Por: Domingo Caba Ramos
«Mi vulva es una flor/es una concha/un
higo/un terciopelo está llena de aromas de sabores y rincones/es color de rosa,
suave, íntima, carnosa… /siente, vibra, sangra, se enoja, se moja, palpita, me
habla/ guarda celosa entre sus pliegues el centro exacto de mi cosmos»
Del poema «Gioconda», de Rosa María Roffiel (1945), escritora, novelista
poeta y periodista mexicana
En el año 2002, por primera vez, y más
reciente en el Teatro Nacional, fue
escenificada en nuestro país la divertidísima y aleccionadora obra Los
monólogos de la vagina (1996), escrita por la dramaturga ,
feminista y activista social estadounidense, Eve Ensler ( 1953) ,que se ha
vuelto el epicentro de un movimiento sin ánimo de lucro que lucha en contra de
la violencia doméstica.
La obra nos presenta una original historia sustentada en los testimonios
de más de doscientas mujeres de todo el mundo y de diferentes estratos
sociales, que al ser entrevistadas relataron sus sensaciones y experiencias
íntimas en el ámbito de la sexualidad. Sus vivencias e impresiones acerca del
sexo, las relaciones amorosas y la violencia doméstica.
En su investigación, Eve Ensler recogió las diferentes denominaciones que
en distintos estados y países del mundo hispanohablantes se utilizan para
nombrar la vagina o la vulva. Entre esos nombres merecen citarse los
siguientes:
Gallo (Colombia, Hondura y Rep. Dom.)
Canoa y chocha (Puerto Rico)
Cuchara (Venezuela y Guatemala)
Concha (México, Guatemala y Argentina)
Coño (El Salvador, España, Venezuela, México y Rep.
Dom. )
Chocho (España, México y Cuba)
Panocha, pucha, mono, bacalao (México)
Torta (El Salvador y Venezuela)
Sapo (Venezuela)
Coneja (Cuba y Guatemala)
Pepa (Hondura, Venezuela y México y Rep. Dom.)
Pocha (Ecuador y Perú)
Bollo, bollito, bollazo, tota y chocha (Cuba)
Toto (Rep. Dom., Cuba y Andalucía)
Papayón (Cuba)
Mico (Costa Rica)
Ñame, coso, panal, popola, creta, crica y rabo (Rep.
Dom.)
Papaya (Cuba y Ecuador)
Cachucha (Argentina, Paraguay y Uruguay)
Conchita (Argentina)
Boca de mono (Chile)
Cuca (Rep. Dom., Venezuela, México y El Salvador)
Semilla (Rep. Dom. y El Salvador)
Cajeta, conchita, cachufla y cuchufleta (Argentina)
Raja (Rep. Dom. Colombia y Andalucía)
Cosita (México, Honduras y Ecuador)
Estrenada en Nueva York en 1996, dicha pieza teatral ha recorrido los más exigentes escenarios de los Estados Unidos, América Latina y Europa, e interpretadas por actrices de primera categoría. En España, por ejemplo, se calcula que mil quinientas veces fue representada y novecientas mil personas se registran como espectadores. En la República Dominicana, en su primera escenificación, estuvo dirigida por Manuel Chapuseaux, afamado actor y director teatral, y protagonizada por Ivón Beras Goico, conjuntamente con nuestras primerísimas actrices Elvira Taveras y Yamilé Schecker.
Traducida a más de 45 idiomas y llevada al escenario en casi ciento veinte países, la obra aborda en toda su extensión la temática sexual y su forma de expresión se pone de manifiesto en los monólogos o parlamentos de una vagina humanizada. Y sorprende la manera abierta, sin inhibición, sin tabúes ni prejuicios como se habla en ella acerca de todo lo relativo al sexo. Y es que todos sabemos que en la cultura americana y, mucho más, en la dominicana, lo sexual se nos presenta como algo pecaminoso, restringido, fuera de lo común y, por ende, prohibido.
Merced a semejante visión, hay
quienes califican de vulgar, indelicado y grosero hablar sobre hechos que
aludan al sexo o a los órganos sexuales, razón por la cual, cuando por
obligación hay que referirse al tema, se prefiere “maquillar” la expresión
sustituyendo los términos comunes o sexo – contundentes de la lengua coloquial
por otros considerados más elegantes, delicados o decorosos, que en el ámbito
lingüístico se conocen técnicamente con el nombre de eufemismos. La magnitud
del prejuicio es de tal naturaleza, que hasta los nombres de las prendas íntimas
de vestir se mencionan con cierta cautela, temor o vergüenza.
En Los monólogos de la vagina todo parece suceder
de manera diferente. Sin trascender al plano de lo grotesco, aquí se habla de
sexo libremente, y esa descripción cruda de la realidad sexual es lo que
permite que en ningún instante de la puesta en escena descienda o desaparezca
el tono humorístico que a todas luces late en la estructura contextual de la
obra.
Semejante tratamiento, talvez por tabúes sexuales vigentes en la cultura dominicana,
no es muy común apreciarlo en los textos dramáticos, poéticos y narrativos de
nuestros creadores literarios. Hasta los más convencidos vanguardistas se
comportan con inocultable sigilo en ese aspecto. En el caso particular de la
literatura dominicana, solo una novela de naturaleza estrictamente sexual se ha
escrito: La tranca (1994), del laureado narrador
francomacorisano Francisco Nolasco Cordero (1932 – 2007). Solo en ella se
aborda la realidad sexual libre de prejuicios inhibidores o con toda crudeza o
desnudez. Aparte de esta, ese abierto léxico sexual propio de la lengua
coloquial, aunque en menor grado, apenas se puede apreciar en la novela Solo
cenizas hallarás (1980), de Pedro Vergés (1945), y el volumen de
cuentos titulado Rompan fila y viva el jefe (2001), de
Federico Jovine Bermúdez (1944 - 2017)
PUBLICADO EN FECHA 1/2/2024
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