Por: Domingo Caba Ramos
Don Juan Collado
Un día de estos, mientras desempolvaba y organizaba mis libros, dentro de
uno de ellos encontré un breve poema manuscrito titulado Hay un alma que llora,
fechado en Jánico (1934) y firmado por Juan Collado.
Confieso que mi sorpresa fue inmensa, por cuanto desconocía por completo
la faceta literaria de este distinguido educador. Sin embargo, no me extrañó
del todo; pues sabido es que en la historia de la cultura hispanoamericana en
general, y de la dominicana en particular, son muchos los maestros que han
prestigiado con sus firmas las páginas de la literatura, fundamentalmente en la
segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. Significa esto que el trabajo docente siempre ha estado
estrechamente vinculado la creación literaria en sus diferentes vertientes.
En la
literatura dominicana, maestros fueron autores de la talla de Félix María del
Monte, José Joaquín Pérez, Emilio Prud -Homme, Salomé Ureña, Nicolás Ureña de
Mendoza, los hermanos Pedro y Max Henríquez Ureña, los hermanos Francisco y
Federico Henríquez y Carvajal, Miguel Ángel Garrido, Manuel de Jesús Peña y
Reinoso, Alejandro Angulo Guridi, Antera Mota, Pedro Mir. Domingo Moreno Jiménez,
Félix Evaristo Mejía y Ramón Emilo Jiménez, entre otros. Y en la literatura
hispanoamericana maestros fueron también el argentino Domingo Faustino
Sarmiento y la brillante poetisa chilena y Premio Nobel de Literatura, Gabriela
Mistral.
Todo lo antes expresado significa que, independientemente de la mayor o menor calidad del arte literario cultivado o del carácter público o inédito de las composiciones de este resultantes, la creación literaria y el ejercicio magisterial, vale reiterarlo, son dos quehaceres que a través del tiempo se han desarrollado en forma paralela y mancomunada en el curso de la literatura hispanoamericana y, de manera muy especial, de la literatura dominicana.
¿Quién fue Juan Collado?
Don Juan Antonio Collado fue un consagrado y respetado maestro, oriundo
de Santo Tomás de Jánico, provincia Santiago,
municipio donde nació el 7 de abril de 1900. Aquí, con apenas veinte años, inició
una fructífera carrera educativa que terminó en Tamboril, lugar hacia donde fue
trasladado en 1942 como director de la Escuela Primaria e Intermedia “Prof.
Sergio Hernández”, en su momento, el más importante centro educativo de este
municipio. En esta comunidad, estableció residencia definitiva, desarrolló una
ingente labor socioeducativa y supo ganarse el cariño y respeto de todos los
tamborileños. Y aquí falleció el día 24 de julio de 1972.
Contrajo nupcias con la también distinguida y apreciada maestra,
Fredesvinda Halls (doña Fredé), y de esa relación nacieron sus hijas,
destacadas abogadas ambas : Icelsa y Alba Nery Collado Halls, esta última
expresidenta de la Cámara Civil y Comercial de la Corte de Apelación del
Departamento Judicial de Santiago, en cuyo desempeño dio siempre muestras de
gran responsabilidad, probidad y
competencia
Diferente a la educativa, de la faceta poética de este veterano educador
casi nada se conoce. Lo poco que de él se sabe al respecto se debe a
informaciones aportadas por sus más cercanos parientes. Una buena parte de sus
versos aún se conservan en cuadernillos, a la espera de que un buen día vean la
luz pública. No conozco tales composiciones, pero el poema que nos ocupa, Hay
un alma que llora, lo devela como un poeta de fino estro y elevada
sensibilidad.
Se trata Hay un alma que llora,
de un poema de corte romántico o en cuyos versos (versos de juventud) late la
expresión del sentimiento íntimo o personal, la desesperanza, la angustia metafísica,
el desengaño, el quebramiento del ánimo y, en fin, las reminiscencias propias
del romanticismo literario que en la cultura dominicana aún se percibían y
ejercían notable influencia durante la primera mitad del siglo XX. Los mismos
rasgos que se aprecian en la obra poética de un contemporáneo suyo como lo fue
el cubano José Ángel Buesa (1910-1982). Veamos su contenido:
HAY UN ALMA QUE LLORA
«Hay un alma que llora,
con angustia doliente,
la desgracia infinita,
de un amor que se fue…
Hay un alma que implora,
con la fe del creyente,
y, en afanes se agita,
en espera, ¿de qué?
¡Ah! el alma está triste,
está enferma y muy sola,
pues huyó su esperanza,
a lejanas regiones,
y, para ella no existe,
ni el rumor de la ola,
de una dulce bonanza,
en sus negras visiones»
Juan Ant.
Collado
Jánico, abril de 1934.
OTRO POEMA
«De los poemas de mi abuelo – confiesa su nieta, Alba Almonte - recuerdo uno, sin título y sin fecha, dedicado al pueblo de
Tamboril». Los versos de este poema son los siguientes:
«Al pie de la norteña cordillera,
plena de sol, radiante de belleza,
se recuesta la Villa romancera,
ofreciendo cultura y gentileza.
Del valle prodigioso de La Vega,
es punto culminante, centro rico,
región maravillosa veraniega,
como nunca jamás ojos han visto.
Sus valientes e hidalgos caballeros,
amantes del trabajo y la cultura,
son firmes y templados, cuál acero,
si la patria reclama su bravura.
¡Qué decir de sus vírgenes hermosas!,
todas llenas de encantos y de gracia,
son lindas como trovas armoniosas
y émulas de Penélope y aspacias»
Y, cuando hay que llegar al sacrificio
de salvar el honor de la bandera,
cada Tamborileño es el patricio
de la villa gloriosa y romancera»
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