jueves, 3 de junio de 2021

COMUNICACIÓN TELEFÓNICA Y RELACIONES HUMANAS


Por: Domingo Caba Ramos

 Primero explotó contra el ministro de Medio Ambiente. Luego contra el administrador de la Lotería y, finalmente, contra Fulcar, ministro de Educación. Razón: el Torito alega que esos funcionarios no le cogen sus llamadas telefónicas. Por eso estalla, explota y expresa sus molestias cuando no puede comunicarse con el ministro al cual llama. Y por esa razón, el popular cantante y hoy legislador, comienza a ganarse la mala voluntad de los funcionarios y compañeros de su partido. «Cuándo llamo a alguien y no me contesta, asumo que está ocupado o está en otros compromisos que le impiden tomarme la llamada…» - afirmó al respecto y en su momento el administrador de la Lotería.

 Nada es más sensible y difícil que mantener unas buenas relaciones humanas en la comunicación telefónica. Nunca olvido la importante conferencia que sobre este tópico dictó, hace ya varios años al personal directivo de la empresa donde yo laboraba,   un ejecutivo de la otrora CODETEL. De todas sus recomendaciones, recuerdo, entre otras, las siguientes:

Nunca detenga o suspenda la conversación con la persona en línea, para abrirle a la que llama de repente por otra línea telefónica. Es importante siempre tener en cuenta que la preferencia de la comunicación le corresponde al primero que llamó, no al segundo.

 Evite iniciar conversación telefónica en el momento que tenga frente a usted a alguien tratándole un asunto. Quien está a su frente es quien debe gozar del privilegio de su atención, no el que está en línea.

 Cuando llame a alguien y no le sea posible comunicarse, piense que ese alguien está ocupado, durmiendo, sin señal, no puede hablar donde se encuentra o, sencillamente,   tiene su teléfono dañado. Nunca, nunca, nunca se le ocurra pronunciar la  muy odiosa e injusta frase de «TE LLAMÉ PERO NO ME COGISTE LA LLAMADA», con la cual usted estaría insinuando o diciendo indirectamente : ««TE LLAMÉ, PERO TÚ NO  QUISISTE RESPONDERME»

 Si usted llama a una persona y alguien le responde diciéndole que la misma no se encuentra, por favor, nunca exprese dudas ni mucho menos insinúe que no cree en lo que se le está diciendo. Usted no tiene pruebas para dudar o no creer, y aunque esté segura de que el ser a quien llama realmente está presente, la delicadeza y la prudencia aconsejan guardar silencio. Evite, al respeto, los conflictos innecesarios.

Cuando a usted lo llamen y no pueda responder en ese momento, con inigualable cortesía, dígale a esa persona   que usted se comunicará con ella o le “devolverá la llamada” tan pronto se desocupe; pero por favor, llámela, no olvide “devolver la llamada”. Piense que de la misma manera que alguien se siente bien cuando eso se cumple, se siente muy mal cuando la llamada prometida se olvida o no se produce. Quien no la recibió entonces entiende que carece de importancia y prestigio

 Por más incómodo que se encuentre, nunca cierre de repente una llamada telefónica sin antes despedirse de su interlocutor. La cortesía y los buenos modales deben siempre sobreponerse en nuestras relaciones interpersonales. Como dice el pueblo, «nunca le deje al otro la palabra en la boca»

 Cuando llame y no le respondan, no permanezca con su teléfono timbrando sin límite de tiempo. Es preferible que a los tres timbrazos usted cierre y marque de nuevo. Si a los dos intentos la conversación no se logra, entonces inténtelo más tarde o pruebe con otra vía de comunicación.

 Evite parecer egocéntrico, presentándose extremadamente expresivo, alegre y animado cuando quiere o le interesa hablar; pero muy lacónico, cortante, pesado o casi mudo cuando a quien le interesa hablar no es a usted, sino al otro.

 Por último, en la comunicación telefónica se recomienda proceder con sumo tacto, tomando en cuenta siempre el momento sicológico y en virtud de lo que nos dicta el sentido común. Eso permite saber a quién llamar, cuándo llamar, por qué tiempo llamar, qué responder en cada situación y el temperamento o perfil de la persona con la cual se habla. Permite saber que no es lo mismo el tiempo y la hora que disponemos para comunicarnos con un pariente o ser de confianza, que con otro de relación distante. Y permite, por fin, detectar la atmósfera sicológica que reina en el entorno de quien nos escucha para saber si vale la pena detener o prolongar la conversación.

 

 

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