Juan Pablo Duarte nació en Santo Domingo el 26 de enero de 1813. José Martí nació en otra isla del Caribe, Cuba, el 28 de enero de 1853. Duarte es el padre de independencia dominicana. Martí lo es de la independencia de Cuba. La dignidad, el sacrificio, el desprendimiento de los bienes materiales, su demostrado patriotismo y su lucha constante por la liberación de sus respectivos pueblos fueron rasgos comunes a estos dos héroes antillanos. Uno y otro fueron patriotas de verdad o héroes auténticos, en cuyas mentes solo un pensamiento latía: ver libre y transitando por las sendas del progreso a sus adoradas patrias.
Martí fue también poeta, precursor del Modernismo y uno de los escritores representativos de la literatura hispanoamericana. De una de sus obras, “La Edad de oro”, transcribo dos fragmentos, el segundo de ellos bastante aleccionador, en un momento en que la conducta indecorosa parece corroer los cimientos morales de la sociedad dominicana.
“La Edad de oro”, fue una revista mensual publicada por Martí para los niños de América. Se trató de una publicación contentiva de mensajes pletóricos de humanos y constructivos mensajes, incluidos en textos tales como cuentos, ensayos y poesías. Solo circularon cuatro números, más tarde recogidos y publicados como libro con el mismo título de la revista. Se trata de un libro que todos los maestros en la escuela, y todos los padres en el hogar deberían leer y comentar con sus niños. Entre otras ideas, afirma Martí lo siguiente:
1. «Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante… »
2. «Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados. Estos tres hombres son sagrados: Bolívar, de Venezuela; San Martín, del Río de la Plata; Hidalgo, de México. Se les deben perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas. Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz»
3. «Libertad es el derecho que todo hombre tiene a
ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se
atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a
un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre
honrado. Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que
pisen el país en que nació no es un
hombre honrado. El niño, desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve,
debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez, debe trabajar
porque puedan ser honrados todos los hombres, y debe ser un hombre honrado. El
niño que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir,
sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un bribón,
y está en camino de ser bribon.Hay hombres que son peores que
las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para vivir dichosas: el
elefante no quiere tener hijos cuando vive preso: la llama del Perú se echa en
la tierra y se muere, cuando el indio le habla con rudeza, o le pone más carga
de la que puede soportar. El hombre debe ser, por lo menos, tan decoroso como
el elefante y como la llama»
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