Por: Domingo Caba Ramos
Primero explotó contra el ministro de
Medio Ambiente. Luego contra el administrador de la Lotería y, finalmente,
contra Fulcar, ministro de Educación. Razón: el Torito alega que esos funcionarios
no le cogen sus llamadas telefónicas. Por eso estalla, explota y expresa sus
molestias cuando no puede comunicarse con el ministro al cual llama. Y por esa
razón, el popular cantante y hoy legislador, comienza a ganarse la mala
voluntad de los funcionarios y compañeros de su partido. «Cuándo llamo a alguien y no me contesta, asumo que está
ocupado o está en otros compromisos que le impiden tomarme la llamada…»
- afirmó al respecto y en su momento el administrador de la Lotería.
Nada es más sensible y difícil que mantener unas buenas
relaciones humanas en la comunicación telefónica. Nunca olvido la importante
conferencia que sobre este tópico dictó, hace ya varios años al personal
directivo de la empresa donde yo laboraba, un
ejecutivo de la otrora CODETEL. De todas sus recomendaciones, recuerdo, entre
otras, las siguientes:
Nunca detenga o suspenda la conversación con la persona en
línea, para abrirle a la que llama de repente por otra línea telefónica. Es
importante siempre tener en cuenta que la preferencia de la comunicación le corresponde
al primero que llamó, no al segundo.
Evite iniciar conversación telefónica en el momento que
tenga frente a usted a alguien tratándole un asunto. Quien está a su frente es
quien debe gozar del privilegio de su atención, no el que está en línea.
Cuando llame a alguien y no le sea posible comunicarse,
piense que ese alguien está ocupado, durmiendo, sin señal, no puede hablar donde
se encuentra o, sencillamente, tiene su
teléfono dañado. Nunca, nunca, nunca se le ocurra pronunciar la muy odiosa e injusta frase de «TE LLAMÉ PERO
NO ME COGISTE LA LLAMADA», con la cual usted estaría insinuando o diciendo
indirectamente : ««TE LLAMÉ, PERO TÚ NO QUISISTE RESPONDERME»
Si usted llama a una persona y alguien le responde
diciéndole que la misma no se encuentra, por favor, nunca exprese dudas ni
mucho menos insinúe que no cree en lo que se le está diciendo. Usted no tiene
pruebas para dudar o no creer, y aunque esté segura de que el ser a quien llama
realmente está presente, la delicadeza y la prudencia aconsejan guardar silencio.
Evite, al respeto, los conflictos innecesarios.
Cuando a usted lo llamen y no pueda responder en
ese momento, con inigualable cortesía, dígale a esa persona que usted se comunicará con ella o le “devolverá
la llamada” tan pronto se desocupe; pero por favor, llámela, no olvide “devolver
la llamada”. Piense que de la misma manera que alguien se siente bien cuando
eso se cumple, se siente muy mal cuando la llamada prometida se olvida o no se
produce. Quien no la recibió entonces entiende que carece de importancia y
prestigio
Por más incómodo que se encuentre, nunca cierre de repente
una llamada telefónica sin antes despedirse de su interlocutor. La cortesía y
los buenos modales deben siempre sobreponerse en nuestras relaciones
interpersonales. Como dice el pueblo, «nunca le deje al otro la palabra en la
boca»
Cuando llame y no le respondan, no permanezca con su
teléfono timbrando sin límite de tiempo. Es preferible que a los tres timbrazos
usted cierre y marque de nuevo. Si a los dos intentos la conversación no se
logra, entonces inténtelo más tarde o pruebe con otra vía de comunicación.
Evite parecer egocéntrico, presentándose extremadamente
expresivo, alegre y animado cuando quiere o le interesa hablar; pero muy
lacónico, cortante, pesado o casi mudo cuando a quien le interesa hablar no es
a usted, sino al otro.
Por último, en la comunicación telefónica se recomienda
proceder con sumo tacto, tomando en cuenta siempre el momento sicológico y en
virtud de lo que nos dicta el sentido común. Eso permite saber a quién llamar,
cuándo llamar, por qué tiempo llamar, qué responder en cada situación y el
temperamento o perfil de la persona con la cual se habla. Permite saber que no
es lo mismo el tiempo y la hora que disponemos para comunicarnos con un
pariente o ser de confianza, que con otro de relación distante. Y permite, por
fin, detectar la atmósfera sicológica que reina en el entorno de quien nos
escucha para saber si vale la pena detener o prolongar la conversación.
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