LA LUCHA DE LA A.D.P
Por: Domingo Caba Ramos
“Cuando los niveles de incentivos, la motivación y otros aspectos no se llevan a cabo de manera adecuada, pueden surgir conflictos dentro de la organización”
(William B. Werther)
El magisterio nacional desarrolla actualmente una intensa lucha. Los maestros demandan que el monto de los bajísimos salarios que devengan sea sustancialmente incrementado.
Como siempre, son muchas las voces que se levantan para oponerse a las exigencias reivindicativas de los educadores que laboran en las escuelas públicas de la República Dominicana. Voces que ni siquiera como estudiantes han pisado el patio de una escuela pública. Opinadores que desconocen por completo la verdadera realidad del maestro dominicano.
Para entender en su justa dimensión la demanda de los profesores, usted tiene que haber sido maestro, convivir con maestros o conocer la escuela dominicana por dentro. De lo contrario, cualquier juicio puede resultar desenfocado, interesado, mal intencionado y, por ende, impertinente o carente de importancia.
Yo fui maestro y director de escuela, y por eso me sobra autoridad para expresarme de esta forma.
¿Qué sabe usted, amigo lector acerca de la situación y el trabajo del maestro?
¿Sabía usted que un maestro dominicano devenga un salario base de RD$8,972?
¿Sabía usted que los incentivos que se aplican a ese salario base están sujetos al capricho de las autoridades, razón por la cual el maestro puede durar años sin recibirlos?
¿Sabía usted que el Estado Dominicano les debe a los maestros millones de pesos por concepto de no pago de incentivos?
¿Sabía usted que de ese “astronómico” monto, por motivos de descuentos, al bolsillo del maestro solo llegan RD$ 8,100?
Usted, que posee título universitario y que tan rabiosamente critica a los maestros cuando exigen aumentos de sueldos y paralizan las clases, ¿sería capaz de trabajarle a su patrón por la suma de RD$8,972?
¿Se imagina usted lo que implica para un profesional universitario ganar RD$8,972 mensuales?
Usted, amigo empresario, funcionario, comunicador social y comentarista de radio o televisión , que quizás gana en un día veinte o treinta veces lo que el maestro gana en un mes, ¿sería capaz de trabajar por un salario de RD$8,972 mensual? Si su respuesta es no, es preferible entonces que se calle o abstenga de emitir juicios en contra de la lucha que ahora y siempre ha tenido que llevar a cabo el magisterio nacional en pos del logro de sus justas reivindicaciones.
¿Sabía usted que las horas extras que emplea un maestro preparando clases y corrigiendo exámenes nadie se las paga?
¿Sería usted capaz de trabajarle a su patrón una sola hora extra sin que se la paguen?
¿Sabía usted que para que a un maestro l asciendan, le completen su segunda tanda o lo nombren en el Ministerio de Educación, tiene que ser miembro o simpatizante del partido en le poder?
¿Sabía usted que el motor de la calidad es la motivación?
¿Se imagina usted, por último, amigo lector, lo que significa impartirles clases a cuarenta o cuarenta y cinco muchachos con las inconductas, travesuras o “malas crianzas” propias de estos tiempos posmodernos en un curso escasamente ventilado, o en el que un calor diabólico convierte en causes abarrotados de sudor el rostro demacrado del atribulado maestro?
Yo también fui gerente de recursos humanos durante casi diecisiete años en una empresa perteneciente a un prestigioso grupo empresaria de Santiago, y por mi experiencia y los cursos que dentro y fuera del país tuve que realizar sobre esa importante área, aprendí que la motivación es la clave de la calidad laboral. Que un trabajador no motivado es un trabajador insatisfecho, y que un trabajador insatisfecho es un trabajador cuya calidad y productividad es altamente deficiente.
Es cierto que existen maestros sinvergüenzas, incapaces, irresponsables , charlatanes, inmorales y desactualizados que, aparte de no merecer que se les incrementen sus salarios, tampoco deberían estar activos en el sistema educativo, por el daño que hacen; pero si ese tipo de maestro todavía existe, todo se debe a la politización de la escuela dominicana, así como a la ausencia en esta de un científico, continuo o permanente sistema de supervisión docente.
Lo primero
origina que se nombren , asciendan y favorezcan a maestros, sin importar
sus condiciones, solo por el hecho de ser miembro o simpatizante del
partido en el poder ; y lo segundo, la no supervisión, aparte de propiciar lo primero, hace que a todos los educadores se les mida "con la misma vara", evitando así que se establezcan justos o verdaderos planes de incentivos en beneficio de los maestros que a partir de una evaluación rigurosamente seria, técnica y objetiva se haya demostrado que cuentan con los niveles de excelencia académica y comportamiento ético requeridos.
jueves, 7 de marzo de 2013
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