domingo, 28 de junio de 2020

« ONIMOFOBIA Y RELACIONES HUMANAS »



Por: Domingo Caba Ramos

Etimológicamente la raíz o étimo. ÓNIMO procede del griego, y significa nombre. Podemos encontrar dicha raíz en palabras como seudónimo (falso nombre), topónimo (nombre de lugar), antónimo (nombre contrario), homónimo (igual nombre), etc. Y también está presente el susodicho étimo en un vocablo que a mí se me ha ocurrido crear: ONIMOFOBIA, el que si hubiera que definirlo, lo haría diciendo que es el miedo, desagrado o repugnancia que les produce a muchos individuos pronunciar el nombre de una persona.

Por lo menos en el español dominicano es cada vez más recurrente la práctica de no llamar a la persona por su nombre de pila o por el apodo que la identifica. En el sociolecto de la juventud, por ejemplo, notaremos cómo el joven, para referirse a otro de su misma generación, lo llamará”Loco,”Loca,”Manín,”Socioy”Monstruo, entre otros términos.

A la secretaria o empleada de servicios al cliente, le escucharemos decirle a un cliente que apenas conoce: Mi Cielo, “Mi Amor, “Mi vida“y otras frases cuya cursilería y artificialidad saltan a la vista.

Y, como si todo fuera poco, en un entorno donde debe primar siempre el  calor humano y la cercanía afectiva como la escuela, ya los maestros  de los alumnos de las escuelas y colegios no llaman a los padres de estos por sus nombres, como en otras épocas , sino hablarán de Papá de … o Padre de …. Mamá de ...”, Madre de”.  Por esa razón, un día de estos experimenté una desagradable sensación  cuando en el colegio donde estudia  mi niña Nicol, escuché a su maestra decirme : «Papá de Nicol, quiero decirle algo… » ¡Cuánta distancia y ausencia de esencia comunitaria!

Lamentablemente, para esa profesora, yo no me llamo Domingo, sino Papá de Nicol.  Al escuchar esto se me ocurrió decir con amargura evidente: Así anda la escuela dominicana; mas luego rectifiqué y dije: Así anda la sociedad dominicana“Toda acción que posea el sello de lo esencial o de lo humano, al parecer, poco a poco se ha ido borrando de la agenda de nuestro diario proceder.

Quizás olvidan quienes así proceden que nada le produce más placer a un ser humano que lo llamen por su nombre. Que llamarlo Luis, Juana, Chepe, Quica, Nicolás, etc.  crea confianza, confiere importancia, fomenta afectos y propicia productivas cercanías.  Que para quien lo lleva, escuchar su nombre constituye la más bella e impresionante de la sinfonía, como sabiamente lo entendió Dale Carnegie al decir que:

 El nombre de una persona es para ella el sonido más dulce y más importante que puede escuchar”.


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