Por: DOMINGO CABA RAMOS
« Debemos presentar
nuestras excusas. Llegamos tarde porque andábamos resolviendo un problema en
Santo Domingo…»
El emisor
hablante, mediante esta construcción sintáctica, pretende situarse en un plano
secundario y ocultar su yo tras una pluralidad ficticia. Su empleo está
íntimamente asociado a otros dos tipos de plurales: el mayestático y el sociativo.
Paralelamente al nosotros de modestia, ha tenido y tiene todavía mucho uso el
posesivo nuestro y nuestra con el mismo sentido.
Pero el plural de modestia no solo afecta a
las formas pronominales, sino también a los verbos que en el discurso realizan
las acciones: “Nosotros estamos felices”,
en vez de “yo estoy estoy feliz”. Por eso en la estructura profunda del
mensaje se incurre en discordancia (discordancia deliberada) cuando se utiliza
tanto en forma oral como escrita.
Discordancia deliberada
A veces nos dirigimos a un sujeto singular con
el verbo en plural con la intención de lograr un efecto estilístico deliberado,
bien para participar amablemente en la actividad o estado de nuestros
interlocutores, bien con intención irónica. De esa manera preguntamos a un
enfermo: “¿Cómo estamos?” “¿Qué tal
vamos?”
En ciertas
ocasiones se intenta disminuir la responsabilidad diluyéndola en una pluralidad
ficticia. Se dice, por ejemplo, “Lo hemos
estropeado”, no habiendo más culpable que uno mismo.
La misma
discordancia tiene lugar con el ya referido plural de modestia, el cual hace
hablar a un autor u orador de sí mismo en primera persona del plural (vimos, creemos, pensamos); o con el
plural mayestático representado por el pronombre nosotros: a) ”
Nosotros trabajaremos por el pueblo”, dice el orador en la tribuna.
Si bien
normativamente no se sanciona, el uso abusivo del plural de modestia debe
evitarse. Por varias razones:
a) Puede
sugerir o proyectar la imagen vanidosa o altanera que con él se pretende
evitar. El asunto resulta aún menos aceptable cuando quien utiliza el modesto
estilo se caracteriza por su comportamiento presumido y vanidoso.
b) Le resta
belleza o elegancia a la expresión. Al respecto, nunca olvido las machaconas,
cansonas y antiestéticas palabras pronunciadas por un dirigente político que en
apenas tres minutos de discurso, mencionó nada más y nada menos veinte veces el
pronombre “nosotros”.
c) Le resta
claridad o transparencia a la idea, razón por la cual su uso no se recomienda
en los textos y foros académicos. Así, ante una fórmula como “nosotros consideramos…”, al lector u
oyente se le hace difícil determinar con certeza a quién se está refiriendo el
autor, si a él mismo, o acaso se refiere a un grupo determinado en el cual
dicho autor se incluye. Esa confusión adquiere mayor dimensión cuando el
receptor del mensaje es un niño.
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