Por : Domingo Caba Ramos
Con el
título de «¿El merengue se bailó descalzo
y con machete?» (Diario Libre,3/9/2025), acabo de leer un artículo escrito
por el sociólogo y comunicador Juan Cruz Trifolio, el cual me pareció sumamente
importante, tanto por su claridad expositiva como por la relevancia del tema
tratado. Versa dicho trabajo periodístico acerca de la falsa idea que en
nuestro país se tiene, y que falsamente se le ha transmitido al mundo,
consistente en que el campesino dominicano baila o bailó nuestro merengue
típico (“perico ripiao”) descalzo y
con machete al cinto. Y yo les agregaría a estos atuendos: con pantalones
remangados y sombreros de cana, los hombres; y con un voluminoso vestido
multicolores y turbante o paño en la cabeza, las mujeres, que en nada
representa el traje típico dominicano.
El texto del
conocido comunicador atrapó mi atención, por cuanto alude a un fenómeno de la
cultura dominicana que, por la distorsión que entraña su expresión, siempre ha despertado
mi curiosidad e interés, y originado que, en contextos académicos, yo lo haya
colocado con muchas frecuencias en la mesa de discusión. A tono con este decir,
valoro los juicios de autores tan autorizados como Fadrique Lizardo y Rafael
Solano, citados por Trifolio, quienes coinciden al señalar que "La representación gráfica para fines turísticos del
campesino bailando el merengue,
descalzo, con machete a la cintura y sombrero puesto, es falsa".
Y es falsa,
reafirmo yo; porque como bien lo establecen dichos autores, según lo expone
Cruz Trifolio, a mí me consta, por experiencias vividas, que realmente «Los campesinos cibaeños asistían a sus bailes dominicales de
enramada…vestidos con sus mejores galas, las mujeres con zapatos de tacón bajo
y los hombres con zapatos o alpargatas». Nunca, agrego yo, descalzos.
Proyectar,
entonces, la imagen de unos bailadores campesinos provistos de un “faldón” multicolor,
descalza y un “turbante” de adorno en la cabeza (las damas), y un pantalón remangado,
sombrero de cana y “colín “dentro de una baqueta y sujeto a la cintura (los caballeros)
es presentarles a los turistas que nos visitan y a la actual y futuras
generaciones de dominicanos, una imagen distorsionada de la identidad cultural
del pueblo dominicano.
El merengue
típico siempre ha tenido mayor cultivo y difusión en los campos del Cibao. Yo
nací en las entrañas de un campo cibaeño perteneciente al municipio de Moca.
Cuando niño me acercaba tímidamente a los locales adonde se tocaba “perico
ripiao”. Y que yo recuerde, nunca, nunca vi a mis vecinos mayores proyectar,
mientras bailaban, tal imagen gráfica. Ya un joven, participé en bailes típicos
en otros pueblos del Cibao, e igualmente no recuerdo haber visto a ningún
bailador con semejante perfil.
Vale aclarar
que nuestros hombres del campo solo usaban sombreros de cana cuando realizaban
sus faenas agrícolas, jamás en una fiesta. En las galas, el sombrero de tela
era lo que primaba. Lo mismo debo decir
de la mujer campesina: el “turbante” o paño enrollado alrededor de la cabeza
era utilizado fundamentalmente en el momento en que ella ejercía sus quehaceres
domésticos. En las actividades formales de carácter públicos (bodas, fiestas,
cumpleaños, etc.), el pelo de las damas se exhibía al descubierto e
impecablemente acicalado.
Por último, y
para desmontar la falsa imagen del colín o machete enganchado en la cintura del
campesino bailador, bastante ilustradora es el juicio del afamado folklorista
Fradique Lizardo, citado también por el articulista que nos ocupa:
"A todo el que iba a una fiesta lo desarmaban en la
entrada del lugar a fin de evitar encontronazos o escenificación de hechos que
pudiesen terminar en sangre. Al final, las armas eran devueltas a sus
propietarios. Por eso, entre otras cosas, créanme que no entiendo para qué se
representa, gráficamente, al campesino bailando merengue con un machete
en la cintura…"
Y sobre lo expresado en el párrafo precitado, yo puedo dar
fe, también por experiencias propias. Los bailes típicos en mi campo y en todos
campos del Cibao eran muy intensos y efusivos. Las emociones, activadas por la
ingesta de alcohol, se tornaban desbordantes y hasta cierto grado
incontrolables, manifestación del ánimo que solían degenerar en sangrientos
enfrentamientos. Quizás por esto tuvo mucha razón el
expresidente dominicano, Ulises Francisco Espaillat (1823-1878), cuando
impulsado por su aristocrática visión del mundo, al decir de Emilio Rodríguez Demorizi, «pensaba que el merengue
afectaba demasiado el sistema nervioso y que dejaba el achaque de no poder
dominar la imaginación…» (Música y baile en Santo Domingo, 1971:136)
Como medidas
preventivas entonces se apelaba al recurso expuesto por Lizardo: desarmar a los hombres cuando
ingresaban al lugar adonde el baile se celebraba, y devolverles las armas al
final. ¿Qué significa esto? Sencillamente, que ningún hombre podía bailar con
un “colín” embanquetado sujeto al cinto; pues mientras danzaba, su arma, blanca
o de fuego, yacía celosamente guardada en un lugar hasta que este se marchara o
la fiesta terminara.
¿Todos los
campesinos dominicanos hablan con la /i/?
Cuando se habla
de vocalización cibaeña en el contexto de las particularidades de lengua
hablada en los pueblos del Cibao, se hace alusión a la pronunciación de las l
-r como i en posición final de sílaba y de palabra (“doblai”, por doblar; “coimado”,
por colmado; “caitera”, por cartera, etc.). Con este fenómeno fonético
ocurre algo igual o parecido a lo que sucede con la imagen del bailador rural
dominicano de épocas pasadas. Se tiene la falsa convicción de que todos los
campesinos dominicanos hablan con la i. Por esa razón, cada vez que un
humorista o actor representa a un habitante rural, lo hace empleando siempre
las particularidades o formas expresivas propias de la lengua campesina cibaeña.
En tal virtud, si al hablar alguien articula la
/i/ en vez de la /l/ o la /r/, diciendo, por ejemplo; “voivei”, por volver, a su interlocutor se le escuchará de inmediato
corregir: «Tú pareces del campo…» en
lugar de: «Tú pareces cibaeño…», pues
debe entenderse que la vocalización o hablar con la i es un rasgo fonético distintivo,
no de una zona específica de la región cibaeña, sino de la región completa. Y
que cuando uno de nuestros humoristas, cantantes, etc. imita la expresión
campesina, articulando constantemente la /i/ en lugar de la /l/ o la /r/, no está
reproduciendo el habla campesina dominicana, sino el habla campesina cibaeña. A
tono con este planteo, el connotado lingüista, profesor y ensayista dominicano
Carlisle González, plantea lo siguiente:
«Existe una creencia tradicional
mediante la cual se considera como expresión campesina dominicana únicamente la
variante dialectal cibaeña. Por lo menos, esa es la conducta que se aprecia en
los medios de comunicación social, fundamentalmente, en la radio y la
televisión, cuando un hablante (actor o actriz), (se dedica a imitar el habla
campesina o representa a algún personaje campesino…» (El habla campesina dominicana, 1999:
2/3).
E interesado en que quede clara la idea de que la variante dialectal del
Cibao no representa el habla del campo dominicano en general, el doctor González,
y exprofesor uasdiano, concluye indicando que:
«En resumen, para
nosotros el habla campesina dominicana deberá comprender todas las manifestaciones
lingüísticas que han usado y usan en su comunicación ordinaria todas las
personas que han nacido y se han criado en las distintas zonas rurales de
nuestro país» (ídem, 4)
No hay comentarios:
Publicar un comentario