domingo, 26 de diciembre de 2021

LO QUE ES Y LO QUE PARECE EN EL USO DE LA LENGUA

Por: Domingo Caba Ramos

  ¿Desafortunadamente o infortunadamente?

 

El falso juicio se ha masificado, propalado y repetido de manera tal que, indudablemente, ha alcanzado la categoría de auténtico mito:

 «La palabra desafortunadamente no existe en español, porque no aparece en el diccionario. Por tanto, en su lugar debe usarse infortunadamente».

 Así reza el archidifundido y desacertado juicio.  En relación con una y otra voz, conviene aclarar lo siguiente:

Afortunado: es el participio regular del verbo afortunar. En tanto participio, el precitado verboide se comporta como un adjetivo y, según el Diccionario de la Real Academia, soporta los siguientes significados:Que tiene fortuna o buena suerte. 

b)    Que es resultado de la buena suerte. 

c)     Feliz, que produce felicidad o resulta de ella. 

d)     Oportuno, acertado, inspirado… 

De afortunado, procede otro adjetivo : desafortunado (“Carente de fortuna, desacertado, inoportuno..” ) y el adverbio modal afortunadamente (“Por fortuna, felizmente, de manera afortunada” ), el cual, a su vez, origina el también adverbio de modo desafortunadamente, voz prefijada de correcta estructura morfológica, y la que por los elementos léxicos que la conforman entraña los significados de no afortunado, por desgracia y lamentablemente : « Desafortunadamente, nada se puede hacer para salvarle la vida» 

Conforme a lo antes expuesto , no existen, pues, razones de naturaleza morfosintáctica y léxicosemántica que puedan justificar la no validez del término desafortunadamente, independientemente de que este aparezca o no registrado como entrada en el diccionario de la RAE, esto es, el hecho de no figurar en el precitado texto académico, de ningún modo significa que el susodicho adverbio sea inexistente o no forme parte del léxico activo del mundo hispanohablante.

 ¿Por qué no figura dicha voz en la versión general e impresa del DRAE?

La página Wikilengua aclara, a propósito, lo siguiente:

«El sufijo -mente sirve para formar adverbios, principalmente de modo, a partir adjetivos. Es un sufijo muy productivo y con él se forman palabras a menudo y con facilidad, aunque con ciertas restricciones… El DRAE solo recoge una selección de los derivados en mente, por lo que no incluye adverbios correctos como desafortunadamente o brevemente» (http://www.wikilengua.org/index.php/-mente)

La propia Real Academia Española, en su página de Twitter (RAE (@RAEinforma) establece que «El DRAE no recoge todos los derivados correctamente por economía de espacio, en especial los adverbios terminados en mente» Y al relacionar semánticamente uno y otro adverbio, lo docta corporación lingüística establece de manera escueta que «Ambos son igualmente correctos y de sentido equivalente». Esto quiere decir, que tan válido es el uso de infortunadamente como desafortunadamente.

 Por esa razón, y contrario a lo que podría pensarse de manera colectiva, no resulta extraño que en una de las actualizaciones de la versión en línea del diccionario, 2017, Edición Tricentenario (http://dle.rae.es/?id=CNPcYcG), la RAE haya incluido el término desafortunadamente con los siguientes significados:

a) «Por desgracia o lamentablemente»
 b) «Con poco acierto u oportunidad»


Infortunadamente, según el DRAE, significa «De manera infortunada o desgraciada» «Sin fortuna, con desgracia»

 Basta una simple comparación de los sentidos que soportan ambos términos, para concluir que uno y otro significan relativamente lo mismo (“desgraciadamente, lamentablemente, no afortunado…”). Ambas formas, como bien lo prescribe la RAE, son sinónimas y gramáticamente correctas.

 ¿Primeramente o en primer lugar?

 En cuanto a la voz “primeramente”, se plantea el mismo mito o falso concepto, lamentablemente repetido y difundido hasta por profesores de lengua española. Se trata, “primeramente”, de una voz que en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) se registra como adverbio de tiempo o de orden. En este texto se consignan también los términos “segundamente, terceramente y cuartamente”; pero se aclara que están en desuso.

 Como adverbio de tiempo, “primeramente” significa “previamente, anticipadamente, antes de todo”, y con este valor tiene como correlatos o términos alternativos los adverbios “últimamente” y “finalmente”.   Esto significa que la acción que no se realizó primeramente, fue porque se ejecutó últimamente o finalmente:

 «Tan pronto llegamos al campo “primeramente” fuimos a la casa de nuestros abuelos».

 Como adverbio de orden, se utiliza para introducir el primer elemento de una enumeración o de una serie discursiva. Sus correspondientes correlatos son: en primer lugar, en segundo lugar, en tercer lugar, etc.:

 «Ellos, "primeramente" analizaron las causas del desastre; luego, estudiaron los efectos; finalmente, emitieron las conclusiones»

 En ocasiones, el adverbio “primeramente”   puede presentarse como único elemento, sin correlato, para resaltar la importancia del segmento que aparece a continuación:

 «Yo creo que tú, antes de hablar, “primeramente" conviene que investigue sobre el tema».

 En este caso, "primeramente" se usa con el significado de “principalmente”, y como puede apreciarse, no introduce el primer miembro de una enumeración ni funciona como nexo entre las distintas partes que conforman el texto.

 En conclusión, todo lo antes expuesto es más que ilustrativo para reiterar que se trata de un falso concepto o mito gramatical el tan propalado argumento de que no debemos decir "primeramente" porque no existe "segundamente”, "terceramente", etc.



viernes, 24 de diciembre de 2021

LA NOCHEBUENA DE ENCARNACIÓN MENDOZA

Por: Domingo Caba Ramos.

“La mayoría de sus cuentos (de Juan Bosch, D.C.)  constituyen un reflejo de la realidad social y cultural del pueblo dominicano. Oriundo de uno de los pueblos cibaeños que atesoran una rica tradición, Bosch recoge en su narrativa, costumbres, tradiciones, creencias, mitos, cábalas, actitudes y cuanto conforma la cultura viva….”

(Bruno Rosario Candelier)

Una de las costumbres o tradiciones que más respetan y rinden culto los dominicanos es aquella que consiste en cenar y compartir en familia la noche del veinticuatro (24) de diciembre (nochebuena) de cada año. En otras palabras, nada atormenta más el alma de los nativos de esta tierra del merengue que pasar esa noche  separados o lejos de sus seres queridos. El ánimo se les desploma y la nostalgia lacera su espíritu.

El profesor Juan Bosch (1909- 2002) recrea magistralmente esa realidad en uno de sus más importantes textos narrativos: “La nochebuena de Encarnación Mendoza”, del volumen “Cuentos escritos en el exilio” (2003) , cuento que  junto a “La mujer”, “Dos pesos de agua”, “Los amos” y “Luis Pie”, se registra entre los más relevantes o de más alta estatura literaria de quien con justicia  ha sido considerado como el padre del cuento dominicano y uno de los más destacados cuentistas de la literatura hispanoamericana.

¿De qué trata el cuento?

Su argumento es bastante sencillo:

Un fugitivo (Encarnación Mendoza) intenta llegar a su casa para pasar la nochebuena junto a su mujer e hijos. Para evitar que lo delaten, se oculta en un cañaveral. Un niño (Mundito) que llega allí con su perro (Azabache) lo ve y se lo comunica al jefe de puesto del central azucarero (sargento Rey).  La persecución se inicia, y en la huida Encarnación Mendoza muere, asesinado por las balas de los soldados que lo perseguían.  Luego se descubriría  que el niño delator fue el propio hijo del prófugo, quien lo había denunciado ignorando que se trataba de su padre.

Encarnación Mendoza no resistía la tentación de pasar la nochebuena alejado de sus seres queridos. De ahí que decidió arriesgar su vida o vencer todas las barreras que pudieran impedirle materializar sus  paternales propósitos:

  “El propósito de Encarnación Mendoza – habla el narrador – era pasar la nochebuena con su mujer y sus hijos. Escondiéndose de día y caminando de noche había recorrido leguas y leguas.  En toda la comarca se sabía que él había dado muerte al cabo Pomares, y nadie ignoraba que era hombre condenado donde se encontrara. No debía dejarse ver de persona alguna, excepto de Nina y de sus

 hijos. Y los vería sólo una hora o dos durante la nochebuena. Tenía ya seis meses huyendo, pues fue el día de San Juan cuando ocurrieron los hechos que le costaron la vida al cabo Pomares… Era un impulso bestial el que le empujaba a ir, una fuerza ciega a la cual no podía resistir” (p.67)

Y los más tiernos, afectivos y sentimentales deseos afloraban a su mente. Además de abrazar a su mujer y de contarles un cuento a los niños, “necesitaba ver la casucha, la luz de la lámpara iluminando la habitación donde se reunían cuando él volvía del trabajo y los muchachos lo rodeaban para que él los hiciera reír con sus ocurrencias. Tenía que ir o se moriría de una pena tremenda… Sucediera lo que sucediera, y aunque el mismo Diablo hiciera oposición, Encarnación Mendoza pasaría la nochebuena en su bohío… ” (p.68)

Mas, extrañamente, en lugar del Diablo, la oposición la haría inconscientemente su inocente niño, Mundito, al denunciarlo a la policía, minutos después de haberlo visto tendido con el rostro cubierto por un sombrero, aparentemente muerto en medio del cañaveral .Y  en vez de morir de pena, moriría acribillado por los agentes del orden:

“…Pero a eso de las tres, en el camino que dividía el cañaveral de los cerros, un tiro certero le rompió la columna vertebral al tiempo que cruzaba para internarse en la maleza. Se revolcaba en la tierra, manando sangre, cuando recibió catorce tiros más, pues los soldados iban disparándole a medida que se acercaban… ” (p.739

El cadáver lo colocaron y amarraron atravesado en un burro, y como era de noche y llovía, lo desamarraron y tiraron en la primera casa que encontraron: ¡oh sorpresa, en la propia casa de Encarnación Mendoza!

« - Hay m’shijo; se han quedao huérfano… han matao a Encarnación…» – se escuchó el desesperado grito de una mujer.

 Entonces se oyó una voz infantil en la que se confundían llanto y horror:

«-¡Mamá, mi mamá!.. ¡Ese fue el muerto que yo vide hoy en el cañaveral!» (p.76)

 

 

 

NOTAS ACERCA DE UN CLASICO AGUINALDO

  


Por: Domingo Caba Ramos.
(Al sacerdote y buen amigo: César Hilario)

 

“Alabemos todos / al niño Jesús,
que nació en Belén / y murió en la cruz…”


(Juan A. Alix)


Quizás la mayor parte de los dominicanos lo hemos cantado, bailado y tarareado alguna vez; pero talvez muchos desconocen que su título original es “Cánticos” y no “A las arandelas”, como popularmente se conoce. Que fue compuesto en Santiago hace ya ciento doce años, específicamente el 16 de noviembre de 1908, y que su autor lo fue el laureado cantor o poeta popular mocano – santiaguero Juan Antonio Alix (1833- 1918), el cual le dedicó la referida composición al presbítero don Manuel de Jesús González, cura de la parroquia La Altagracia de la ciudad de Santiago de los Caballeros. Se trata, pues, del más antiguo y conocido de los aguinaldos dominicanos.

Antes de continuar, valdría preguntarse, ¿qué es un aguinaldo? 

El concepto de aguinaldo casi siempre suele confundirse con el de villancico. Y al respecto debemos precisar que si bien uno y otro géneros musicales  aluden a las fiestas navideñas ( rasgo común ) ambos difieren ligeramente en lo que atañe a la naturaleza y alcance de la temática tratada, vale decir, mientras el contenido del villancico es eminentemente religioso, el aguinaldo combina lo religioso con lo profano. Pero dejemos que sea una voz autorizada, Julio Alberto Hernández (Santiago,1900-Santo Domingo,1999), quien se encargue de establecer dicha diferencia:

“Hoy día – apunta el afamado músico y compositor dominicano – entendemos por villancico, una canción del folklore tradicional inspirado en el espíritu religioso popular de las navidades, que suele cantarse entre el pueblo y las instituciones religiosas, con acompañamiento de instrumentos populares”
 
Y al distinguirlo del aguinaldo, don Julio puntualiza lo siguiente:

“Cuando el villancico abarca temas profanos se llama aguinaldo. Esta es la canción popular tradicional que mejor expresa los sentimientos del pueblo dominicano en la navidades” (Música Tradicional Dominicana, 1969, págs. 34-35)

Las letras del villancico versan o están siempre asociadas al nacimiento del niño Jesús, como bien se aprecia en las estrofas que siguen: 

1. “Venid pastorcito
venid a adorar
al Rey de los cielos
que ha nacido ya…”

 
2. “De tierra lejana venimos a verte,
nos sirve de guía la Estrella de Oriente,
o brillante Estrella que anuncia la aurora,
no nos falte nunca tu luz bienhechora...”


Y también en los versos del más popular, antiguo y universal de los villancicos, “Noche de paz”: 

Noche de paz, noche de amor,
todo duerme en derredor,
entre los astros que esparcen su luz,
bella anunciando al niñito Jesús,
brilla la estrella de paz,
brilla la estrella de paz.


El aguinaldo, por su parte, además del religioso, incluye en sus letras temas profanos, tales como la comida, las fiestas, las parrandas ,las bebidas alcohólicas y el amor erótico: 

“De la montaña venimos,
para invitarte a comer,
un lechoncito en su vara,
y ron pitorro a beber . . .”

 
Conviene aclarar que originalmente aguinaldo no era más que un favor que musicalmente se pedía como regalo de nochebuena; pero mediante el proceso de desplazamiento  semántico, con el paso del tiempo se le llamó aguinaldo no sólo al obsequio apetecido, sino también a la canción utilizada como canal para solicitarlo.

Al explicar la idea contenida en el párrafo precedente, Julio Alberto Hernández no podía ser más explícito:

“Desde los primeros días del mes de diciembre, su alegre melodía llena de vibraciones los campos y ciudades, donde está unido a gente de toda edad y clase, imponiéndose en los bailes, conciertos y fiestas pascuales. Los músicos populares tienen la costumbre de ir a cantarlo a las puertas de las familias acomodadas, con miras a conseguir su aguinaldo (regalía) de nochebuena. Otras personas asaltan la casa del amigo donde se proyecta hacer la fiesta, que, de antemano está preparada con bebidas y el tradicional pavo o lechón asado” (Ob. cit., pág. 35)

La pieza poética que nos ocupa, “Cánticos”, está compuesta por ochenta versos cortos, octosílabos en su totalidad, (sólo en el verso final aparece la palabra arandela) distribuidos en veinte estrofas, en las cinco primeras de las cuales los protagonistas del aguinaldo se limitan a emitir un canto de alabanza al Niño Jesús, así como un mensaje de felicitación y buenos deseos a los dueños de la casa “multados” con el regalo de nochebuena: 

“Alabemos todos / al Niño Jesús,
que nació en Belén / y murió en la cruz.

También alabemos / con suma alegría,
a sus santos padres / San José y María.

Después de alabar / al Rey de los cielos,
con los de esta casa / nos entenderemos.

Y les cantaremos / de Dios con la gracia,
deseando a todos / muy felices pascuas.

Y un año feliz / con prosperidad,
salud y dinero / y felicidad”
 

En las estrofas que siguen, el autor pasa a describir el momento festivo o asunto central de la composición, merced al cual inserta esa aguda crítica social de inconfundible tono epigramático que tanto caracterizó a la mayor parte de las creaciones del entonces llamado “Cantor del Yaque”

 En las estrofas sexta, séptima y octava, el poeta crítica :

a) A LOS CHISMOSOS , prestos siempre a generar nocivos efectos con sus lenguas lacerantes: 

“Que el Niño Jesús / muy a bien lo tenga,
librarnos a todos / de las malas lenguas”

 
b) A LOS ENVIDIOSOS, siempre mortificados por el éxito ajeno: 

“Que los libre el Niño / de los envidiosos,
que hacen mala sangre / y viven rabiosos”

 
c) A LOS MALOS VECINOS, eternos perturbadores de la paz familiar: 

“Y los libre el cielo / de un vecino malo,
que es mucho peor / que un incendio al lado”

 
En las cuatro estrofas siguientes se nos anuncia mediante el empleo de términos o expresiones de gran valor sensorial que la cena o aguinaldo está casi a punto de comenzar: 

¡Señores, silencio! / que el sonido empieza,
de platos, cubiertos / y arreglos de mesa.

Por el agujero / de la cerradura,
ya se siente el bajo / a fritanga pura.

Y allá en la cocina / ruidos de sartenes,
que sacan del horno / pavos y pasteles”
 

Pues según señales / esta gente buena,
trata de obsequiar / con tamaña cena.

 
Los visitantes, excitados por la inminente presencia del manjar o plato deseado, muestran su desesperación y emiten un grito de indiscutible acento imperativo: 

“Así, pues, señores,
los dueños de casa,
abran ya sus puertas,
que el tiempo se pasa.”

 
A partir de este momento, el poeta retoma el tono crítico de sus versos, dirigiendo sus incisivos cuestionamientos a quienes asisten a las celebraciones y actividades festivas sin que hayan sido previamente invitados a las mismas: 

“Y al entrar señores / mucha precaución,
con los que se meten/ sin invitación.

Y en los aguinaldos / los pulpos nombrados,
se sientan primeros / que los invitados”

Y al ir a la mesa / los primeros son,
en comer de todo / con mucha ambición.

Y son los primeros / en damas sacar,
y hasta los registros / los suelen bailar”
 

La advertencia está hecha, el deseo por disfrutar la cena se incrementa y es, por tanto, hora de entrar a la casa:

Entremos señores / a esta honrada casa,
saludando a todos / y dando las gracias.

Y después de entrar / esa gente buena,
que no tarde mucho / en poner la cena.
 

El autor abandona el tono épico del relato para concluir sus famosos “Cánticos” con esta lírica exhortación: 

Así, pues señores,
sin más dilación,
entremos cantando,
arandelas son”

 
Con el paso de los años, algunos de los versos que conforman estos “Cánticos” de Juan Antonio Alix, específicamente los que integran las cuatro primeras estrofas, fueron musicalizados y se les anexaron otros que nada tienen que ver con la versión original de los versos que en los párrafos precedentes aparecen transcritos.
 
Entre esas estrofas agregadas o que no forman parte de las veinte más arriba comentadas, merecen citarse las siguientes: 

“Ábreme la puerta / que estoy en la calle
y dirá la gente / que esto es un desaire…

A las arandelas / a las arandelas,
a las arandelas / de mi corazón.

Allá dentro veo / un bulto tapao,
no sé si será / un lechón asao”

 
Se tratan, estas últimas, de estrofas cuyo autor por el momento se desconoce, razón por la cual habría que situarlas en el plano de lo folklórico.

 

 

LO QUE ES Y LO QUE PARECE EN EL USO DE LA LENGUA

Por: Domingo Caba Ramos

 1.  ¿Desafortunadamente o infortunadamente?

 

El falso juicio se ha masificado, propalado y repetido de manera tal que, indudablemente, ha alcanzado la categoría de auténtico mito:

«La palabra desafortunadamente no existe en español, porque no aparece en el diccionario. Por tanto, en su lugar debe usarse infortunadamente».

 Así reza el archidifundido y desacertado juicio.  En relación con una y otra voz, conviene aclarar lo siguiente:

 Afortunado
: es el participio regular del verbo afortunar. En tanto participio, el precitado verboide se comporta como un adjetivo y, según el Diccionario de la Real Academia, soporta los siguientes significados:

a)       Que tiene fortuna o buena suerte. 

b)      Que es resultado de la buena suerte. 

c)      Feliz, que produce felicidad o resulta de ella. 

d)       Oportuno, acertado, inspirado… 

De afortunado, procede otro adjetivo : desafortunado (“Carente de fortuna, desacertado, inoportuno..” ) y el adverbio modal afortunadamente (“Por fortuna, felizmente, de manera afortunada” ), el cual, a su vez, origina el también adverbio de modo desafortunadamente, voz prefijada de correcta estructura morfológica, y la que por los elementos léxicos que la conforman entraña los significados de no afortunado, por desgracia y lamentablemente : « Desafortunadamente, nada se puede hacer para salvarle la vida» 

Conforme a lo antes expuesto , no existen, pues, razones de naturaleza morfosintáctica y léxicosemántica que puedan justificar la no validez del término desafortunadamente, independientemente de que este aparezca o no registrado como entrada en el diccionario de la RAE, esto es, el hecho de no figurar en el precitado texto académico, de ningún modo significa que el susodicho adverbio sea inexistente o no forme parte del léxico activo del mundo hispanohablante.

 ¿Por qué no figura dicha voz en la versión general e impresa del DRAE?

La página Wikilengua aclara, a propósito, lo siguiente:

«El sufijo -mente sirve para formar adverbios, principalmente de modo, a partir adjetivos. Es un sufijo muy productivo y con él se forman palabras a menudo y con facilidad, aunque con ciertas restricciones… El DRAE solo recoge una selección de los derivados en mente, por lo que no incluye adverbios correctos como desafortunadamente o brevemente» (http://www.wikilengua.org/index.php/-mente)

La propia Real Academia Española, en su página de Twitter (RAE (@RAEinforma) establece que «El DRAE no recoge todos los derivados correctamente por economía de espacio, en especial los adverbios terminados en mente» Y al relacionar semánticamente uno y otro adverbio, lo docta corporación lingüística establece de manera escueta que «Ambos son igualmente correctos y de sentido equivalente». Esto quiere decir, que tan válido es el uso de infortunadamente como desafortunadamente.

 Por esa razón, y contrario a lo que podría pensarse de manera colectiva, no resulta extraño que en una de las actualizaciones de la versión en línea del diccionario, 2017, Edición Tricentenario (http://dle.rae.es/?id=CNPcYcG), la RAE haya incluido el término desafortunadamente con los siguientes significados:

a) «Por desgracia o lamentablemente»
 b) «Con poco acierto u oportunidad»


Infortunadamente, según el DRAE, significa «De manera infortunada o desgraciada» «Sin fortuna, con desgracia»

 Basta una simple comparación de los sentidos que soportan ambos términos, para concluir que uno y otro significan relativamente lo mismo (“desgraciadamente, lamentablemente, no afortunado…”). Ambas formas, como bien lo prescribe la RAE, son sinónimas y gramáticamente correctas.

2.    ¿Primeramente o en primer lugar?

En cuanto a la voz “primeramente”, se plantea el mismo mito o falso concepto, lamentablemente repetido y difundido hasta por profesores de lengua española. Se trata, “primeramente”, de una voz que en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) se registra como adverbio de tiempo o de orden. En este texto se consignan también los términos “segundamente, terceramente y cuartamente”; pero se aclara que están en desuso.

Como adverbio de tiempo, “primeramente” significa “previamente, anticipadamente, antes de todo”, y con este valor tiene como correlatos o términos alternativos los adverbios “últimamente” y “finalmente”.   Esto significa que la acción que no se realizó primeramente, fue porque se ejecutó últimamente o finalmente:

 «Tan pronto llegamos al campo “primeramente” fuimos a la casa de nuestros abuelos».

 Como adverbio de orden, se utiliza para introducir el primer elemento de una enumeración o de una serie discursiva. Sus correspondientes correlatos son: en primer lugar, en segundo lugar, en tercer lugar, etc.:

 «Ellos, "primeramente" analizaron las causas del desastre; luego, estudiaron los efectos; finalmente, emitieron las conclusiones»

En ocasiones, el adverbio “primeramente”   puede presentarse como único elemento, sin correlato, para resaltar la importancia del segmento que aparece a continuación:

«Yo creo que tú, antes de hablar, “primeramente" conviene que investigue sobre el tema».

En este caso, "primeramente" se usa con el significado de “principalmente”, y como puede apreciarse, no introduce el primer miembro de una enumeración ni funciona como nexo entre las distintas partes que conforman el texto.

En conclusión,  los conceptos antes expresados resultan  más que ilustrativos para reiterar que se trata de un falso concepto o mito gramatical el tan propalado argumento de que no debemos decir "primeramente" porque no existe "segundamente”, "terceramente", etc.


miércoles, 8 de diciembre de 2021

LAS VIVENCIAS DE RAMON DE LUNA (*)

Por : Domingo Caba Ramos.
                                                                       Domingo Caba Ramos

En mi mente, el nombre del periodista y veterano locutor Ramón de Luna está íntimamente asociado a los dorados años de mi infancia. Junto a su esposa Minucha, producía todos los días, durante el mes de diciembre, un programa radial llamado El rey Melchor y su secretaria Minucha. Se trasmitía en las primeras horas de la noche y cuan indescriptible era la emoción que asaltaba el alma de los menores cuando escuchábamos el sonido del motor de la nave en la que supuestamente el rey Melchor descendía a la tierra para conversar y leer las cartas que los niños le remitían. Las cartas, naturalmente, eran leídas por su atenta secretaria.

Nuestra inolvidable madre, amorosa como siempre, estaba siempre muy pendiente a sintonizar la emisora por donde se difundía el popularísimo programa, con tal de que sus hijos no dejaran de escucharlo. Creo, sin temor a equivocarme, que ella lo disfrutaba igual o más que sus inocentes retoños. Para entonces, los niños todavía creíamos que los Reyes Magos “ponían” y, merced a esta creencia, el referido programa contribuía grandemente a poblar nuestras mentes infantiles de las más tiernas, agradables y fantásticas imágenes. Cómo no recordar aquella exclamativa frase en la que el rey, para expresar el cansancio que le produjo el viaje, le decía a su amable secretaria: «¡Ay caramba Minuchita!».

Pero no sólo a los años de mi infancia. Más que a éstos, el nombre de Ramón de Luna está estrechamente vinculado a mis años juveniles, y, muy particularmente a mi tiempo de estudios del nivel medio en el Liceo Domingo Faustino Sarmiento, de la ciudad de Moca, durante el período de los famosos doce años de gobierno que encabezó el doctor Joaquín Balaguer , tiempo en el que la represión política que ejerció el referido gobierno en contra de sus adversarios estaba en  pleno apogeo. Época en la que ser joven constituía un gran peligro, mucho más si era estudiante, por cuanto para los miembros de la Policía Nacional y otros organismos de seguridad del Estado, ser estudiante era lo mismo que ser comunista. Y ser comunista equivalía a ser enemigo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, como bien rezaba en un mensaje que se exhibía en todos los recintos militares y policiales del país.

En semejante panorama los apresamientos, torturas, persecuciones y desapariciones, no sólo de líderes estudiantiles, sino de otros líderes nacionales, eran mucho más que comunes o constituían, como dice el pueblo, “el pan nuestro de cada día”.

En medio de tan tétrica realidad, una voz, como la del Fray Antón de Montesinos de los nuevos tiempos, tronaba todos los días, de lunes a viernes, a las doce meridiano, no desde las alturas del púlpito, como procedió en aquel histórico y famoso sermón de Adviento el fogoso cura dominico antes mencionado, sino desde la tribuna combativa de La situación mundial, para condenar el crimen de Estado, las injusticias sociales, el irrespeto a los derechos humanos y el terror político imperante en la República Dominicana.

Esa voz grave, modulada, valiente y desafiante retumbaba, cual grito de guerra, en todos los hogares de la región del Cibao. Y gracias a ella fueron muchos los que lograron salir de la cárcel, preservar sus vidas y evitar que se les persiguiera. Esa voz, a la que hasta ahora nos hemos referido, tenía un nombre: don Ramón de Luna. Y el programa, a través del cual diariamente se escuchaba, también tenía su nombre: La situación mundial.
                                                                        Don Ramón de Luna

Activo en el aire desde el 15 de octubre 1965 hasta el año 1986, La situación mundial se convirtió en un programa irrepetible, único en su género. Un proyecto noticioso cuyo nivel de audiencia difícilmente sea superado en nuestro país. A la hora en que se producía, en la mayoría de los hogares no se escuchaba otro programa, y eso fue posible gracias al alto grado de credibilidad por el que dicho espacio siempre se caracterizó. La gran masa de radioyentes confiaba y creía en lo que se decía a través de La situación mundial, porque el pueblo estaba convencido de que su director era un ser incorruptible y había dado muestras fehacientes de su honestidad y de que no vendía su voz, su pluma y su silencio.

Acerca del muy popular programa, en su libro Mis 50 años en la radio, página 61, apunta  don Ramón de Luna lo siguiente:

"La situación mundial se mantenía como espacio noticioso en donde la verdad no se decía a medias. Además, el noticiero se había convertido en el paño de lágrimas de cuanto perseguido político acudía a sus productores. Tenía una credibilidad casi absoluta y una audiencia jamás lograda por otro noticiero. En los barrios y campos La situación mundial imponía la audiencia, tanto así que “era un solo radio”. El vecino lo tenía sintonizado, y el otro vecino, y el otro, y el otro… "

El programa lo realizaba su productor en compañía de su esposa, doña Minucha Pezzotti de Luna, posiblemente, o sin posible, la voz más tierna, dulce y melodiosa de la radio dominicana.

Era La situación mundial una tribuna de denuncias sobre los desmanes y atropellos cometidos por el régimen balaguerista. Era la voz de los sin voz y el abogado de las víctimas de esos atropellos. Sus editoriales constituían verdaderos cantos que clamaban redención, justicia y libertad y condenaban los abusos, la tiranía y la opresión. Cantos que contribuyeron grandemente a despertar conciencia política entre todos los ciudadanos y, de manera muy particular, entre los jóvenes de entonces.

Como un milagro podría considerarse el hecho de que el periodista de Luna haya podido escapársele a la muerte en un momento en el que la más alta autoridad de la nación no perdonaba las disensiones ni las críticas del pueblo y, muy particularmente, si éstas provenían de la prensa nacional. Los horrendos crímenes de que fueron víctimas el periodista Orlando Martínez y el profesor universitario Narciso González (Narcisazo) constituyen ejemplos más que ilustradores.

Pero aparte de su contenido sociopolítico, muchos de esos editoriales bien podían considerarse verdaderas piezas poéticas, cuyas lecturas despertaban las más diversas sensaciones y sentimientos, especialmente cuando el autor, con su grave voz y estilo inconfundible, los leía utilizando como fondo sonoro los acordes de una clásica pieza instrumental.

De esa manera fue don Ramón conformando poco a poco una bien ganada reputación de hombre íntegro que le concitó respeto y admiración tanto en el Cibao como en el resto del país. Así se fue convirtiendo en lo que fue y continúa siendo: un símbolo, un auténtico y verdadero símbolo. Un símbolo del honor. Un símbolo de la radiodifusión nacional. Un símbolo de la comunicación en general y de la locución en particular. Un símbolo de la honestidad y del decoro. Un símbolo de la prudencia y la decencia. Un símbolo de la lucha militante en pos de los mejores intereses de nuestro país. Un símbolo, en fin, del ciudadano ejemplar.

Para los jóvenes, Ramón de Luna era como una especie de cómplice desconocido, nuestro referente, nuestro ídolo, el ejemplo a seguir. Sentíamos que nuestras inquietudes eran canalizadas y solidariamente compartidas por él. Por eso comenzamos a respetarlo, apreciarlo y admirarlo. Un respeto, aprecio y admiración que, a pesar del paso de los años, aún se mantiene.

Hijo de padre de origen mocano, Emilio Ramón de Luna, y madre seibana, Bélgica María Peguero, Ramón de Luna Peguero nació en El Seibo, República Dominicana, el 6 de febrero de 1932. Por los orígenes geográficos de sus progenitores, a nadie ha de extrañar la valentía y espíritu reivindicativo que siempre ha caracterizado al experimentado locutor, vale decir, por la tradición de lucha de Moca y El Seibo, él arrastra consigo el heroísmo del mocano y el espíritu combativo del seibano.

En 1947 se inició como locutor en San Pedro de Macorís y cuatro años después decide abandonar la Sultana del Este para radicarse en Santiago de los Caballeros, ciudad en la que muy pronto conoció a su hoy adorada esposa y también afamada locutora, doña Minucha, una de las voces de más agradable timbre de la radio nacional.

En la locución ha ejercido como locutor noticioso, maestro de ceremonias, narrador deportivo, locutor musical y comentarista de radio y televisión. En fin, ha incursionado en casi todas las ramas de este noble oficio.

Defensor radical de los derechos humanos y las libertades públicas, el tercer hijo de doña Bélgica y don Emilio fue víctima de persecuciones, amenazas y apresamientos tanto en los años de la dictadura que encabezó Rafael Leonidas Trujillo como en los famosos doce años de represión encabezados por Joaquín Balaguer. Su hoy desaparecido programa La situación mundial se convirtió, durante este período, en la más escuchada, contundente y valiente voz de denuncia y protesta que medio alguno haya podido levantar en nuestro país para criticar acciones irregulares cometidas en un determinado período de gobierno. Acerca de él, escribió el destacado académico, Dr. Carlos Dobal, en el prólogo al libro Mis 50 años en la radio:

"Él es un ser íntegro, incorruptible y seguro de sí mismo, fiel a sus principios, que responde a una trayectoria vital que pretende ser ejemplo para sus conciudadanos. Despojado de todo falso orgullo y de toda superflua vanidad, se siente seguro de la posición asumida ante las distintas circunstancias históricas y graves devenires procesares que él ha afrontado con el valor y la sencillez de la estampa clásica del hombre dominicano."

 Eso es don Ramón de Luna: un locutor de verdad y un ejemplar y digno ciudadano a quien todos admiramos y respetamos por su capacidad, sencillez y honestidad. Es Ramón de Luna el ejemplo a seguir o el espejo en donde cotidianamente deberían mirarse las nuevas generaciones de locutores y otros comunicadores sociales.

En 1998 puso en circulación Mis 50 años en la radio, un libro que, al decir de Carlos Dobal, se trata de “un compendio que recoge organizadamente la historia bien vivida, sentida, gozada y sufrida de un hombre que desde la cima de su existencia quiere dejar testimonio para el futuro”. (Ídem. Pág. 7).

Esta vez don Ramón da a la luz pública una nueva e importante obra: Vivencias, la cual no es más que la continuación o parte última de la primera, como bien lo especifica el propio autor en las líneas introductorias, al afirmar que “El libro que hoy llega a vuestras manos es una humilde obra que vendría a ser una segunda edición de Mis 50 años en la radio, que vio la luz pública en el 1998”.

Indudablemente que don Ramón de Luna tiene mucho que contar, no sólo por lo dilatada que relativamente ha sido su existencia, sino por su condición de protagonista en procesos importantes de la vida nacional, y porque su más de medio siglo en el mundo de la comunicación le han permitido establecer contactos con personalidades destacadas en los diferentes ámbitos de la sociedad, y ser testigo fiel de múltiples experiencias de alta repercusión social. Porque ¿qué son las experiencias, sino vivencias, como él, acertadamente, tituló el presente libro?

Y lo mismo que Mis 50 años en la radio, su primer libro, el que el lector tiene ahora en sus manos, Vivencias, de eso trata, de la historia bien vivida, sentida y sufrida de un comunicador social que ha hecho del servicio, el culto a los valores y el bien social su filosofía de vida.

Aborda este valioso texto aspectos relevantes de la vida del autor, los cuales versan sobre sus relaciones familiares, amigos y compañeros de trabajo, su labor periodística, política, hechos y circunstancias. Y a cada uno de esos aspectos le reserva un capítulo especial: A su padre, don Emilio, y a su madre, doña Bélgica; a sus hermanos, vecinos, amigos y relacionados; a sus seres queridos ya fallecidos; a los primeros locutores y estaciones de radio de Santiago; al SIM (Servicio de Inteligencia Militar); a los Panfleteros de Santiago; a Huchi Lora y La hora del café; a sus andanzas por el pico Duarte; a sus viajes por América y Europa; a su labor de reforestación en la cordillera Central; a su intercambio de correspondencias con líderes políticos y empresariales, tales como Jacobo Majluta, don José León y don Poppy Bermúdez; a su llegada a la ciudad de Santiago; a sus problemas con los gobiernos de Trujillo y Balaguer y, por supuesto, a su programa de noticias La situación mundial y su adorada esposa, doña Minucha, entre otros.


La impresión de don Ramón acerca de la mujer con la cual lleva cincuenta y seis años casados no podía entrañar más ternura y amor:

"Minucha, compañera que ha estado a mi lado en las buenas y en las malas, no podía faltar en estas Vivencias. No sé quién sobrevivirá a quién. El Señor dirá, pero debo reconocer aquí que la vida a su lado ha sido más llevadera y feliz. Ella ha sido parte muy importante en mi vida"

Así apunta el enamorado esposo con afecto inigualable. Juicios como los antes citados ponen de manifiesto la dimensión humana y los nobles sentimientos que se aposentan en el corazón de este ser humano de virtudes excepcionales.

En la relación de las experiencias que conforman el vasto horizonte vivencial de don Ramón de Luna no podía faltar el nombre de Refugiado, uno de los tantos perros que habitan la casa del comunicador. Tiene por costumbre el afectuoso animalito adelantar la marcha para llegar primero que su amo a la casa del vecino hacia la cual ambos se dirigen. En el vecindario, por esa celosa y flanqueadora práctica, han bautizado al perro con el pintoresco y sugerente nombre de “Pepe Goico”, por aquello de la “avanzada presidencial”.

Don Ramón, en sus Vivencias, vale reiterarlo, describe los hechos y acontecimientos que ha vivido como protagonista o como testigo, y eso inscribe el libro en el género de las memorias, un género escasamente cultivado en nuestro país y otras partes del mundo hispánico, razón por la cual, tanto en la literatura dominicana como hispanoamericana, son muy pocos los títulos que se registran al respecto.

Con la publicación de esta obra, su autor ha procedido al margen de esa apática tradición, con la intención de ofertarles a las presentes y futuras generaciones un testimonio de vida, hecho éste sumamente importante, por cuanto sólo así podríamos aproximarnos al verdadero ser que se oculta tras un nombre y descubrir las luces que iluminan su existencia.

Vale la pena leer estas Vivencias. Vale la pena seguir la trayectoria o conocer la ruta recorrida por un hombre de quien la sociedad, dentro y fuera de Santiago, tan buenos aportes ha recibido, y a quien esa misma sociedad tiene tanto que agradecerle. Vale la pena leer este libro, porque sólo de esa manera es posible conocer la grandeza interior de su autor.

Sirvan las notas que integran este prólogo como la más sincera muestra de respeto y admiración por un ciudadano cuya voz y pluma siempre han estado al servicio de los mejores intereses de la patria. Un comunicador que tanto ha luchado para que en su país se respeten los derechos humanos, impere la justicia social, el respeto a la ley y la igualdad entre todos los dominicanos.


(*) - Prólogo al libro Vivencias del destacado periodista y locutor Ramón de Luna, leído en la puesta en circulación en la sala Julio Alberto Hernández del Gran Teatro del Cibao el 29 de febrero del 2012.