Por: Domingo Caba Ramos.
(A mis hermanos maestros : Pedro, Gernalda y Basilio Caba Ramos)
Maestros Pedro y Basilio Caba Ramos
Como repite mi exalumno y hoy destacado académico, Juan Francisco Zapata (Pancho), formo parte de una “dinastía” magisterial conformada por los hermanos a quienes está dedicado el presente artículo. Dinastía a la que me integré como cuarto y último miembro, y a la cabeza de la cual se encuentra mi hermano Pedro, competente y consagrado maestro, el cual fue el ejemplo a seguir en nuestra tortuosa, pero placentera trayectoria docente.
Fue Pedro el primero en inculcarnos la idea de que un buen maestro tiene que desempeñar sus delicadas funciones con entrega y responsabilidad, planificar siempre las clases que imparte, leer e investigar mucho para mantenerse actualizado y enseñar siempre con el ejemplo.
Nos enseñó que independientemente del trato nada motivador que recibe, no existen razones para que el maestro se comporte de manera irresponsable en el ejercicio de sus funciones. Y nos enseñó también, que no es verdad que el maestro es un apóstol, como política y maliciosamente han querido presentarlo los sustentadores del status quo, con el deliberado propósito de invalidar cualquier tipo de lucha reivindicativa. Y que de ser así, entonces estaríamos frente a frente a un apóstol afectado por las mismas necesidades y problemas que sufren los demás, y que, por esa razón, está en el deber de reclamar sus derechos en pos de una vida mejor.
Yo creo en el maestro que abraza con pasión el noble oficio que ejerce; pero yo también creo que ese servidor debe tener resueltas sus condiciones materiales de existencia, como afirmaba Carlos Marx. Porque como muy sabiamente dijo en una ocasión el presidente de la General Motors : “ Ningún empleado podrá trabajar con calidad ni mucho menos identificarse con la empresa si está desmotivado, no devenga un salario justo, ni disfruta de una plan de incentivos que le permitan resolver sus problemas fundamentales”
Hoy, 30 de junio, se celebra en nuestro país el “Día del maestro”. El día del ser que ejerce el más noble y digno de los oficios del universo. Este día no habrá gran despliegue publicitario, como ocurre en otras fechas, ni se publicarán, en la prensa nacional, enjundiosos editoriales o apasionados artículos exaltando el trabajo de este abnegado servidor.
Y es que no obstante la importancia de la labor que realiza, al maestro casi nadie lo incentiva, motiva o reconoce su trabajo. Nadie parece entender que sólo él es capaz de borrar las tinieblas de la ignorancia y abrir las puertas del conocimiento. Al contrario, como “recompensa”, el maestro dominicano, extrañamente, lo único que recibe es crítica e interesados cuestionamientos, realidad que lo convierte en el gran vilipendiado. Como bien se registra en las letras de la canción:
“El cura cree que es ateo / y el alcalde comunista / y el cabo jefe de puesto/ dice que es un anarquista…”
La sociedad sólo le pide, pero muy poco le da, empezando por quien más debería concederle ¬: el Estado Dominicano. “Te pago como a un obrero, pero debes enseñar como un científico…”, parece ser la máxima social dominicana.
Estamos conscientes de que tan adversa actitud podría estar alimentada por la práctica irregular de muchos profesores que no han sabido comportarse a la altura de su investidura; pero que debido a la ausencia de un científico programa de supervisión docente, desafortunadamente se mantienen activos provocando más daños que beneficios dentro del sistema educativo. Entre estos, además de incumplidores e incompetentes, los hoy violadores y/acosadores de sus alumnas, y directores y coordinadores acosadores de sus compañeras de trabajo; pero todos ellos, vale reiterar, desgraciadamente yacen vigentes dentro del sistema educativo dominicano.
Un sistema injusto, inhumano, sectario, politizado y altamente contaminado ideológicamente. Un sistema que muy poco ha hecho para premiar y retener a sus mejores talentos, y que no ha sido capaz de establecer categorizaciones importantes técnicamente estructuradas en virtud de las competencias y desempeño de cada quien, evitando así que todos los educadores sean “medidos con la misma vara” o valorados de la misma forma.
Un sistema, en fin, en cuya base se reproducen las irregularidades cometidas en la cúspide por las autoridades que lo administran, las cuales consumen más tiempo defendiendo rabiosamente los intereses del partido en el poder que diseñando planes y programas orientados a desarrollar y modernizar la enseñanza pública. Autoridades que no propician las condiciones materiales y espirituales requeridas para que en nuestras escuelas el maestro se sienta motivado a ejercer su trabajo con alegría y entusiasmo.
Para los maestros de verdad. Para ese maestro sin cariño, activo o pensionado, que en medio de tan desmotivador y adverso panorama laboral es y fue capaz de ejercer con responsabilidad el delicado oficio que la sociedad puso en sus manos, vayan nuestro más sentido y sincero reconocimiento.
viernes, 30 de junio de 2017
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1 comentario:
Definitivamente, Domingo, que la labor educativa cada vez más va perdiendo credibilidad, porque ya no priman esos valores que hacían del maestro un ser entregado a lo suyo con pasión y no necesariamente un apóstol, se ha perdido el respeto mínimo necesario a la figura del maestro y, del otro lado, se ha perdido la vocación que antes sostenía a este quehacer.
Hemos entrado de lleno en una etapa mercantilista de la actividad educativa y del maestro. Que si es cierto debemos apoyar mejores condiciones materiales para ellos, aunque no así malas prácticas del sistema para favorecer a amigos, familiares y demás sin la debida formalidad.
Me quito el sombrero ante tu distinguida familia que se ha dedicado a esta labor. Un saludo y un abrazo fraterno a todos ustedes y en ustedes a los miles de maestros dominicanos que hoy esperan se les siga respetando y favoreciendo por la labor realizada en su justa dimensión. Atte. Juan Y. Guerra Rodríguez, Aspirante a educador.
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