Por :
Domingo Caba Ramos.
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«Nada ni
nadie de lo que nace y crece en este pedazo de isla (R.D.), sirve o creemos que
no sirve. El trópico nos hace haraganes. El tanino del plátano nos embrutece
manchando nuestras circunvoluciones cerebrales. Un viejo profesor nos decía que
si Newton hubiese sido dominicano, en lugar de descubrir la ley de gravedad al
ver caer la manzana del árbol, se hubiese comido la fruta y no hubiese
descubierto nada»
(Antonio
Zaglul).
La identidad
nacional implica necesariamente una clara identificación con los rasgos
culturales del país de que se trate. En tal virtud, las personas muestran y
expresan sus sentimientos de orgullo y satisfacción por el entorno social y
nacional que las rodea. La valoración del significado de la identidad nacional
puede realizarse desde dos perspectivas diferentes: exagerándola y
disminuyéndola.
El primer
caso se produce cuando los habitantes de un pueblo o nación consideran que los
rasgos que tipifican su cultura son superiores a los de otros territorios. Y en
el segundo caso se inscriben todos aquellos nacionales que imbuidos por un
patológico complejo de inferioridad entienden lo contrario, vale decir, que
todo cuanto se relaciona con sus raíces, carece por completo de sustancia,
importancia y calidad. Es lo que sucede, por ejemplo, en la República
Dominicana: lo dominicano o todo lo que guarde relación con el paisaje local se
infravalora o subestima, en tanto que se supervalora o se le rinde un culto
casi sacrosanto a todo lo que nos parezca exótico o extranjero.
Por
momentos parecería que el dominicano promedio carece de ese sentimiento de
identidad que ata al sujeto a sus raíces, a su paisaje, a sus valores
esenciales y que lo lleva a sentir orgullo por todo lo que se relacione con su
lar nativo. Para convencerse de esto, basta leer la siguiente anécdota relatada
en su libro “Apuntes” (1974:105) por el eminente siquiatra dominicano, Dr.
Antonio Zaglul:
«En
Puerto Príncipe, en un pequeño supermercado, una señora compraba unos dulces
muy deliciosos. Ya los había probado, y me los recomendaba por lo bueno y
barato que estaban. Le enseñé el papelito de celofán de uno que decía:
“Fabricado en República Dominicana”. Inmediatamente se enteró que los dulces
eran compatriotas de ella, los dejó»
1. La
lengua: espejo de la identidad
La lengua
ha sido definida como el sistema de signos convencionales empleados por una
comunidad para entenderse. Su función fundamental es la comunicación y, en tal
virtud, se considera como el símbolo por excelencia o la más auténtica
expresión de la identidad nacional. Se trata del rasgo de la cultura que mejor
ata o vincula al individuo con su medio. Tan íntima es la relación lengua –
nación que el destacado escritor español, Arturo Pérez Reverte, ha dicho
aquello de que “Nuestra patria es la lengua española”, mientras que la Academia
Dominicana de la lengua exhibe en su lema institucional un mensaje bastante
parecido al establecer que “La lengua es la patria”
La
lengua, entonces, se nos presenta como la base de la construcción y expresión
de la cultura de sus usuarios, así como el más fiel retrato de esa personal
visión del mundo que nos define y caracteriza como nación
2. La
identidad lingüística de los dominicanos
Cuando se
entra en contacto con el español hablado en la República Dominicana, todo lo
previamente expresado acerca de la función de la lengua como expresión de la
cultura e identidad nacional, parece esfumarse. Ello así, porque en una amplia
franja de la población aún persiste la idea, insostenible desde el punto de
vista científico, de que la lengua hablada por los habitantes de este país es
inferior a la utilizada en otras zonas del mundo hispánico, y más inferior
todavía al inglés o lengua del poderoso imperio del norte, Estados Unidos. Se
piensa que esta lengua, el inglés, es superior al español y símbolo de
distinción, susceptible, por consiguiente, de ser imitada, por cuanto prestigia
también a quien la habla.
Semejante
visión conduce a muchos de los nacidos en la patria de Juan Pablo Duarte a
preferir el uso de anglicismos y rechazar, por considerarlas carentes de valor,
formas expresivas características del habla dominicana. Al respecto, el
profesor y destacado lingüista dominicano, Orlando Alba, sostiene lo siguiente:
«... el valor
objetivo de una lengua se determina de acuerdo con el cumplimiento o no de la
función comunicativa que debe desempeñar. En consecuencia, si el español
hablado por los dominicanos, por ejemplo, les permite entender y darse a
entender satisfactoriamente, hay que concluir que ese instrumento es tan
eficaz, tan valioso y tan ‘bueno’ como otros... Por otra parte, las lenguas no
constituyen entidades éticas, que se convierten en objetos de evaluación moral.
De ahí que en sentido estricto, no se les aplican calificativos como bueno,
malo, puro, impuro, como se hace con una persona. Tampoco son entes estéticos,
susceptibles de ser catalogados de feos, bonitos, elegantes, hermosos, según se
puede decir de una pintura o de un paisaje» (209: 14)
En su
libro Lengua y nacionalismo (1987), el lingüista y académico, Rafael González
Tirado, afirma al respecto que muchos dominicanos sufren de un complejo de
inferioridad lingüística que hace que prefieran formas no hispánicas por
considerarlas más prestigiosas que las hispánicas, y que por esa razón en el
país asumen con tanta facilidad préstamos lingüísticos procedentes del inglés,
tanto en el habla popular como en las crónicas deportivas y en la prensa
escrita. Semejante complejo, según dicho autor, está fundamentado en la falsa
creencia de que el inglés es superior al español.
Por eso
en el habla dominicana la presencia de voces y construcciones ánglicas es mucho
más que abundante : roster, boy scout, line up, home, out, bleacher, freezer,
hot dog, box spring, sandwich, lonchar, coffe, coffee break, jelou, babai, bai,
okey, night club, set, happy, hobby, smoking, happy hour, Sex –appeal, full,
size, ,money order, close-up, baby, background, moni, nice, closet, Santo
Domingo Motors, Alfonso’s decoraciones, Adri’s productions, Peña muebles,
D’Daniela Eventos
Se
destaca en los nombres de los establecimientos comerciales que aparecen más
arriba, el uso del apóstrofo y la s seguida, estructura propia de la sintaxis
inglesa, empleada por los comerciantes dominicanos con el fin de imprimirles a
sus negocios mayor distinción, ya que de esa forma los vinculan fonéticamente a
los que operan en los distintos pueblos o zonas de los Estados Unidos.
(Publicado en Diario Libre 11/10/2019)
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