos de los más encumbrados representantes de la
novela hispanoamericana: Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Dicho
diálogo perseguía revelar aspectos desconocidos de la creación novelística, de
la personalidad, de la experiencia privada, etc., de ambos escritores,
posteriormente galardonados con el Premio Nobel de Literatura. El contenido de
tan trascendente encuentro fue recogido en un texto con el título de La novela en América Latina:
Diálogo, y una versión bastante reducida de este, son las
preguntas y respuestas que a continuación se transcriben:
Vargas Llosa -: «A los escritores les ocurre algo que — me parece — no les ocurre jamás a los ingenieros y a los arquitectos. Muchas veces la gente se pregunta: ¿para qué sirven? La gente sabe para qué sirve un ingeniero, para qué sirve un arquitecto, para qué sirve un médico; pero cuando se trata de un escritor, la gente tiene dudas. Incluso la gente que piensa que sirve para algo, no sabe exactamente para qué. La primera pregunta que quiero hacerle yo a Gabriel es, precisamente sobre esto, que les aclare a ustedes el problema y me lo aclare a mí también, pues también tengo dudas al respecto: ¿Para qué crees que sirve tú como escritor?»
García Márquez -: «Yo tengo la impresión de que empecé a ser escritor cuando me di cuenta de que no servía para nada. Mi papá tenía una farmacia y, naturalmente, quería que yo fuera farmacéutico para que lo reemplazara. Yo tenía una vocación totalmente distinta: quería ser abogado, porque en las películas los abogados se llevaban las palmas en los juzgados defendiendo las causas perdidas. Sin embargo, ya en la universidad, me encontré con que tampoco iba a servir para abogado. Empecé a escribir los primeros cuentos y, en ese momento, no tenía noción de para qué servía escribir. Al principio me gustaba escribir porque me publicaban las cosas, y descubrí lo que después he declarado varias veces y que tiene mucho de cierto: escribo para que mis amigos me quieran más.
Pero después, analizando el oficio del escritor, pienso que la
literatura y, sobre todo, la novela, tiene una función, creo que una función
subversiva, en el sentido de que no conozco ninguna buena literatura que sirva
para exaltar valores establecidos. Siempre, en la buena literatura, encuentro
la tendencia a destruir lo establecido, lo ya impuesto, y a contribuir a la
creación de nuevas formas de vida, de nuevas sociedades, en fin, a mejorar la
vida de los hombres. Me resulta un poco difícil explicar esto, porque en realidad
yo funciono muy poco en la teoría. Es decir, no sé muy bien por qué pasan estas
cosas. Ahora, lo cierto es que el hecho de escribir obedece a una vocación
apremiante, que el que tiene la vocación de escribir tiene que escribir pues
solo así logra quitarse sus dolores de cabeza y su mala digestión»
Vargas Llosa - : «O sea, ¿que tú piensas que la literatura
es una actividad que, desde el punto de vista social, es eminentemente
subversiva?»
García Márquez - : «Creo que el escritor está siempre en
conflicto con la sociedad; más aún, tengo la impresión de que se escribe como
una forma de resolver es conflicto personal del escritor con su medio. Cuando
yo me siento a escribir un libro es porque interesa contar una buena historia.
Una historia que guste. Lo que sucede es que yo también tengo una formación
ideológica; creo que el escritor, todo escritor, tiene una formación
ideológica, y si esa formación es firme, y si el escritor es sincero en el
momento de contar su historia, esta posición ideológica se verá en su historia,
y es a partir de este momento que esa historia puede tener esa fuerza
subversiva de que hablo»
Vargas Llosa - : «Entonces, en ese caso, el factor
puramente racional no es preponderante en la creación literaria. ¿Qué otros
factores serían los preponderantes, qué elementos determinarían la calidad de
la obra literaria?
García Márquez - : « A mí lo único que me interesa en el
momento de escribir una historia es si la idea de esa historia pueda gustar al
lector y que yo esté totalmente de acuerdo con esa historia. Yo no podría
escribir una historia que no sea basada exclusivamente en experiencias
personales. Precisamente estoy ahora preparando la historia de un dictador
imaginario, es decir, la historia de un dictador que se supone es
latinoamericana, por el ambiente. Este dictador que tiene 182 años de edad, que
tiene tanto tiempo de estar en el poder que ya no recuerda cuándo llegó a él,
que no necesita mandar, está completamente solo en un enorme palacio, por cuyos
salones se pasean las vacas y se comen los retratos, los grandes óleos de los
arzobispados, etc. Entonces, lo que resulta curioso es que, de alguna manera,
esta historia está basada en experiencias personales. Es decir, son elaboraciones
poéticas de experiencias personales mías que me sirven para expresar lo que
quiero en este caso, que es la inmensa soledad del poder; y creo que para
expresar la soledad del poder no hay ningún arquetipo mejor que el del dictador
latinoamericano que es el gran monstruo mitológico de nuestra historia»
Vargas Llosa - : « Una cosa que a mí me sorprendió en tus
libros es el hecho de que casi todos los personajes de “Cien años de soledad”
tuvieron los mismos nombres y que todos estos nombres se repitieran. Los
hombres se llaman José Arcadio o Aureliano y las mujeres se llama Úrsula. ¿A
qué se debe esto? ¿Esto fue planeado o fue espontáneo?»
García Márquez - : « ¿Hay alguien aquí que no se llame
como su papá?
Vargas Llosa - : «Bueno,
yo te digo esto porque a mí me sorprendió mucho cuando tú me presentaste a tu
hermano menor, que también se llama Gabriel, como tú»
García Márquez - : « Mira, lo que sucede es que yo era el
mayor de doce hermanos, y que me fui de mi casa a los doce años, y volví cuando
estaba en la universidad. Nació entonces mi hermano, y mi madre decía: “Bueno,
al primer Gabriel lo perdimos, pero yo quiero tener un Gabriel en la casa…” Yo
podría seguir explicando indefinidamente todas las cosas que parecen
misteriosas y extraordinarias en “Cien años de soledad”, y que siempre tienen
una explicación totalmente realista, como que mi último hermano se llame
Gabriel, también»
García Márquez-: Cambiando bruscamente de nivel, quisiera hacerte una pregunta más personal, porque al hablar de la soledad, yo recordaba que es un tema constante en todos tus libros; incluso el último se llama Cien años de Soledad. En muchos reportajes que has respondido, he observado que te refieres siempre a un familiar tuyo que te contó muchas historias cuando era niño. Incluso, recuerdo un reportaje en que decías que la muerte de ese familiar, cuando tenía ocho años, fue el último acontecimiento importante de tu vida. Entonces tal vez sería interesante me dijeras en qué medida este personaje pudo haber servido de estímulo, pudo haber dado materiales para tus libros, es decir, ¿quién es este personaje?
García Márquez.: «Voy a dar una vuelta antes de
llegar a la respuesta. En realidad, no conozco a nadie que en cierta medida no se
sienta solo. Temo que esto sea metafísico y que sea reaccionario, y que parezca
todo lo contario de lo que yo soy, de lo que yo quiero ser en realidad, pero
creo que el hombre está completamente solo»
Vargas Llosa. : ¿ Tú crees que es
una característica del hombre?
García Márquez-: «Yo creo que es parte esencial de la naturaleza humana»
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