jueves, 11 de septiembre de 2025

ENTRE EL NIETO MAYOR DE MARÍA CRISTINA CAMILO Y YO


Por: Domingo Caba Ramos


De entrada, debo aclarar que los temas relacionados con el ámbito de la farándula no forman parte de mi centro de interés. Sin embargo, la dimensión educativa, artística y cultural que en vida tuvo, y hasta en la muerte tendrá, doña María Cristina Camilo, todo lo que a ella aluda, debe ser asunto de importancia para quienes directa o indirectamente hemos estado vinculado al mundo de la educación, la lengua, las letras y la cultura.
  Ante semejante contexto, proceder de manera indiferente no se correspondería con nuestra formación y oficio. Por esa razón, acerca de ella, hace cuatro años, publiqué un artículo. Y por igual razón, lo mismo hago esta vez.

El 15 de junio del 2021, la Asociación de Cronistas de Arte (ACROARTE) realizó su acostumbrado y anual acto de premiación en el cual se dieron a conocer los ganadores de los ya tradicionales Premios Soberanos. En esa ocasión, todo el país estaba a la expectativa, esperanzado en que el máximo galardón, el Gran Soberano, se le otorgaría, ¡por fin!, a la connotada, venerada y centenaria comunicadora, María Cristina Camilo (Maíta); pero para disgusto y frustración de muchos, no sucedió así. La ACROARTE prefirió conceder la más alta presea de su programa de reconocimientos a un joven cantautor de origen estadounidense, mientras que, con evidente propósito compensador, a doña María Cristina se le entregó una distinción (estatuilla) de muy inferior categoría.

Había que “rumiar” de alguna manera el enfado que tan inexplicable decisión generó en la conciencia colectiva, y fue entonces cuando a mí se me ocurrió escribir el artículo titulado «María Cristina: Una estatuilla, un insulto y una falta de respeto», publicado en este mismo diario en fecha 18/6/2021

Cuando el ingeniero José Danilo González, nieto mayor de la afamada locutora y actriz, leyó el artículo, en la misma fecha de su publicación me remitió una muy afectiva nota de gratitud, la cual, junto a mi respuesta, y por considerarlo de interés, me permito compartir, como homenaje póstumo a un ser grandioso, a una artista trascendente y a una comunicadora irrepetible.  A una locutora y actriz que, como bien lo afirma su amoroso nieto, supo desarrollar «Una carrera que continúa, a pesar de las arrugas que el tiempo dibuja en un rostro que sólo destila amor y agradecimiento…»

La nota del ingeniero González dice lo siguiente:

«Profesor Caba :

Permítame presentarme. Soy el Ing. José Danilo González Ortiz, nieto mayor de la Sra. María Cristina Camilo (Maíta). Resido desde hace cuarenta (40) años en Puerto Rico, y vine sólo a estar cerca de Maíta, en un momento que pensé iba (y así terminó siéndolo) a ser especial.

Leí el artículo que escribiera en el periódico Diario Libre, en referencia a mi amada abuela. Quiero agradecerle, en mi carácter individual de nieto, no con el ánimo de representar a mi familia, sus palabras objetivas, llenas de elogios merecidos hacia mi abuela. 

Lo sucedido en esta semana, por las razones que sean y que han pasado a un plano inferior, ha servido sin duda alguna para que tanto usted como la inmensa mayoría del pueblo dominicano le haya demostrado a mi abuela lo grande y soberana que es. 

Monumento nacional y ejemplo intachable para su familia, amigos, compañeros de trabajo y la propia historia. Una carrera que continúa, a pesar de las arrugas que el tiempo dibuja en un rostro que sólo destila amor y agradecimiento.

Quedo agradecido y a sus órdenes.

Ing. José Danilo González Ortiz»

Y un día después, 19/6/2021, yo le respondí lo que sigue:


«Gracias ingeniero, muchas gracias a usted por sus amables y sentidas palabras. Créame que si no escribo ese artículo, exploto. Mi madre, que ya hace veinticuatro años está en el cielo, me enseñó a admirar, seguir, respetar y querer a su abuela, a quien ella, mi madre, daba seguimiento, no solo en los programas de televisión, sino en las obras teatrales, a las cuales nosotros, sus hijos, teníamos que llevarla cuando Maíta se presentaba aquí, en Santiago de los Caballeros. Por eso me dolió en el alma lo que con su abuela se hizo. Yo, que por lo general no veo el desarrollo de esa larga ceremonia de premiación, esa noche, con una copa de vino servida, esperaba con emoción mi gran momento, el de la entrega del Gran Soberano a doña María Cristina.  

 

Pero cuando vi que en vez de a ella, el galardón se lo dieron a un joven cantante extranjero, las ganas de probar el vino se ausentaron como por encanto.   

 

Yo sé que en esta Era de los antivalores, los verdaderos valores poco importan, y que lo que no sirve, sirve; y lo que sirve, no sirve. Pero pensé que no se llegaría tan lejos. 

 

Siempre he creído, ingeniero, que cada institución social que nace debe cumplir un rol. Un rol cuyo desempeño debe siempre fundamentarse en la capacidad, buen juicio, objetividad, seriedad, responsabilidad, buena fe y sentido humano. De lo contrario, debería clausurarse, por cuanto su razón de ser, no tendría sentido.

 

A doña Maíta, dígale que la admiro y quiero mucho desde la distancia, y que, desde el cielo, mi adorada madre, doña Libra Ramos, la bendice y todavía la sigue. Y y que no hay más auténtico Gran Soberano que aquel que el pueblo dominicano, de manera soberana, acaba de poner espiritualmente en sus manos. 

 

Abrazos y saludos cordiales. 

 

Prof. Domingo Caba Ramos 

Santiago de los Caballeros 

 

 

sábado, 6 de septiembre de 2025

LA EXPRESIÓN DE DOBLE SENTIDO

Por : Domingo Caba Ramos

                                                                                          Juan Antonio Alix

En la expresión lingüística, el doble sentido siempre ha existido. Un verso, frase o palabra posee doble sentido cuando el mensaje que quiso expresar el emisor es interpretado de manera distinta por el lector, oyente o receptor. Por lo general, el doble sentido casi siempre alude a todo lo relacionado con el sexo o lo sexual, y según la construcción formal de la idea expresada, bien podría clasificarse en artístico y vulgar. Este último dice, esto es, alude a la realidad de manera directa, explícita o transparente. Ejemplos de este podemos encontrarlo en las letras de bachatas, merengues, reguetones y en los llamados cuentos «coloraos».

 El primero, el doble sentido artístico, sugiere, no dice, vale decir, expresa la realidad en forma indirecta, estética o metafórica, entrañando en todo momento un fino humorismo y una elegante picardía, como los versos que se transcriben a continuación, pertenecientes a nuestro folklor poético:

 «SI YO FUERA ZAPATICO»

 «Si yo fuera zapatico,
yo me calzara en tu pie,
y ahora tuviera viendo,
lo que zapatico ve»

 (Anónimo)

 Pero fue nuestro genial poeta popular, Juan Antonio Alix (1833 – 1918), quien con mayor salero, picardía, gracias y maestría cultivó este tipo de doble sentido, es decir, el artístico. Veamos una auténtica muestra:

 «Estando una vez Teresa,
subida en un algarrobo,
desde el tronco, un Juan Bobo,
le pregunta esta simpleza:
-Muchacha, ¿qué fruta es esa?,
y teresa que no quiso,
pasar por boba ante Juan,
le contesta al truchimán:¨
- ¿Tú has visto frutas sin rizo?,
- ¡Ay, ¡cómo no!, y la que Adán,
se comió en el paraíso»

 Pero ¡cuidado!

 No debe confundir ambigüedad con doble sentido. Cuando nuestra Gloria Juan Luis Guerra dice, por ejemplo: «Quisiera ser un pez/para tocar mi nariz en tu pecera…», en poética alusión al sexo oral, eso no es doble sentido, sino ambigüedad, que es el rasgo por excelencia del texto literario.

 Un texto es ambiguo cuando admite varias interpretaciones, esto es, cuando dos o más personas lo interpretan de maneras distintas. En el doble sentido, en cambio, y como nombre lo indica, solo intervienen dos sentidos: el sentido del emisor que expresa el mensaje y del receptor que lo interpreta de manera distinta.


 

 

 

 

 

jueves, 4 de septiembre de 2025

FALSAS CREENCIAS ACERCA DE LA FORMA DE HABLAR Y BAILAR MERENGUE DEL CAMPESINO DOMINICANO


Por : Domingo Caba Ramos

Con el título de «¿El merengue se bailó descalzo y con machete?» (Diario Libre,3/9/2025), acabo de leer un artículo escrito por el sociólogo y comunicador Juan Cruz Trifolio, el cual me pareció sumamente importante, tanto por su claridad expositiva como por la relevancia del tema tratado. Versa dicho trabajo periodístico acerca de la falsa idea que en nuestro país se tiene, y que falsamente se le ha transmitido al mundo, consistente en que el campesino dominicano baila o bailó nuestro merengue típico (“perico ripiao”) descalzo y con machete al cinto. Y yo les agregaría a estos atuendos: con pantalones remangados y sombreros de cana, los hombres; y con un voluminoso vestido multicolores y turbante o paño en la cabeza, las mujeres, que en nada representa el traje típico dominicano.

El texto del conocido comunicador atrapó mi atención, por cuanto alude a un fenómeno de la cultura dominicana que, por la distorsión que entraña su expresión, siempre ha despertado mi curiosidad e interés, y originado que, en contextos académicos, yo lo haya colocado con muchas frecuencias en la mesa de discusión. A tono con este decir, valoro los juicios de autores tan autorizados como Fadrique Lizardo y Rafael Solano, citados por Trifolio, quienes coinciden al señalar que "La representación gráfica para fines turísticos del campesino bailando el merengue, descalzo, con machete a la cintura y sombrero puesto, es falsa".

Y es falsa, reafirmo yo; porque como bien lo establecen dichos autores, según lo expone Cruz Trifolio, a mí me consta, por experiencias vividas, que realmente «Los campesinos cibaeños asistían a sus bailes dominicales de enramada…vestidos con sus mejores galas, las mujeres con zapatos de tacón bajo y los hombres con zapatos o alpargatas». Nunca, agrego yo, descalzos.  

Proyectar, entonces, la imagen de unos bailadores campesinos provistos de un “faldón” multicolor, descalza y un “turbante” de adorno en la cabeza (las damas), y un pantalón remangado, sombrero de cana y “colín “dentro de una baqueta y sujeto a la cintura (los caballeros) es presentarles a los turistas que nos visitan y a la actual y futuras generaciones de dominicanos, una imagen distorsionada de la identidad cultural del pueblo dominicano.

El merengue típico siempre ha tenido mayor cultivo y difusión en los campos del Cibao. Yo nací en las entrañas de un campo cibaeño perteneciente al municipio de Moca. Cuando niño me acercaba tímidamente a los locales adonde se tocaba “perico ripiao”. Y que yo recuerde, nunca, nunca vi a mis vecinos mayores proyectar, mientras bailaban, tal imagen gráfica. Ya un joven, participé en bailes típicos en otros pueblos del Cibao, e igualmente no recuerdo haber visto a ningún bailador con semejante perfil.

Vale aclarar que nuestros hombres del campo solo usaban sombreros de cana cuando realizaban sus faenas agrícolas, jamás en una fiesta. En las galas, el sombrero de tela era lo que primaba.  Lo mismo debo decir de la mujer campesina: el “turbante” o paño enrollado alrededor de la cabeza era utilizado fundamentalmente en el momento en que ella ejercía sus quehaceres domésticos. En las actividades formales de carácter públicos (bodas, fiestas, cumpleaños, etc.), el pelo de las damas se exhibía al descubierto e impecablemente acicalado.

Por último, y para desmontar la falsa imagen del colín o machete enganchado en la cintura del campesino bailador, bastante ilustradora es el juicio del afamado folklorista Fradique Lizardo, citado también por el articulista que nos ocupa:

"A todo el que iba a una fiesta lo desarmaban en la entrada del lugar a fin de evitar encontronazos o escenificación de hechos que pudiesen terminar en sangre. Al final, las armas eran devueltas a sus propietarios. Por eso, entre otras cosas, créanme que no entiendo para qué se representa, gráficamente, al campesino bailando merengue con un machete en la cintura…"

Y sobre lo expresado en el párrafo precitado, yo puedo dar fe, también por experiencias propias. Los bailes típicos en mi campo y en todos campos del Cibao eran muy intensos y efusivos. Las emociones, activadas por la ingesta de alcohol, se tornaban desbordantes y hasta cierto grado incontrolables, manifestación del ánimo que solían degenerar en sangrientos enfrentamientos.   Quizás por esto tuvo mucha razón el expresidente dominicano, Ulises Francisco Espaillat (1823-1878), cuando impulsado por su aristocrática visión del mundo, al decir de Emilio Rodríguez Demorizi, «pensaba que el merengue afectaba demasiado el sistema nervioso y que dejaba el achaque de no poder dominar la imaginación…» (Música y baile en Santo Domingo, 1971:136)

 Como medidas preventivas entonces se apelaba al recurso expuesto por Lizardo: desarmar a los hombres cuando ingresaban al lugar adonde el baile se celebraba, y devolverles las armas al final. ¿Qué significa esto? Sencillamente, que ningún hombre podía bailar con un “colín” embanquetado sujeto al cinto; pues mientras danzaba, su arma, blanca o de fuego, yacía celosamente guardada en un lugar hasta que este se marchara o la fiesta terminara.

¿Todos los campesinos dominicanos hablan con la /i/?

Cuando se habla de vocalización cibaeña en el contexto de las particularidades de lengua hablada en los pueblos del Cibao, se hace alusión a la pronunciación de las l -r como i en posición final de sílaba y de palabra (“doblai”, por doblar; “coimado”, por colmado; “caitera”, por cartera, etc.). Con este fenómeno fonético ocurre algo igual o parecido a lo que sucede con la imagen del bailador rural dominicano de épocas pasadas. Se tiene la falsa convicción de que todos los campesinos dominicanos hablan con la i. Por esa razón, cada vez que un humorista o actor representa a un habitante rural, lo hace empleando siempre las particularidades o formas expresivas propias de la lengua campesina cibaeña.

 En tal virtud, si al hablar alguien articula la /i/ en vez de la /l/ o la /r/, diciendo, por ejemplo; “voivei”, por volver, a su interlocutor se le escuchará de inmediato corregir: «Tú pareces del campo…» en lugar de: «Tú pareces cibaeño…», pues debe entenderse que la vocalización o hablar con la i es un rasgo fonético distintivo, no de una zona específica de la región cibaeña, sino de la región completa. Y que cuando uno de nuestros humoristas, cantantes, etc. imita la expresión campesina, articulando constantemente la /i/ en lugar de la /l/ o la /r/, no está reproduciendo el habla campesina dominicana, sino el habla campesina cibaeña. A tono con este planteo, el connotado lingüista, profesor y ensayista dominicano Carlisle González, plantea lo siguiente:

«Existe una creencia tradicional mediante la cual se considera como expresión campesina dominicana únicamente la variante dialectal cibaeña. Por lo menos, esa es la conducta que se aprecia en los medios de comunicación social, fundamentalmente, en la radio y la televisión, cuando un hablante (actor o actriz), (se dedica a imitar el habla campesina o representa a algún personaje campesino…» (El habla campesina dominicana, 1999: 2/3).

  E interesado en que quede clara la idea de que la variante dialectal del Cibao no representa el habla del campo dominicano en general, el doctor González, y exprofesor uasdiano, concluye indicando que:

«En resumen, para nosotros el habla campesina dominicana deberá comprender todas las manifestaciones lingüísticas que han usado y usan en su comunicación ordinaria todas las personas que han nacido y se han criado en las distintas zonas rurales de nuestro país» (ídem, 4)

(PUBLICADO EN DIARIO LIBRE EN FECHA 5/9/2025)

miércoles, 3 de septiembre de 2025

CARTA ABIERTA A UN QUERIDO Y ADMIRADO LADRÓN

Por: Domingo Caba Ramos

Mi querido y respetado ladrón:

 Si te resultas difícil aprovecharte de lo que no es tuyo, por favor, no cometas el error de robar poco: un puerco, un carro, una pasola, un pavo, o simplemente llevarte un salami de un supermercado. No, por favor, no lo hagas, pues además de los golpes que te pueda dar la Policía, corres el riesgo de que te tranquen en la cárcel y no haya forma de salir de ella. Además, te ficharán, te rechazarán socialmente y dirán que eres ladrón.

No, mi apreciado y admirado ladrón. Cuando de nuevo decidas robar, especialmente si se trata de bienes del Estado, trata de que sea dinero, y que la cantidad supere los mil millones de pesos. De esa manera, nadie se atreverá a golpearte, miles de dominicanos te alabarán y defenderán lo que hiciste, el Ministerio Público se acercará a ti, negociará contigo y tú solo tendrás que devolver PARTE de los millones robados.

Y si por casualidad te “meten preso”, tú puedes estar seguro de que a más de siete años no te condenarán. Al final, tú quedarás libre, vistiendo saco y corbata podrás desplazarte en tu yipeta último modelo, y todos seguirán llamándote «honorable». ¡Oh!, se me olvidaba. Si en el proceso puedes demostrar que eres cuñado, hermano, primo o pariente de algún expresidente de nuestro país, mucho mejor; más consideración y mayor respeto lograrás.

Finalmente, y como se dice ahora en la jerga juvenil: «Llévate de mí…», y me declaro siempre a tu orden.

 

domingo, 31 de agosto de 2025

EN TORNO A LA MUERTE DEL POETA HERNÁNDEZ FRANCO

 

En torno a la muerte del poeta Hernández Franco
Por: Domingo Caba Ramos.

 

EL 20 de julio del 2014 fue inaugurado en el municipio de Tamboril el mausoleo en donde descansarían, a partir de ahí, de manera definitiva, los restos del laureado poeta y escritor, nativo de esta comunidad, Tomás Hernández Franco, autor de uno de los poemas capitales de la literatura dominicana, Yelidá (1942). Nació el también cuentista y ensayista el 29 de abril de 1904, y falleció en la ciudad de Santo Domingo el 1 de septiembre de 1952.

 

Por considerarlo de interés, y en virtud de cumplirse próximamente el 73 aniversario de su muerte, nos permitimos reproducir la reseña del sepelio, publicada en el diario La Información, el interesante artículo que dos días después de la muerte del poeta escribiera en su honor Máximo Lovatón Pittaluga, así como los versos de elegíaco acento del afamado maestro y poeta, Ramón Emilio Jiménez. La Información reseñó el infausto y fúnebre acontecimiento como sigue :

 «El sepelio de Hernández Franco fue manifestación de duelo. La villa de Tamboril vistió crespones ayer en honor de su esclarecido hijo. 

 

El cadáver de don Tomás Rafael Hernández Franco, periodista, escritor, poeta y orador de gran relieve dentro y fuera del país, fue trasladado ayer mismo, desde “Ciudad Trujillo” hasta su hogar de la villa de Tamboril, en donde los despojos mortales fueron recibidos por deudos, familiares y amigos, constituyéndose la comunidad de Peña en profundo duelo para rendir póstumo homenaje a la memoria de quien fue, indudablemente, uno de los más conspicuos de sus munícipes, tanto desde el punto social, cultural y político.

En las primeras horas de la tarde se conglomeraron en Tamboril centenares de personas, tanto de la localidad como de Santiago, Moca, La Vega, “Ciudad Trujillo” y de otras ciudades y pueblos, de donde numerosas personas acudieron a testimoniar sus afectos al desaparecido y a su distinguida familia, dando así cálida expresión al profundo sentimiento de pena que se ha producido en todos los círculos intelectuales y sociales del país con tan irreparable pérdida.

A las cuatro de la tarde se inició el acto del sepelio, partiendo la extraordinaria comitiva fúnebre desde la casa mortuoria, en la calle “Presidente Trujillo” (hoy Real), hasta la iglesia San Rafael, en donde fueron oficiados solemnes funerales.

Desde la iglesia se inició de nuevo el desfile fúnebre por la misma calle, hasta el cementerio, en donde se llevó a cabo la inhumación. En el trayecto, la banda municipal de música de la villa ejecutó varias piezas fúnebres. Sobre la recién abierta tumba fueron depositadas ofrendas florales, exponentes todas del afecto familiar y amistoso que siempre supo conquistar el intelectual desaparecido.

Nuevamente hacemos votos por el descanso eterno del compañero ido, y reiteramos nuestros votos de condolencia a todos sus deudos, muy especialmente a su viuda, doña Amparo Tolentino, a su hijito Tomasito, a sus hermanos Marino, Rafael Tomás, Villón, Melba, Mirtha y Mary Cruz, su suegro don Vicente Tolentino Rojas y demás que en una u otra hayan sido afectados por tan infausto suceso»

 LA INFORMACIÓN 
2 de septiembre de 1952.

TOMÁS HERNÁNDEZ FRANCO : POSITIVO VALOR NACIONAL (*)

Por: Máximo Lovatón Pittaluga.

«Para escribir despidiendo de la vida terrena a quien fuera maestro fecundo y lúcido de la expresión, se necesitaría readquirir el estro, por la muerte perdido, de aquella sublime inspiración que ya no alienta.

No es posible pasadas apenas horas, la pérdida del genial inspirado hacia lo eterno, expresar en las formas escritas de las cuales fue artífice superior cuanto el alma quisiera manifestar en desbordados sentimientos para el amigo querido que era también el admirado exponente del arte literario.

Para hablar de Tomás Hernández Franco en vida, bastaba con la descripción de su excepcional talento, de su personalidad atrayente, intranquila, de bohemio y de señor, aristócrata de la expresión y el espíritu que cubriera con alegres alardes de aldeana sencillez. Pero hoy, para evocar no la figura, el impresionante recuerdo de un Tomás H. Franco, votiva de la vida que la muerte misma recibió sorprendida, imaginamos una ceremonia solemne en estrofas mayores, en cónclaves de elegidos a donde oficiaría Darío, Verlaine, y Bazil bajo el presidiun conmovido de Honorato Balzac.

Era Tomás Hernández Franco el múltiple talento dominicano que en todas las manifestaciones del arte o ensayos de la expresión apareció triunfal sin preocupaciones ni esfuerzos porque chispazos de genio había en su tranquila personalidad.

Era Tomás Hernández Franco, el dominicano que traspasó triunfal las fronteras literarias, la más genuina expresión del talento en los trópicos de Hispanoamérica. Es el cuentista que deleita, el orador tonante en la barricada política, festivo en la charla del culto salón, de austera expresión, de seriedad en el Ateneo, la más ática y fácil de las plumas que militaron en el periodismo dominicano por espacio de más de 25 años y el mismo que nos sorprende y provoca desconcertante admiración con YELIDA, su maravilloso poema en versos, gloria verdadera de las letras nacionales, escasamente conocido en este nuestro medio a donde impera el sórdido materialismo, injusto a veces con nuestros positivos valores. Yelidá sólo consagra el nombre de Hernández Franco entre los grandes poetas de América» (septiembre, 3/1952)

(*) -    Reproducido en mi otrora columna del diario La Información el 26 de abril de 1989

A TOMAS HERNÁNDEZ FRANCO. (Soneto)
Por: Ramón Emilio Jiménez

«Luces de ingenio, en ocasión geniales,
fueron en él aliento vigoroso,
poesía, inquietud, todo a raudales,
bondad, locura, sueño, todo hermoso.

Brilló en la prensa, defendió ideales,
con actitud viril y ánimo airoso,
lo saludaron músicas triunfales,
y todo le sobró, menos reposo.

Reposo espiritual para ser fuerte,
serenidad de que se halló vacía,
su joven alma por extraña suerte.

Honda fiebre de mundo le absorbía,
y vivió en esa fiebre hasta que un día,
halló serenidad, pero en la muerte»

(PUBLICADO EN DIARIO LIBRE 21/8/2025)

JUAN RINCÓN, LA MUERTE DEL CANALES, LOS IMPUTADOS ANTIPULPOS Y LA JUSTICIA DE SANTO DOMINGO


«¿Quiénes son los justos y quiénes los injustos? Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?»

Eduardo Galeano

Por: Domingo Caba Ramos.

La historia de Juan Rincón aparece magistralmente relatada por el eximio escritor tradicionalista, César Nicolás Penson (1855 – 1901), en “La muerte del padre Canales”, una de las diez tradiciones que conforman su emblemática obra Cosas añejas (1891). Constituye dicho relato el más fiel retrato de las debilidades ético - morales que históricamente han afectado al sistema judicial de la República Dominicana. Y revela la magistral y muy aleccionadora narración que la justicia dominicana siempre ha sido la misma: la piedra angular o el brazo poderoso que ha servido de soporte al régimen de impunidad que durante los últimos años tanto se ha criticado y combatido.

El protagonista de la historia es Juan Rincón, un matón compulsivo, especialista en asesinar mujeres; pero que, debido al peso de un tío socialmente influyente, casi siempre lograba evadir la justicia o quedar libre del castigo de la ley. Descrito por el narrador como “un ente raro”, “un monstruo” que “acaso padeció lo que llama manía de sangre”, y cuyo origen arrancaba “de familias muy distinguidas, las primeras de esta capital…”, Juan Rincón asesinó a su primera esposa encinta; pero «Esta primera hazaña quedó impune, merced acaso a lo distinguido de su familia y a las influencias que hizo o no hizo valer en su favor su tío el Deán… Ya antes dizque había metido a una hija suya en un sótano»

Después de cometer estos hechos, pudo libremente huir hacia Puerto Rico, país donde no tardó en contraer nupcias por segunda vez. Con la nueva esposa, una noche sostuvo una discusión, y la amenazó con hacerle lo mismo que a la primera. La mujer procedió “a denunciar al lobo”. Las autoridades boricuas entran en acción, y Juan Rincón es apresado y despachado a su patria; pero al llegar aquí, lo dejaron libre, “¿cómo no?, por respetos de su tío el Deán”.

 Y una vez aquí, su insaciable sed de sangre lo impulsó a elaborar una lista con los nombres de las personas (treinta en total), a las que habría de matar en el futuro, encabezada por el padre Juan José Canales, el cual, antes de ser sacerdote, había ejercido como abogado contrario a los intereses del matón. El crimen contra el sacerdote se perpetró como estaba planificado y Juan Rincón, ¡por fin!, es sometido a la justicia. Cuando el juez del crimen le preguntó al prevenido:

 «— ¿Quién mató al padre Canales?», acto seguido el monstruo asesino, impasible y con tono fiero respondió:

« —¡La justicia de Santo Domingo!»

 Sorprendido el magistrado, procedió, esta vez con voz severa, a preguntarle de nuevo al imputado:

«— Conteste usted, con respeto a la justicia, ¿quién mató al padre Canales?»

 «— He dicho - insistió el asesino - que la justicia de Santo Domingo, porque si cuando yo, agregó con tono sentencioso e insolente, maté a mi primera mujer embarazada, me hubieran quitado la vida, no habría podido matar al padre Canales»

Merced a tan contundente respuesta, el narrador introduce una crítica reflexión que no podía ser más aleccionadora en un momento, como el actual , en el que la justicia dominicana adolece de las mismas fallas y debilidades que la justicia de los tiempos de Juan Rincón:

«Jamás inculpación más grave ni más sangrienta se arrojó a la faz de los hombres de la ley. Era un cargo que contra sí Rincón hacía, pero con el fin de apostrofar a la justicia humana por su culpable lenidad dejando impune un crimen atroz por atender a mezquinas consideraciones sociales y a influencias malsanas de valedores poderosos, que lograron hacer irrisoriamente nula la acción de la ley. ¡Lección tremenda para quienes pierden el respeto a esta y a la sociedad, vulnerando los fueros de la una y burlando a la otra para burlar a entrambas, haciéndose realmente con semejante lenidad más criminales que el criminal que pretenden sustraer a la acción reparadora de la justicia!»

 En pocas palabras, ese es el contenido profundo del precitado e histórico texto, de nuestro afamado tradicionalista y fundador del primer diario dominicano: «El Telegrama». Una historia, que como ya se expuso al principio del presente trabajo, nos presenta la más fiel radiografía del sistema judicial dominicano durante la segunda mitad del siglo XIX. Un sistema de justicia que muy poco o nada ha cambiado a pesar del largo tiempo transcurrido, y que a todas luces semeja ser el mismo o bastante parecido al que hoy rige en la República Dominicana. El mismo que, por insuficiencia de pruebas, declaró recientemente “no culpables” a trece (13) de los veintiún (21) imputados en el caso de corrupción Antipulpo.

El mismo sistema, en fin, en el que tres juezas condenaron al principal acusado del ya referido caso, a solo a siete años de prisión, a pesar de haber incurrido en delitos tan graves, tales como soborno, tráfico de influencias, uso de documentos falsos, desfalco, lavado de activos y asociación de malhechores, delitos que según el tribunal le generaron ingresos superiores a los cuatro mil millones de pesos.

¿Qué pasará entonces – se pregunta el pueblo – con los demás expedientes marítimos (Coral, ¿Medusa, Caracol…) pendientes de sentencias definitivas?

Y yo respondo, no sé si de manera pesimista o realista: exactamente lo mismo que ha ocurrido con la sentencia acerca del caso antipulpo.

Visto el resultado de este decepcionante o mal valorado dictamen, estoy muy convencido de que cuando en los tribunales de la  República Dominicana se conozca un nuevo caso de corrupción, cuando el juez de crimen pregunte al imputado: «¿Quién desfalcó al Estado dominicano?, la respuesta de este no se hará esperar:

«— ¡La justicia de Santo Domingo, señor magistrado!, porque si los primeros dominicanos que sustrajeron fondos públicos hubieran sido debidamente sancionados, hoy yo no habría podido robarle ni un solo centavo al Estado»

(Publicado en Diario Libre en fecha 21/8/2025)

sábado, 16 de agosto de 2025

LA HISTORIA OCURRIÓ ASÍ...

Por : Domingo Caba Ramos



a)     El 27 de febrero de 1844 – Se proclama, no se logra, la Independencia Nacional; pero los haitianos no se dan por vencidos, pues entienden que el dominio que de esta parte de la isla habían logrado durante veintidós años, de ningún modo podían perderlo.

  Por lo antes dicho, los haitianos se van a su país, organizan su poderoso ejército y con bélicas intenciones regresan a la proclamada República Dominicana, iniciándose así las llamadas guerras de independencia.

 Esas guerras, la primera de las cuales fue la del 19 de marzo de 1844, duraron doce largos años, es decir, no fue hasta el 24 de enero de 1856 cuando logramos quedar libre del ataque haitiano con el estadillo de la célebre batalla de Sabana Larga, última guerra sostenida entre haitianos y dominicanos y cuyo héroe fue el general santiaguero Juan Luis Franco Bidó.

 Cinco años después de la última guerra de independencia, el 18 de marzo de 1861, al presidente Pedro Santana se le ocurre anexar nuestra patria a España, pues entendía que solo bajo la protección de una nación poderosa podíamos evitar que el pueblo haitiano nos invadiera de nuevo.

  El 2 de mayo de 1861 se produce en Moca la primera rebelión con las armas en las manos en contra de la anexión a la España. José Contreras, Cayetano Germosén, José Inocencio Reyes y José Mará Rodríguez se cuentan entre los protagonistas de esta heroica gesta.

 El 16 de agosto de 1863 un grupo de catorce hombres bajo el mando de Santiago Rodríguez decidieron, en el cerro de Capotillo (Dajabón) bajar la bandera española e izar la dominicana, iniciándose así las llamadas guerras de Restauración. Estas guerras duraron dos años (hasta 1865), las fuerzas nacionales resultaron triunfantes y los últimos soldados españoles abandonaron el país en febrero de 1866.

 FOTO : General Santiago Rodríguez

 

BREVE SEMBLANZA DE UNA MAESTRA EJEMPLAR


(Con motivo del 115 aniversario de su nacimiento)
Por: Domingo Caba Ramos.


(Discurso pronunciado por el autor en el salón de actos de la otrora Escuela Normal "Luis Núñez Molina", el día 13 de abril del 1988, en el acto - homenaje organizado por la Asociación Dominicana de Profesores, filial Santiago de los Caballeros)

 «El magisterio de la provincia de Santiago y lugares vecinos se cubre de glorias en este día memorable al rendir homenaje póstumo a una maestra que con su noble ejemplo, abnegada consagración e intensa vocación pedagógica, supo prestigiar la labor docente durante más de medio siglo y poner en alto el nombre de la escuela dominicana. Nos referimos a la profesora Ramona Herminia Pérez Vda. Pimentel (doña Mamina) 

 Nació esta distinguida educadora en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, el día 15 de agosto de 1910. Fueron sus padres don José Pérez Marte y doña Olimpia Gutiérrez. Cursó sus estudios primarios e intermedios en la Escuela Graduada República de Uruguay y en el Colegio Méjico, mientras que sus estudios secundarios los realizó en la Escuela Normal de Santiago. Entre sus primeros profesores merecen citarse a Angélica Pepín de Félix, Juanita Infante, Ricardo Ramírez, Rafaela Santaella, Rafael Reinoso, Ercilia Pepín y  Joaquín Balaguer.

 Se inicia como maestra en la Escuela República de Uruguay cuando apenas tenía dieciocho años de edad, esto es, el día 10 de febrero de 1928. El éxito alcanzado por doña Mamina en este centro escolar le mereció la designación de directora del mismo el 26 de octubre de 1946.

 En el año 1930 contrae matrimonio con el joven Manuel Antonio Pimentel Vargas, con quien llegó a procrear un solo hijo: Orlando Antonio Pimentel Pérez, muerto a destiempo en plena juventud.

 Su actividad en la Escuela República de Uruguay se extiende hasta el año 1950. Ese mismo año, específicamente el día 1 de octubre, es nombrada maestra en la Escuela Normal Rural “Pedro Molina”, de Licey al Medio, Santiago, conocida hoy día como Escuela Normal “Luis Napoleón Núñez Molina”. Junto a ella fueron también nombrados los profesores Héctor M. Tejada, Luis Núñez Molina y el destacado músico  Andrés Apolinar Bueno.

 Al admitir el nuevo cargo, logró muy pronto captar el cariño y respeto de los estudiantes y poner de manifiesto una vez más su gran competencia académica y pedagógica.

 En la Escuela “Núñez Molina” ocupó casi todos los cargos: maestra, encargada de prácticas escolares, subdirectora y directora administrativa. Como maestra, puede afirmarse sin temor a exagerar, que llegó a impartir la mayor parte de las asignaturas que integran el plan de estudios de las escuelas normales.

 En 1954 fue enviada por la Secretaria de Estado de Educación a participar en los cursos  «Mejoramiento del Hogar» y «Extensión Agrícola», impartidos en la Universidad de Río Piedras, Puerto Rico, y en 1963 viajó nuevamente a la vecina isla a recibir un curso de formación docente organizado por el Instituto de Pedagogía de la antes citada universidad.

 En enero de 1975 es designada directora administrativa de la Escuela Normal “Luis Napoleón Núñez Molina”, y tres años después, subdirectora de este mismo centro docente. Su fructífera y extensa labor pedagógica la hicieron acreedora de importantes y merecidos reconocimientos:

 En 1975 es condecorada por su antiguo maestro y presidente de la República, doctor Joaquín Balaguer, con la orden de Duarte, Sánchez y Mella, bajo el grado de Caballero.

 El 15 de marzo de 1983 la Secretaría de Educación le tributa un acto de homenaje en el Auditorio de Bellas Artes con motivo de haber cumplido cincuenta y cinco ( 55 ) años en el servicio educativo.

 En noviembre de 1984 es reconocida  por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA). Al año siguiente, el honorable Ayuntamiento de Licey al Medio la declara «Hija Adoptiva» de este municipio. En este mismo año, la Alianza Cibaeña le otorga el Premio Eugenio Deschamps. También el Círculo Paracelso de Santiago le concede el Premio Anual Paracelso, y finalmente el programa el Gordo de la Semana premia su loable trabajo magisterial otorgándole El Gordo del Año. 

Víctima de un derrame cerebral murió en la misma tierra que la vio nacer el día 22 de octubre de 1987. «Con su muerte - escribí para la ocasión en las páginas del Listín Diario y La Información - “La escuela dominicana perdió a una de sus más fieles y leales exponentes de los últimos tiempos”. Esta vez debo agregar a esas palabras: con la muerte de doña Mamina el magisterio nacional perdió a una ejemplar maestra, mientras que la Escuela Normal “Luis Napoleón Núñez Molina” perdió a una madre, a una orientadora y, lo que es más importante, a su símbolo viviente; porque en eso se convirtió aquí esta insigne educadora : en todo un símbolo.

 Hablar de la escuela “Luis Napoleón Núñez Molina” es tener que referirse obligatoriamente a la profesora Herminia Pérez, de la misma manera que al referirnos a esta, es tener que evocar necesariamente la imagen de aquella. Institución y maestra llegaron a formar, pues, un todo inseparable.

 Doña Mamina fue mentora y madre espiritual de múltiples generaciones de maestros, la última de las cuales se investía justamente el día en que sufrió la crisis que la llevaría más tarde a la tumba. Fue doña Herminia una verdadera Maestra de maestros, o como dijera alguien: “una maestra con mayúscula”. El hecho mismo de permanecer durante cincuenta y nueve años en plena actividad docente así lo confirma.

Esta mujer de finos modales y delicadas expresión puso toda su vida al servicio de la educación dominicana, constituyendo el ejercicio docente la razón de su existencia. Su labor pedagógica jamás estuvo enmarcada en un espacio o tiempo determinado. Ella enseñó en todo momento: en el patio, en la calle, en el hogar y en el salón de clases; y como bien lo había postulado la poetisa y educadora chilena Gabriela Mistral, doña Mamina enseñó «con la actitud, el gesto y la palabra»

 Su máxima aspiración fue ejercer siempre el magisterio, a cuyo seno ingresó cuando apenas era una jovencita y del cual solo la muerte pudo separarla. Jamás dio señales del más mínimo síntoma de agotamiento, y en más de una oportunidad rechazó la jubilación que con sobrados derechos le correspondía. Ella, por estas razones, y valiéndose de las palabras de su maestra Ercilia Pepín, pudo haber manifestado con toda propiedad : «Hice de la escuela un taller, y en ella mi cabeza se cubrió muy pronto de nieve, y la luz de mis ojos languidece rápidamente, sin que mi alma haya dado hasta hoy ni remotas señales de cansancio» 

 Doña Mamina se entregó tan de lleno a la escuela que puede decirse que murió con la tiza y el borrador en las manos. Es por ello que el magisterio nacional y particularmente sus alumnos en la Escuela Normal Luis Núñez Molina tenemos que recordar a esta digna educadora con mucho cariño, orgullo y respeto.

 El maestro dominicano ha sido históricamente el gran olvidado, el gran marginado. En virtud de esta realidad debemos pues hacer todo lo posible por perpetuar la memoria de doña Herminia y evitar que su nombre sea sepultado por la indiferencia pública en el nicho del olvido. Que ante sus restos, como sucedió con Ercilia Pepín, ningún poeta tenga que decir: «Hela ahí, vencida por la muerte, olvidada por sus discípulos, traicionada por sus amigos»

 De ahí el gran significado que entraña el homenaje de admiración y respeto que en el día de hoy le rinde la Asociación Dominicana de Profesores (ADP). Pero no basta eso solamente. Para honrar en su justa dimensión la memoria de esta noble mujer, se hace necesario que sus alumnos y todos los maestros dominicanos imitemos su ejemplo y tratemos de poner en práctica sus enseñanzas.

 Se hace necesario, finalmente, que las autoridades educativas y la dirigencia del gremio magisterial  coordinen actividades con miras a conseguir que una de las escuelas pertenecientes a la provincia de Santiago, y de manera especial al municipio de Licey, lleve el nombre de doña Mamina, como manera imperecedera de honrar su memoria, y que sirva de testimonio para que las futuras generaciones se enteren que existió una vez una consagrada maestra que se entregó en cuerpo y alma y lo dio todo por el bien de la educación dominicana, y que esa maestra se llamó: Ramona Herminia Pérez Vda. Pimentel.

 En una ocasión le escuché decir a alguien cuyo nombre no aflora a mi memoria, que el maestro es como la luz de una vela que de tanto alumbrar se apaga. Hemos querido articular esta idea con la muerte de doña Mamina para concluir esta semblanza afirmando con acento sentencioso:

 La vela se apagó, pero la luz sigue encendida : Mamina será Maestra toda la vida»

Muchas Gracias 

Notas al margen : Para mí fue de gran honra y regocijo el que la ADP, Santiago, me seleccionara o solicitara mis servicios para hablar de la vida y obra de un ser a quien tanto admiré, tanto respeto me mereció y tantos afectos le tuve. Y mayor fue mi alegría cuando años después de mis palabras me enteré de que a uno de los principales centros educativos de la ciudad de Santiago de los Caballeros lo habían designado con el nombre de HERMINIA PÉREZ.

 

viernes, 1 de agosto de 2025

A MI HIJA NICOL MARÍA

(Con motivo de su cumpleaños)

Por : Domingo Caba Ramos



«Ella es carne de mi vida / flor de mi pensamiento / cemento de mi alma»

(Domingo Moreno Jiménez)

Del “Poema a la hija reintegrada”)

Mi adorado Manojito:

 Desde que naciste, así siempre te he llamado. Y así siempre te llamaré. Porque así siempre te concebiré. Aunque hoy esté más grande que ayer. Más mujercita que ayer. Más «Manojito» que ayer. Pero tan bella y tierna como ayer.

Un día como hoy, 1 de agosto, hace ya doce años, decidiste integrarte a este complejo; pero deseado mundo de los vivos. Un mundo, mi niña, en el que abundan las luces y las sombras, lo bueno y lo malo, las flores y las espinas, los golpes y las caricias. En fin, un mundo en cuyos caminos encontrarás muchas oportunidades que en el futuro sé habrás de aprovechar, y de dificultades que muy seguro estoy que habrás de enfrentar y vencer. Toda la vida tú serás mi Pequeño Manojito de Ternura.

Un día como hoy, mi Nicol, llegaste a imprimirle sentido a mi vida y a iluminar con tu dulce presencia los senderos de mi existencia.

No puedo olvidar, sin que la alegría invada todo mi ser, el momento justo en que se me informó sobre tu nacimiento: «Ya nació, esta es la tuya…» - se le escuchó decir, en la sala de parto, llena de emoción, a tu tía Gina o querida Princesa, como tú amorosamente la llamas.

No supe qué hacer. Por un momento quedé en el limbo. Una gruesa lágrima rodó por mi cuerpo, las piernas me temblaron y, sin pensarlo dos veces, tuve que sentarme. Fue entonces cuando recordé los versos del poeta (Moreno Jimenes), y con estos ordené, con fuerza, pero en silencio:

«Tibien la leche terciada con agua,
 para si mi chiquitina despierta.
Cuídenmela, hasta que se vuelva esperma,
como capullo inmortal el cuidado.
Ella es carne de mi vida,
 flor de mi pensamiento,
 cemento de mi alma.»

Y ahora que tan grande y hermosa te veo, tampoco se apartan de la pantalla de mi mente paterna los versos de la popular canción «Chiquita mía»:

«Que hermoso el milagro de verte crecer,
y  disfrutar tus tiernas travesuras,
y cuidar con amor de tu indefenso ser,
Pequeño Manojito de Ternura…»

Ni tampoco las muy paternales letras de la canción «Luisa María», la que de haber sido yo el autor, la hubiera titulado «Nicol María» :

«Luisa maría ahora, se vuelve mujer,
se vuelve más hermosa  que el atardecer,
ha cumplido otro año,
va subiendo el peldaño,
que la hará florecer…»

 Al cumplir un año más de vida, mi Manojito querido, tu todavía rostro de niña comienza a ser acariciado por los impetuosos vientos de la adolescencia y a distanciarse poco a poco del mundo casi mágico de la niñez. Y al cumplir un nuevo año, oportuna es la ocasión para repetirte lo mucho que te quiero y cuan orgulloso me siento de ti. Por lo amorosa, decorosa, tierna, respetuosa y estudiosa que eres.

Espero que así siempre seas. Que como lo hiciste durante el año escolar que hace poco terminó, de nuevo resulte mensualmente distinguida como la mejor estudiante de tu curso. Que como bien le comunicaste a tu mami, superes a tu papi en el número de reconocimientos recibidos.  Para alegría y orgullo de tu padre, de tu madre, de tu hermana, de tus tíos y primos y de todos los que te queremos. Es la mejor forma de ser siempre honrada, bella y elegante.

Sí, mi hijita del alma. Dije bella y elegante, pues con las palabras del poeta y patriota cubano José Martí, a ti debo decirte que la grande y verdadera elegancia de una niña o mujer no está en el costo ni en la elegancia del vestido, sino «en la altivez y fortaleza del alma».

Que «Un alma honrada, inteligente y libre –le dice el poeta a su también adorada hija y niña María Montilla - da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas…».

Que «Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz…»

Ojalá que las sabias palabras de Martí siempre las tengas presentes y guíen tu conducta hoy, mañana y siempre. Para que siempre sea una niña, una joven y una mujer honrada, bella y elegante.

Por ahora, solo me resta felicitarte y repetirte sin descanso lo mucho que te quiero.

Tu padre

D.C.