Por: Domingo
Caba Ramos
Dictador Rafael L. Trujillo Molñina
(Arístides Incháustegui)
El 30 de mayo de 1934, hace ya ochenta y siete años, el entonces presidente de la República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo Molina, promulgó la ley que declaró oficial el himno que treinta y siete años antes (1883) habían compuesto el laureado músico, José Reyes ( 1835-1905 ) y el poeta, abogado y maestro puertoplateño, Emilio Prud - Homme (1856 - 1932).
Del Himno Nacional es muy poco lo que sabe el dominicano promedio. Pero como toda expresión cultural y manifestación humana, nuestro canto patriótico también tiene su historia:
Compuesto
en el primer semestre de 1883, se tocó y cantó por primera vez el día 17 de
agosto de ese mismo año en una de
las veladas patrióticas celebradas por la prensa nacional en los salones de la
Logia Esperanza (Santo Domingo), para conmemorar el vigésimo aniversario de la
Restauración política de la República.
Conviene aclarar, sin embargo, que este no fue este el primer himno patriótico
que se compuso en el país. Treinta y nueve años antes (1844), el poeta y patriota
Félix María del Monte (1819 -1899), y el coronel músico Juan Bautista Alfonseca
(1810 - 1875), compusieron, días después de proclamada la Independencia Nacional,
el himno que nuestra historia literaria registra con el nombre de Canción dominicana o Himno a la independencia. Este himno, contrario a lo que sucedió con
el de Reyes y Prud - Homme caló muy poco
en el gusto y ánimo del pueblo, y nunca logró el reconocimiento oficial. Esto, posiblemente, se debió a
que la referida pieza poética, más que dominicana, mejor puede considerársele
como un canto antihaitiano y prehispánico a la vez, carente por completo de un
genuino sentimiento dominicanita. Así se
pone de manifiesto, por ejemplo, en el primer verso del patriótico texto, en el
cual el poeta llama “españoles” a los
dominicanos:
« Al arma españoles,
volad a la lid,
tomad por divisa,
vencer o morir…»
No ocurrió lo mismo con el himno de Prud - Homme, en cuyo primer verso, el poeta emplea nuestro original e histórico gentilicio: “quisqueyano “:
«Quisqueyanos valientes alcemos,
nuestro canto con viva emoción…»
Acerca de Prud - Homme y su canto a la Patria, Carlos Federico Pérez (1912/1984), poeta, periodista, escritor, ensayista, profesor, historiador, académico, novelista y diplomático, apunta lo siguiente:
« Sin embargo, fue su estro el que acertó con el tono vibrante, pleno de sonoridades, del Himno Nacional. Si a esta pieza ha de asignársele una filiación literaria, desde luego que le convendría la romántica, por su calidad en la expresión del entusiasmo patriótico, al unísono con el fervor por la libertad» (Evolución poética dominicana, 1987, p.202)
En los
primeros años de su creación, el Himno
Nacional tuvo poca difusión. Apenas se escuchaba en la ciudad capital y
sólo los días 27 de febrero y 16 de agosto de cada año. Al decir del maestro
José de Jesús Ravelo (1876/1951), es en 1894, año en que se celebró en la
capital dominicana el cincuentenario de la Independencia Nacional, cuando
realmente se inicia el proceso de popularización del himno, debido a las muchas
veces que hubo que ejecutarlo para solemnizar los diferentes actos que se
desarrollaron como parte de dicha celebración.
Luego se oye en Azua, después en Puerto Plata y en el Cibao se difunde con
motivo de inauguración el Ferrocarril Santiago - Puerto Plata, celebrada el 16
de agosto del 1897. En este mismo año, el Congreso Nacional resolvió declararlo
oficialmente mediante ley, Himno Nacional de la República Dominicana. Para
entonces gobernaba el país el general Ulises Heureaux (Lilís), el cual
engavetó, en lugar de promulgar la ley, dándole así oportunidad al dictador
Trujillo de consumar la oficialización definitiva del himno el día 30 de mayo
de 1934, en virtud de la Ley No. 700.
“Trujillo - apunta Arístides Incháustegui (1938 – 2017) -
oficializó el Himno, lo que no pudo conseguir fue formar parte de sus versos”.
Extraño comportamiento este, asumido por un gobernante que aprovechó su mandato
presidencial para “trujillizar” al país, identificando con su nombre o el de
algún pariente cercano, a pueblos, calles, parques, instituciones, etc. y que
incluso fue capaz de modificar nuestra Constitución para cambiar el nombre de
Santo Domingo, capital de la República, por el de Ciudad Trujillo.
No faltaron, naturalmente, poetas serviles que animados por el solo propósito
de conseguir o mantener intacto el favor del jefe propusieron insertar el nombre
de este en una de las estrofas del himno y en un verso que dijera: «Trujillo
creador de la paz». A tono
con esa idea, el ya citado tenor e historiador dominicano afirma que:
Con ese silencio, el Himno Nacional se convirtió en uno de los pocos valores nuestros que Trujillo respetó.
El autor es profesor universitario de Lengua y
Literatura.
dcaba5@hotmail.com
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