(Al mi maestro y lingüista, Dr. Celso Benavides – In Memoriam)
Por: Domingo Caba Ramos.
Pienso que
a pesar de lo mucho que en la República Dominicana hemos avanzado en el orden material,
científico y tecnológico, nuestro país continúa siendo una aldea.
Pienso que
a pesar del Metro, la red de internet,
las imponentes torres arquitectónicas,
la exorbitante cantidad de publicaciones periódicas y canales de
televisión, de ser el nuestro uno de los países de América con más
universidades y el primero en usar teléfonos celulares (1987), la conducta y
creencias del dominicano promedio están
matizadas por visibles rasgos aldeanos.
Pienso,
finalmente, que hasta el más desarrollado de nuestros grandes centros urbanos,
bien podríamos considerarlo, con las palabras de don Héctor Inchaustegui Cabral, como una “Ciudad Rural”. Talvez sea esta una de las
principales razones que conducen a los hablantes dominicanos a denominar su
realidad valiéndose de
comparaciones mediante el uso de
imágenes, símiles y metáforas lexicalizadas que aluden al mundo animal y
vegetal.
A muchas de
esas construcciones comparativas, vale confesarlo, no les encontramos
explicación o coherencia lógica desde el punto de vista semántico; pero
independientemente de esto, lo cierto es que tales formas expresivas forman parte de nuestro repertorio
lingüístico, razón por la cual los dominicoparlantes, sin exceptuar niveles
socioculturales, las utilizamos en nuestra diaria conversación. El español
dominicano lo describimos en tal virtud como lengua fáunica, zoológica,
botánica o vegetariana. Algunos ejemplos valdrían a modo de ilustración.
Una acción
ejecutada con celeridad o prontitud es, en nuestro país, un acto realizado “en lo que dicen berenjena” (Y
a propósito de berenjena, resulta
extraño y un tanto curioso que esta palabra, formada por cuatro sílabas, sea
empleada como símbolo de rapidez, a sabiendas de que existen otras que por
estar constituidas por una o dos sílabas se pronuncian mucho más rápido)
_« Ya no te quiero,
por tanto, me importa un “pepino” lo que hagas con tu vida…»… - le dice Andrómeda a su esposo
Bernabé. (No sé por qué siempre tiene
que ser un pepino lo que nunca importa, y no un melón, un limón, un tomate,
etc.)
Incurrir en sacrificios en pos de la
supervivencia es lo mismo que guayar la “yuca”.
Ser dichoso es nacer como la “auyama”
Una mujer bella y elegante es un “tronco”
de hembra. Sorprender en una acción a quien procede en forma inadvertida es
atraparlo asando “batata”. Molestarse
o ser afectado por un sentimiento de intensa ira es ponerse como un “ají”
o rojo como un “tomate”.
Desplomarse al suelo de repente es caerse como una “guanábana”.
El más
antiguo miembro de una institución, más que un ser humano es un viejo “roble”. Del anciano que luce fuerte y
vigoroso se dirá que está como un “campeche”,
en tanto que se denominará “ñame” a
todo ser racional que en su comportamiento muestre signos de torpeza y
brutalidad. (Tampoco entiendo por qué se
insiste en presentar a nuestro jugoso ñame tropical como símbolo de torpeza y
falta de inteligencia)
Contestarle
firmemente a alguien, destacando las
razones y verdades que este no
desearía escuchar es, sencillamente, mandarlo a freír “tuzas”. Enfrentar un
problema en forma superficial equivale a
tratarlo por la “rama”. Y para resaltar la imposibilidad de superar
el problema de conducta no corregido en la infancia, el botánico refrán no
se hace esperar: “Árbol que nace torcido jamás sus ramas
endereza”
Cuando se
encuentre en círculos de amigos, sin importar, vale reiterarlo, la clase social
a que pertenezcan, preste mucha atención a las intervenciones de cada uno y posiblemente
escuchará expresiones como las siguientes:
a) -“¡Diablo, qué ‘vaina’…! mientras los funcionarios están en las ‘papas’, el pueblo sigue guayando la
‘yuca…’”
b) -“Al senador Winston Guerrero se le
ha puesto la ‘piña’ agria. Están
pagando diez millones por su cabeza y un general acaba de demandarlo por
difamación. La verdad es que ese tipo no es ‘manguito’ ni mucho menos un ‘maíz’:
para echarle la ‘cuaba’ o acusar al gobernador, al fiscal y al
comandante de la policía de Baní de proteger a los narcotraficantes en esta
zona, hay que ser muy valiente. Los acusados no son chivitos jarto e ‘jobos’ ”…
c) -“No me desprecies y olvides que de
cualquier ‘yagua’ vieja sale tremendo
alacrán”
d) -“Pensé – dice Rufo, el Bichán – que
la novia de mi amigo Eustaquio era otra cosa; pero es un ‘fleco’ viejo y con unos ‘calabazos’…”
Y para
indicar que una realidad, aunque desafortunada tenemos que aceptarla, la
frase utilizada no podía ser menos
vegetariana y folklórica:
“El ‘tabaco’ es fuerte, pero que fumárselo…”
El mundo
animal, igual o talvez más que el vegetal, está permanentemente presente en el
habla popular dominicana. Esta se nos presenta pletórica de referencias
zoológicas que en forma figurada aluden a las más diversas manifestaciones de
la vida nacional. Así se pone de manifiesto
en otro parlamento, protagonizado esta vez por nuestro pintoresco y ya
mencionado personaje, Rufo, el Bichán:
« Al barrio ha
llegado un tipo que priva en bichán y “león”. Parece que él no sabe que aquí
el único “león” y bichán soy yo, Rufo, el “caballo”, el “toro” y
verdadero “pato” macho del barrio. Me
informan – continúa
Rufo – que al carajo ese, parece que yo
no le caigo bien; pero más le vale que no choque conmigo, pues él debe saber
que frente a mí no es más que un simple “pollito”,
que aunque priva en “tíguere”, todo
el mundo dice que es un “bobo” viejo,
más pendejo que una “gallina”, y
cuando lo atacan, corre más que una “guinea”.
Que de la guardia lo botaron por “gato”
e irresponsable, ya que acostumbraba a salir de “lechuza” o abandonar su trabajo sin el permiso de sus superiores.
Por eso, si me sigue provocando, le daré una paliza que lo pondré a ver “animitas” y muerto ese “abejón”»
Pero no sólo son fáunicas o zoológicas en el español dominicano las voces puestas en boca del precitado, barrial y folklórico personaje.
En nuestro país le llaman ‘perro’ a una persona si es odiosa o poco cortés; ‘puerco’, si es antihigiénica; ‘gato’, al ladrón; ‘burro ’, al iletrado o a quien actúa en forma terca e irracional; ‘chivo o culebro’, a quien da muestras de sospecha y desconfianza, o procede de manera esquiva frente a los demás; ‘avispa y cacata’, a la mujer conflictiva, de espíritu bélico o muy dada al pleito; ‘pato’, a quien muestra destrezas al nadar; ‘gallina’, a las personas cobardes ;‘cotorra’, a quien habla demasiado; ‘mono’ o ‘mona’ , al hombre mujer feos o desprovistos de atractivos físicos, ‘pichón’, al joven inexperto; ‘zorro’, al muy astuto, ‘tiguerito’, al niño travieso o de reducida edad , y ‘pájaro’ al hombre homosexual o afeminado.
“¿Por qué los dominicanos hablamos así, tan diferentes a los hablantes de otros países americanos?” – me preguntó en una ocasión, bastante inquieta, una amiga y ejecutiva bancaria de la ciudad de Santiago.
Tales
formas de expresión – le respondí
- forman parte de las numerosas variantes dialectales propias del dialecto
dominicano. Este dialecto, en su vinculación con el español de América y el
español peninsular, comparte una serie de rasgos lingüísticos comunes que
permiten el entendimiento, la comprensión y la intercomunicación entre los
hablantes de los países del llamado mundo hispánico; pero al mismo tiempo, y
como parte de su proceso evolutivo, poco a poco va creando sus particulares
giros expresivos, los cuales, en última instancia, se constituyen en sus rasgos
diferenciadores. De ahí que no siempre un mismo término soporte igual
significado en todas las comunidades hispanohablantes. Como bien aparece
consignado en la muy famosa copla del no menos famoso son cubano:
«En Cuba merengues hacemos,
sancochados en una paila,
lo que en Quisqueya se baila,
en Cuba nos lo comemos…»
La explicación es bastante sencilla: para los cubanos, merengue es un dulce especial elaborado con azúcar y clara de huevo, mientras que para los dominicanos no es más que su principal ritmo folklórico.
Lo cierto es que así se comporta nuestra lengua o variante dialectal llamada español dominicano:desde que empezamos a hablarla, comenzamos a pasear la flora y la fauna dominicana por los senderos comunicativos de nuestra cotidiana práctica lingüística.
sancochados en una paila,
lo que en Quisqueya se baila,
en Cuba nos lo comemos…»
La explicación es bastante sencilla: para los cubanos, merengue es un dulce especial elaborado con azúcar y clara de huevo, mientras que para los dominicanos no es más que su principal ritmo folklórico.
Lo cierto es que así se comporta nuestra lengua o variante dialectal llamada español dominicano:desde que empezamos a hablarla, comenzamos a pasear la flora y la fauna dominicana por los senderos comunicativos de nuestra cotidiana práctica lingüística.
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