domingo, 31 de agosto de 2025

EN TORNO A LA MUERTE DEL POETA HERNÁNDEZ FRANCO

 

En torno a la muerte del poeta Hernández Franco
Por: Domingo Caba Ramos.

 

EL 20 de julio del 2014 fue inaugurado en el municipio de Tamboril el mausoleo en donde descansarían, a partir de ahí, de manera definitiva, los restos del laureado poeta y escritor, nativo de esta comunidad, Tomás Hernández Franco, autor de uno de los poemas capitales de la literatura dominicana, Yelidá (1942). Nació el también cuentista y ensayista el 29 de abril de 1904, y falleció en la ciudad de Santo Domingo el 1 de septiembre de 1952.

 

Por considerarlo de interés, y en virtud de cumplirse próximamente el 73 aniversario de su muerte, nos permitimos reproducir la reseña del sepelio, publicada en el diario La Información, el interesante artículo que dos días después de la muerte del poeta escribiera en su honor Máximo Lovatón Pittaluga, así como los versos de elegíaco acento del afamado maestro y poeta, Ramón Emilio Jiménez. La Información reseñó el infausto y fúnebre acontecimiento como sigue :

 «El sepelio de Hernández Franco fue manifestación de duelo. La villa de Tamboril vistió crespones ayer en honor de su esclarecido hijo. 

 

El cadáver de don Tomás Rafael Hernández Franco, periodista, escritor, poeta y orador de gran relieve dentro y fuera del país, fue trasladado ayer mismo, desde “Ciudad Trujillo” hasta su hogar de la villa de Tamboril, en donde los despojos mortales fueron recibidos por deudos, familiares y amigos, constituyéndose la comunidad de Peña en profundo duelo para rendir póstumo homenaje a la memoria de quien fue, indudablemente, uno de los más conspicuos de sus munícipes, tanto desde el punto social, cultural y político.

En las primeras horas de la tarde se conglomeraron en Tamboril centenares de personas, tanto de la localidad como de Santiago, Moca, La Vega, “Ciudad Trujillo” y de otras ciudades y pueblos, de donde numerosas personas acudieron a testimoniar sus afectos al desaparecido y a su distinguida familia, dando así cálida expresión al profundo sentimiento de pena que se ha producido en todos los círculos intelectuales y sociales del país con tan irreparable pérdida.

A las cuatro de la tarde se inició el acto del sepelio, partiendo la extraordinaria comitiva fúnebre desde la casa mortuoria, en la calle “Presidente Trujillo” (hoy Real), hasta la iglesia San Rafael, en donde fueron oficiados solemnes funerales.

Desde la iglesia se inició de nuevo el desfile fúnebre por la misma calle, hasta el cementerio, en donde se llevó a cabo la inhumación. En el trayecto, la banda municipal de música de la villa ejecutó varias piezas fúnebres. Sobre la recién abierta tumba fueron depositadas ofrendas florales, exponentes todas del afecto familiar y amistoso que siempre supo conquistar el intelectual desaparecido.

Nuevamente hacemos votos por el descanso eterno del compañero ido, y reiteramos nuestros votos de condolencia a todos sus deudos, muy especialmente a su viuda, doña Amparo Tolentino, a su hijito Tomasito, a sus hermanos Marino, Rafael Tomás, Villón, Melba, Mirtha y Mary Cruz, su suegro don Vicente Tolentino Rojas y demás que en una u otra hayan sido afectados por tan infausto suceso»

 LA INFORMACIÓN 
2 de septiembre de 1952.

TOMÁS HERNÁNDEZ FRANCO : POSITIVO VALOR NACIONAL (*)

Por: Máximo Lovatón Pittaluga.

«Para escribir despidiendo de la vida terrena a quien fuera maestro fecundo y lúcido de la expresión, se necesitaría readquirir el estro, por la muerte perdido, de aquella sublime inspiración que ya no alienta.

No es posible pasadas apenas horas, la pérdida del genial inspirado hacia lo eterno, expresar en las formas escritas de las cuales fue artífice superior cuanto el alma quisiera manifestar en desbordados sentimientos para el amigo querido que era también el admirado exponente del arte literario.

Para hablar de Tomás Hernández Franco en vida, bastaba con la descripción de su excepcional talento, de su personalidad atrayente, intranquila, de bohemio y de señor, aristócrata de la expresión y el espíritu que cubriera con alegres alardes de aldeana sencillez. Pero hoy, para evocar no la figura, el impresionante recuerdo de un Tomás H. Franco, votiva de la vida que la muerte misma recibió sorprendida, imaginamos una ceremonia solemne en estrofas mayores, en cónclaves de elegidos a donde oficiaría Darío, Verlaine, y Bazil bajo el presidiun conmovido de Honorato Balzac.

Era Tomás Hernández Franco el múltiple talento dominicano que en todas las manifestaciones del arte o ensayos de la expresión apareció triunfal sin preocupaciones ni esfuerzos porque chispazos de genio había en su tranquila personalidad.

Era Tomás Hernández Franco, el dominicano que traspasó triunfal las fronteras literarias, la más genuina expresión del talento en los trópicos de Hispanoamérica. Es el cuentista que deleita, el orador tonante en la barricada política, festivo en la charla del culto salón, de austera expresión, de seriedad en el Ateneo, la más ática y fácil de las plumas que militaron en el periodismo dominicano por espacio de más de 25 años y el mismo que nos sorprende y provoca desconcertante admiración con YELIDA, su maravilloso poema en versos, gloria verdadera de las letras nacionales, escasamente conocido en este nuestro medio a donde impera el sórdido materialismo, injusto a veces con nuestros positivos valores. Yelidá sólo consagra el nombre de Hernández Franco entre los grandes poetas de América» (septiembre, 3/1952)

(*) -    Reproducido en mi otrora columna del diario La Información el 26 de abril de 1989

A TOMAS HERNÁNDEZ FRANCO. (Soneto)
Por: Ramón Emilio Jiménez

«Luces de ingenio, en ocasión geniales,
fueron en él aliento vigoroso,
poesía, inquietud, todo a raudales,
bondad, locura, sueño, todo hermoso.

Brilló en la prensa, defendió ideales,
con actitud viril y ánimo airoso,
lo saludaron músicas triunfales,
y todo le sobró, menos reposo.

Reposo espiritual para ser fuerte,
serenidad de que se halló vacía,
su joven alma por extraña suerte.

Honda fiebre de mundo le absorbía,
y vivió en esa fiebre hasta que un día,
halló serenidad, pero en la muerte»

(PUBLICADO EN DIARIO LIBRE 21/8/2025)

JUAN RINCÓN, LA MUERTE DEL CANALES, LOS IMPUTADOS ANTIPULPOS Y LA JUSTICIA DE SANTO DOMINGO


«¿Quiénes son los justos y quiénes los injustos? Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?»

Eduardo Galeano

Por: Domingo Caba Ramos.

La historia de Juan Rincón aparece magistralmente relatada por el eximio escritor tradicionalista, César Nicolás Penson (1855 – 1901), en “La muerte del padre Canales”, una de las diez tradiciones que conforman su emblemática obra Cosas añejas (1891). Constituye dicho relato el más fiel retrato de las debilidades ético - morales que históricamente han afectado al sistema judicial de la República Dominicana. Y revela la magistral y muy aleccionadora narración que la justicia dominicana siempre ha sido la misma: la piedra angular o el brazo poderoso que ha servido de soporte al régimen de impunidad que durante los últimos años tanto se ha criticado y combatido.

El protagonista de la historia es Juan Rincón, un matón compulsivo, especialista en asesinar mujeres; pero que, debido al peso de un tío socialmente influyente, casi siempre lograba evadir la justicia o quedar libre del castigo de la ley. Descrito por el narrador como “un ente raro”, “un monstruo” que “acaso padeció lo que llama manía de sangre”, y cuyo origen arrancaba “de familias muy distinguidas, las primeras de esta capital…”, Juan Rincón asesinó a su primera esposa encinta; pero «Esta primera hazaña quedó impune, merced acaso a lo distinguido de su familia y a las influencias que hizo o no hizo valer en su favor su tío el Deán… Ya antes dizque había metido a una hija suya en un sótano»

Después de cometer estos hechos, pudo libremente huir hacia Puerto Rico, país donde no tardó en contraer nupcias por segunda vez. Con la nueva esposa, una noche sostuvo una discusión, y la amenazó con hacerle lo mismo que a la primera. La mujer procedió “a denunciar al lobo”. Las autoridades boricuas entran en acción, y Juan Rincón es apresado y despachado a su patria; pero al llegar aquí, lo dejaron libre, “¿cómo no?, por respetos de su tío el Deán”.

 Y una vez aquí, su insaciable sed de sangre lo impulsó a elaborar una lista con los nombres de las personas (treinta en total), a las que habría de matar en el futuro, encabezada por el padre Juan José Canales, el cual, antes de ser sacerdote, había ejercido como abogado contrario a los intereses del matón. El crimen contra el sacerdote se perpetró como estaba planificado y Juan Rincón, ¡por fin!, es sometido a la justicia. Cuando el juez del crimen le preguntó al prevenido:

 «— ¿Quién mató al padre Canales?», acto seguido el monstruo asesino, impasible y con tono fiero respondió:

« —¡La justicia de Santo Domingo!»

 Sorprendido el magistrado, procedió, esta vez con voz severa, a preguntarle de nuevo al imputado:

«— Conteste usted, con respeto a la justicia, ¿quién mató al padre Canales?»

 «— He dicho - insistió el asesino - que la justicia de Santo Domingo, porque si cuando yo, agregó con tono sentencioso e insolente, maté a mi primera mujer embarazada, me hubieran quitado la vida, no habría podido matar al padre Canales»

Merced a tan contundente respuesta, el narrador introduce una crítica reflexión que no podía ser más aleccionadora en un momento, como el actual , en el que la justicia dominicana adolece de las mismas fallas y debilidades que la justicia de los tiempos de Juan Rincón:

«Jamás inculpación más grave ni más sangrienta se arrojó a la faz de los hombres de la ley. Era un cargo que contra sí Rincón hacía, pero con el fin de apostrofar a la justicia humana por su culpable lenidad dejando impune un crimen atroz por atender a mezquinas consideraciones sociales y a influencias malsanas de valedores poderosos, que lograron hacer irrisoriamente nula la acción de la ley. ¡Lección tremenda para quienes pierden el respeto a esta y a la sociedad, vulnerando los fueros de la una y burlando a la otra para burlar a entrambas, haciéndose realmente con semejante lenidad más criminales que el criminal que pretenden sustraer a la acción reparadora de la justicia!»

 En pocas palabras, ese es el contenido profundo del precitado e histórico texto, de nuestro afamado tradicionalista y fundador del primer diario dominicano: «El Telegrama». Una historia, que como ya se expuso al principio del presente trabajo, nos presenta la más fiel radiografía del sistema judicial dominicano durante la segunda mitad del siglo XIX. Un sistema de justicia que muy poco o nada ha cambiado a pesar del largo tiempo transcurrido, y que a todas luces semeja ser el mismo o bastante parecido al que hoy rige en la República Dominicana. El mismo que, por insuficiencia de pruebas, declaró recientemente “no culpables” a trece (13) de los veintiún (21) imputados en el caso de corrupción Antipulpo.

El mismo sistema, en fin, en el que tres juezas condenaron al principal acusado del ya referido caso, a solo a siete años de prisión, a pesar de haber incurrido en delitos tan graves, tales como soborno, tráfico de influencias, uso de documentos falsos, desfalco, lavado de activos y asociación de malhechores, delitos que según el tribunal le generaron ingresos superiores a los cuatro mil millones de pesos.

¿Qué pasará entonces – se pregunta el pueblo – con los demás expedientes marítimos (Coral, ¿Medusa, Caracol…) pendientes de sentencias definitivas?

Y yo respondo, no sé si de manera pesimista o realista: exactamente lo mismo que ha ocurrido con la sentencia acerca del caso antipulpo.

Visto el resultado de este decepcionante o mal valorado dictamen, estoy muy convencido de que cuando en los tribunales de la  República Dominicana se conozca un nuevo caso de corrupción, cuando el juez de crimen pregunte al imputado: «¿Quién desfalcó al Estado dominicano?, la respuesta de este no se hará esperar:

«— ¡La justicia de Santo Domingo, señor magistrado!, porque si los primeros dominicanos que sustrajeron fondos públicos hubieran sido debidamente sancionados, hoy yo no habría podido robarle ni un solo centavo al Estado»

(Publicado en Diario Libre en fecha 21/8/2025)

sábado, 16 de agosto de 2025

LA HISTORIA OCURRIÓ ASÍ...

Por : Domingo Caba Ramos



a)     El 27 de febrero de 1844 – Se proclama, no se logra, la Independencia Nacional; pero los haitianos no se dan por vencidos, pues entienden que el dominio que de esta parte de la isla habían logrado durante veintidós años, de ningún modo podían perderlo.

  Por lo antes dicho, los haitianos se van a su país, organizan su poderoso ejército y con bélicas intenciones regresan a la proclamada República Dominicana, iniciándose así las llamadas guerras de independencia.

 Esas guerras, la primera de las cuales fue la del 19 de marzo de 1844, duraron doce largos años, es decir, no fue hasta el 24 de enero de 1856 cuando logramos quedar libre del ataque haitiano con el estadillo de la célebre batalla de Sabana Larga, última guerra sostenida entre haitianos y dominicanos y cuyo héroe fue el general santiaguero Juan Luis Franco Bidó.

 Cinco años después de la última guerra de independencia, el 18 de marzo de 1861, al presidente Pedro Santana se le ocurre anexar nuestra patria a España, pues entendía que solo bajo la protección de una nación poderosa podíamos evitar que el pueblo haitiano nos invadiera de nuevo.

  El 2 de mayo de 1861 se produce en Moca la primera rebelión con las armas en las manos en contra de la anexión a la España. José Contreras, Cayetano Germosén, José Inocencio Reyes y José Mará Rodríguez se cuentan entre los protagonistas de esta heroica gesta.

 El 16 de agosto de 1863 un grupo de catorce hombres bajo el mando de Santiago Rodríguez decidieron, en el cerro de Capotillo (Dajabón) bajar la bandera española e izar la dominicana, iniciándose así las llamadas guerras de Restauración. Estas guerras duraron dos años (hasta 1865), las fuerzas nacionales resultaron triunfantes y los últimos soldados españoles abandonaron el país en febrero de 1866.

 FOTO : General Santiago Rodríguez

 

BREVE SEMBLANZA DE UNA MAESTRA EJEMPLAR


(Con motivo del 115 aniversario de su nacimiento)
Por: Domingo Caba Ramos.


(Discurso pronunciado por el autor en el salón de actos de la otrora Escuela Normal "Luis Núñez Molina", el día 13 de abril del 1988, en el acto - homenaje organizado por la Asociación Dominicana de Profesores, filial Santiago de los Caballeros)

 «El magisterio de la provincia de Santiago y lugares vecinos se cubre de glorias en este día memorable al rendir homenaje póstumo a una maestra que con su noble ejemplo, abnegada consagración e intensa vocación pedagógica, supo prestigiar la labor docente durante más de medio siglo y poner en alto el nombre de la escuela dominicana. Nos referimos a la profesora Ramona Herminia Pérez Vda. Pimentel (doña Mamina) 

 Nació esta distinguida educadora en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, el día 15 de agosto de 1910. Fueron sus padres don José Pérez Marte y doña Olimpia Gutiérrez. Cursó sus estudios primarios e intermedios en la Escuela Graduada República de Uruguay y en el Colegio Méjico, mientras que sus estudios secundarios los realizó en la Escuela Normal de Santiago. Entre sus primeros profesores merecen citarse a Angélica Pepín de Félix, Juanita Infante, Ricardo Ramírez, Rafaela Santaella, Rafael Reinoso, Ercilia Pepín y  Joaquín Balaguer.

 Se inicia como maestra en la Escuela República de Uruguay cuando apenas tenía dieciocho años de edad, esto es, el día 10 de febrero de 1928. El éxito alcanzado por doña Mamina en este centro escolar le mereció la designación de directora del mismo el 26 de octubre de 1946.

 En el año 1930 contrae matrimonio con el joven Manuel Antonio Pimentel Vargas, con quien llegó a procrear un solo hijo: Orlando Antonio Pimentel Pérez, muerto a destiempo en plena juventud.

 Su actividad en la Escuela República de Uruguay se extiende hasta el año 1950. Ese mismo año, específicamente el día 1 de octubre, es nombrada maestra en la Escuela Normal Rural “Pedro Molina”, de Licey al Medio, Santiago, conocida hoy día como Escuela Normal “Luis Napoleón Núñez Molina”. Junto a ella fueron también nombrados los profesores Héctor M. Tejada, Luis Núñez Molina y el destacado músico  Andrés Apolinar Bueno.

 Al admitir el nuevo cargo, logró muy pronto captar el cariño y respeto de los estudiantes y poner de manifiesto una vez más su gran competencia académica y pedagógica.

 En la Escuela “Núñez Molina” ocupó casi todos los cargos: maestra, encargada de prácticas escolares, subdirectora y directora administrativa. Como maestra, puede afirmarse sin temor a exagerar, que llegó a impartir la mayor parte de las asignaturas que integran el plan de estudios de las escuelas normales.

 En 1954 fue enviada por la Secretaria de Estado de Educación a participar en los cursos  «Mejoramiento del Hogar» y «Extensión Agrícola», impartidos en la Universidad de Río Piedras, Puerto Rico, y en 1963 viajó nuevamente a la vecina isla a recibir un curso de formación docente organizado por el Instituto de Pedagogía de la antes citada universidad.

 En enero de 1975 es designada directora administrativa de la Escuela Normal “Luis Napoleón Núñez Molina”, y tres años después, subdirectora de este mismo centro docente. Su fructífera y extensa labor pedagógica la hicieron acreedora de importantes y merecidos reconocimientos:

 En 1975 es condecorada por su antiguo maestro y presidente de la República, doctor Joaquín Balaguer, con la orden de Duarte, Sánchez y Mella, bajo el grado de Caballero.

 El 15 de marzo de 1983 la Secretaría de Educación le tributa un acto de homenaje en el Auditorio de Bellas Artes con motivo de haber cumplido cincuenta y cinco ( 55 ) años en el servicio educativo.

 En noviembre de 1984 es reconocida  por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA). Al año siguiente, el honorable Ayuntamiento de Licey al Medio la declara «Hija Adoptiva» de este municipio. En este mismo año, la Alianza Cibaeña le otorga el Premio Eugenio Deschamps. También el Círculo Paracelso de Santiago le concede el Premio Anual Paracelso, y finalmente el programa el Gordo de la Semana premia su loable trabajo magisterial otorgándole El Gordo del Año. 

Víctima de un derrame cerebral murió en la misma tierra que la vio nacer el día 22 de octubre de 1987. «Con su muerte - escribí para la ocasión en las páginas del Listín Diario y La Información - “La escuela dominicana perdió a una de sus más fieles y leales exponentes de los últimos tiempos”. Esta vez debo agregar a esas palabras: con la muerte de doña Mamina el magisterio nacional perdió a una ejemplar maestra, mientras que la Escuela Normal “Luis Napoleón Núñez Molina” perdió a una madre, a una orientadora y, lo que es más importante, a su símbolo viviente; porque en eso se convirtió aquí esta insigne educadora : en todo un símbolo.

 Hablar de la escuela “Luis Napoleón Núñez Molina” es tener que referirse obligatoriamente a la profesora Herminia Pérez, de la misma manera que al referirnos a esta, es tener que evocar necesariamente la imagen de aquella. Institución y maestra llegaron a formar, pues, un todo inseparable.

 Doña Mamina fue mentora y madre espiritual de múltiples generaciones de maestros, la última de las cuales se investía justamente el día en que sufrió la crisis que la llevaría más tarde a la tumba. Fue doña Herminia una verdadera Maestra de maestros, o como dijera alguien: “una maestra con mayúscula”. El hecho mismo de permanecer durante cincuenta y nueve años en plena actividad docente así lo confirma.

Esta mujer de finos modales y delicadas expresión puso toda su vida al servicio de la educación dominicana, constituyendo el ejercicio docente la razón de su existencia. Su labor pedagógica jamás estuvo enmarcada en un espacio o tiempo determinado. Ella enseñó en todo momento: en el patio, en la calle, en el hogar y en el salón de clases; y como bien lo había postulado la poetisa y educadora chilena Gabriela Mistral, doña Mamina enseñó «con la actitud, el gesto y la palabra»

 Su máxima aspiración fue ejercer siempre el magisterio, a cuyo seno ingresó cuando apenas era una jovencita y del cual solo la muerte pudo separarla. Jamás dio señales del más mínimo síntoma de agotamiento, y en más de una oportunidad rechazó la jubilación que con sobrados derechos le correspondía. Ella, por estas razones, y valiéndose de las palabras de su maestra Ercilia Pepín, pudo haber manifestado con toda propiedad : «Hice de la escuela un taller, y en ella mi cabeza se cubrió muy pronto de nieve, y la luz de mis ojos languidece rápidamente, sin que mi alma haya dado hasta hoy ni remotas señales de cansancio» 

 Doña Mamina se entregó tan de lleno a la escuela que puede decirse que murió con la tiza y el borrador en las manos. Es por ello que el magisterio nacional y particularmente sus alumnos en la Escuela Normal Luis Núñez Molina tenemos que recordar a esta digna educadora con mucho cariño, orgullo y respeto.

 El maestro dominicano ha sido históricamente el gran olvidado, el gran marginado. En virtud de esta realidad debemos pues hacer todo lo posible por perpetuar la memoria de doña Herminia y evitar que su nombre sea sepultado por la indiferencia pública en el nicho del olvido. Que ante sus restos, como sucedió con Ercilia Pepín, ningún poeta tenga que decir: «Hela ahí, vencida por la muerte, olvidada por sus discípulos, traicionada por sus amigos»

 De ahí el gran significado que entraña el homenaje de admiración y respeto que en el día de hoy le rinde la Asociación Dominicana de Profesores (ADP). Pero no basta eso solamente. Para honrar en su justa dimensión la memoria de esta noble mujer, se hace necesario que sus alumnos y todos los maestros dominicanos imitemos su ejemplo y tratemos de poner en práctica sus enseñanzas.

 Se hace necesario, finalmente, que las autoridades educativas y la dirigencia del gremio magisterial  coordinen actividades con miras a conseguir que una de las escuelas pertenecientes a la provincia de Santiago, y de manera especial al municipio de Licey, lleve el nombre de doña Mamina, como manera imperecedera de honrar su memoria, y que sirva de testimonio para que las futuras generaciones se enteren que existió una vez una consagrada maestra que se entregó en cuerpo y alma y lo dio todo por el bien de la educación dominicana, y que esa maestra se llamó: Ramona Herminia Pérez Vda. Pimentel.

 En una ocasión le escuché decir a alguien cuyo nombre no aflora a mi memoria, que el maestro es como la luz de una vela que de tanto alumbrar se apaga. Hemos querido articular esta idea con la muerte de doña Mamina para concluir esta semblanza afirmando con acento sentencioso:

 La vela se apagó, pero la luz sigue encendida : Mamina será Maestra toda la vida»

Muchas Gracias 

Notas al margen : Para mí fue de gran honra y regocijo el que la ADP, Santiago, me seleccionara o solicitara mis servicios para hablar de la vida y obra de un ser a quien tanto admiré, tanto respeto me mereció y tantos afectos le tuve. Y mayor fue mi alegría cuando años después de mis palabras me enteré de que a uno de los principales centros educativos de la ciudad de Santiago de los Caballeros lo habían designado con el nombre de HERMINIA PÉREZ.

 

viernes, 1 de agosto de 2025

A MI HIJA NICOL MARÍA

(Con motivo de su cumpleaños)

Por : Domingo Caba Ramos



«Ella es carne de mi vida / flor de mi pensamiento / cemento de mi alma»

(Domingo Moreno Jiménez)

Del “Poema a la hija reintegrada”)

Mi adorado Manojito:

 Desde que naciste, así siempre te he llamado. Y así siempre te llamaré. Porque así siempre te concebiré. Aunque hoy esté más grande que ayer. Más mujercita que ayer. Más «Manojito» que ayer. Pero tan bella y tierna como ayer.

Un día como hoy, 1 de agosto, hace ya doce años, decidiste integrarte a este complejo; pero deseado mundo de los vivos. Un mundo, mi niña, en el que abundan las luces y las sombras, lo bueno y lo malo, las flores y las espinas, los golpes y las caricias. En fin, un mundo en cuyos caminos encontrarás muchas oportunidades que en el futuro sé habrás de aprovechar, y de dificultades que muy seguro estoy que habrás de enfrentar y vencer. Toda la vida tú serás mi Pequeño Manojito de Ternura.

Un día como hoy, mi Nicol, llegaste a imprimirle sentido a mi vida y a iluminar con tu dulce presencia los senderos de mi existencia.

No puedo olvidar, sin que la alegría invada todo mi ser, el momento justo en que se me informó sobre tu nacimiento: «Ya nació, esta es la tuya…» - se le escuchó decir, en la sala de parto, llena de emoción, a tu tía Gina o querida Princesa, como tú amorosamente la llamas.

No supe qué hacer. Por un momento quedé en el limbo. Una gruesa lágrima rodó por mi cuerpo, las piernas me temblaron y, sin pensarlo dos veces, tuve que sentarme. Fue entonces cuando recordé los versos del poeta (Moreno Jimenes), y con estos ordené, con fuerza, pero en silencio:

«Tibien la leche terciada con agua,
 para si mi chiquitina despierta.
Cuídenmela, hasta que se vuelva esperma,
como capullo inmortal el cuidado.
Ella es carne de mi vida,
 flor de mi pensamiento,
 cemento de mi alma.»

Y ahora que tan grande y hermosa te veo, tampoco se apartan de la pantalla de mi mente paterna los versos de la popular canción «Chiquita mía»:

«Que hermoso el milagro de verte crecer,
y  disfrutar tus tiernas travesuras,
y cuidar con amor de tu indefenso ser,
Pequeño Manojito de Ternura…»

Ni tampoco las muy paternales letras de la canción «Luisa María», la que de haber sido yo el autor, la hubiera titulado «Nicol María» :

«Luisa maría ahora, se vuelve mujer,
se vuelve más hermosa  que el atardecer,
ha cumplido otro año,
va subiendo el peldaño,
que la hará florecer…»

 Al cumplir un año más de vida, mi Manojito querido, tu todavía rostro de niña comienza a ser acariciado por los impetuosos vientos de la adolescencia y a distanciarse poco a poco del mundo casi mágico de la niñez. Y al cumplir un nuevo año, oportuna es la ocasión para repetirte lo mucho que te quiero y cuan orgulloso me siento de ti. Por lo amorosa, decorosa, tierna, respetuosa y estudiosa que eres.

Espero que así siempre seas. Que como lo hiciste durante el año escolar que hace poco terminó, de nuevo resulte mensualmente distinguida como la mejor estudiante de tu curso. Que como bien le comunicaste a tu mami, superes a tu papi en el número de reconocimientos recibidos.  Para alegría y orgullo de tu padre, de tu madre, de tu hermana, de tus tíos y primos y de todos los que te queremos. Es la mejor forma de ser siempre honrada, bella y elegante.

Sí, mi hijita del alma. Dije bella y elegante, pues con las palabras del poeta y patriota cubano José Martí, a ti debo decirte que la grande y verdadera elegancia de una niña o mujer no está en el costo ni en la elegancia del vestido, sino «en la altivez y fortaleza del alma».

Que «Un alma honrada, inteligente y libre –le dice el poeta a su también adorada hija y niña María Montilla - da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas…».

Que «Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz…»

Ojalá que las sabias palabras de Martí siempre las tengas presentes y guíen tu conducta hoy, mañana y siempre. Para que siempre sea una niña, una joven y una mujer honrada, bella y elegante.

Por ahora, solo me resta felicitarte y repetirte sin descanso lo mucho que te quiero.

Tu padre

D.C.

 

 

viernes, 25 de julio de 2025

ACERCA DEL “NUEVO” NOMBRE DEL ESTADIO CIBAO Y ALGO MÁS


Por : Domingo Caba Ramos


¿Estadio «Cibao» o Estadio «Miguel Diloné»?

  En  diciembre del año 2014, el entonces presidente de la República Dominicana, Lic. Danilo Medina, emitió el decreto No. 361-14, mediante el cual al Estadio «Quisqueya» se le designó con el nombre de Estadio «Quisqueya Juan Marichal». Con esta disposición, se pretendía asignarle un nuevo nombre al histórico centro besbolístico; pero tal cambio fue solo en apariencia, por cuanto más que una nueva denominación, lo que en realidad se realizó fue una ampliación de esta, anexándole un segundo nombre al tradicionalmente existente.

Se trató de una novedosa, extraña e ilógica práctica de identidad, toda vez que en la República Dominicana no es normal la duplicidad de nombres para identificar a una institución. O se llama de una manera o de otra. En tal virtud, y en el caso que nos ocupa, el estadio capitaleño, a partir del precitado decreto, debió llamarse solo «Juan Marichal» o dejarle solamente el nombre que antes tenía, «Quisqueya»; pero jamás Estadio «Quisqueya Juan Marichal»

Lo mismo ha ocurrido recientemente con el nombre del Estadio Cibao.

«La Cámara de Diputados – se lee en este mismo diario (23/7/2025) - aprobó en segunda lectura el proyecto de ley que propone cambiar el nombre del Estadio Cibao, al que se le agregaría el nombre del legendario exjugador Miguel "Guelo" Diloné…».  Si con esta designación lo que se busca es rendirle homenaje a uno de los grandes íconos del equipo Águilas Cibaeña,  no se entiende entonces que el nombre de la región continúe formando formando parte del nombre de dicho estadio. En otras palabras, o se le sigue llamando solo Estadio «Cibao», como hasta ahora, o deberá llamársele próximamente solo «Estadio Miguel Diloné»

2.      ¿Narrativa o que…?

 En los últimos años, y como resultado indiscutible de la masificación lingüística, el término «narrativa» ha logrado ocupar un lugar protagónico en el léxico activo de los hablantes dominicanos. A cualquier forma de expresión, y especialmente a todos los discursos expositivos, en nuestro país se le llama erróneamente «narrativa»:

 

a)       «Escuché el discurso del candidato, pero su narrativa no me convenció.

b)      «Habló acerca de los efectos negativos de las drogas y su narrativa fue bastante clara.

 A propósito, conviene aclarar que solo existe narrativa cuando se narra o cuenta una historia, esto es, cuando se relatan hechos ejecutados por uno o más personajes en un tiempo y ambiente determinados. Si los elementos propios del estilo narrativo (acción –personaje – tiempo – Ambiente o lugar) no intervienen en el discurso, entonces podrá hablarse de exposición, descripción, argumentación, etc.; pero jamás de «narrativa». Merced a estas puntualizaciones, y en relación con los dos enunciados antes citados, lo adecuado hubiera sido escribir:

a ) «Escuché el discurso del candidato, pero su exposición no me convenció.
b) «Habló acerca de los efectos negativos de las drogas, y su explicación fue bastante clara.

domingo, 20 de julio de 2025

LA CANONIZACIÓN DE JOAQUÍN BALAGUER

 

 Por: Domingo Caba Ramos

PRELIMINAR
Joaquín Antonio Balaguer Ricardo. Nació en el municipio de Navarrete, provincia Santiago, el 1 de septiembre de 1906, y falleció en la ciudad de Santo Domingo el día 14 de julio del 2002, casi a los noventa y seis años de edad.
A raíz de su muerte, fue tal  el alto nivel de la apología y las lisonjas o ditirambos que se emitieron para honrar su memoria , que por momentos se pensó que lo único que faltaba era  que alguien propusiera su santificación o canonización, Y, ¡oh sorpresa!, así sucedió siete años después (2009), cuando en audiencia especial, el presidente de la entonces vigente corriente política denominada Balaguerismo  Histórico le solicitó al papa Benedicto X1V la beatificación del destacado escritor y líder del Partido Reformista.
El impacto negativo que tan absurda propuesta causó en el seno de la sociedad dominicana fue de tal magnitud, que esa vez a mí se me ocurrió, en irónico estilo, escribir y publicar en el diario santiaguero La Información (6/2/2009) el artículo que debajo de estas notas se trascribe. En este apelé a la forma irónica de expresión, porque siempre he considerado que los comportamientos y procedimientos risibles, burdos, ligeros o carentes de peso, deben también tratarse de la misma manera:  risible, burlona, informal y poco seria.  He aquí el contenido del susodicho artículo:
LA CANONIZACIÓN DE JOAQUÍN BALAGUER
«Yo, con sinceridad debo confesarlo, no lo sabía.
 No sabía que en un pequeño país del mundo, “colocado en el mismo trayecto del sol”, residía un ente “altamente pensante” de “eminencia” insospechada e “inconmensurable” sapiencia llamado Alberto Gautreaux.
No sabía que en esta tierra “recrecida”, de merengues, bachatas y ron, nació, creció y reside el doctor Alberto Gautreaux, posiblemente   la más “lúcida” de las inteligencias con que cuenta actualmente la región del Caribe.
No sabía ni jamás pensé que en esta tropical y desventurada franja isleña, “donde ruedan montañas por los valles”, podrían existir personas, como el doctor Alberto Gautreaux, caracterizadas por la “eminencia” de sus ideas y la “grandiosidad” de sus pensamientos.
No sabía que contábamos en República Dominicana con el “más desarrollado” de los cerebros conocidos hasta la fecha, tanto, que el de Albert Einstein, estamos seguros, le quedaría chiquito.
No sabía, en fin, que en fecha 9/2/2009 había sido publicada en la prensa nacional la siguiente nota noticiosa:
“Santo Domingo, R.D.-El presidente de la Corriente Unitaria del Balaquerismo Histórico solicitó al Papa Benedicto XVI la beatificación del extinto líder del Partido Reformista Social Cristiano, doctor Joaquín Balaguer. El doctor Alberto Gautreaux hizo el pedido durante una audiencia que tuvo con su santidad Benedicto XVI, el pasado miércoles, cuando le entregó personalmente y por escrito dicha solicitud, por entender que el ex presidente Balaguer fue un misionero dominicano…”
No sabía o jamás sospeché que de la boca de un dominicano mentalmente cuerdo pudiera emanar algún día semejante sandez, matizada en todas sus partes por el más risible y esquizofrénico de los acentos. Ya en una oportunidad, Rafael Corporán de los Santos, pintoresco como siempre, había propuesto lo mismo, el mismo absurdo, el mismo desatino, la misma bazofia: que se canonizara al doctor Joaquín Balaguer con el nombre de “San Joaquín de Navarrete”
Lamento, sinceramente, no conocer al señor Alberto Gautreaux. Lamento no haber visto nunca a esta” gloria” del pensamiento social dominicano. Lamento que la NASA, así como las mundialmente famosas universidades de Hervard, Columbia y La Sorbona estén desaprovechando las “luminosas” ideas de este genio antillano. Un dominicano que por sus luces y estar provisto de un cerebro con tan “alta” proporción de neuronas merece que en su honor se construya un faro igual o parecido al que se erigió para honrar la memoria de Cristóbal Colón.
No sé si el Papa Benedicto XVI aprobará la solicitud de canonización de Joaquín Antonio Balaguer Ricardo. De ser así, no sé cuál sería el nombre del nuevo santo:  probablemente San Joaquín, tal vez San Balaguer, probablemente San Elito o quizás, para complacer así al viejo Corpo, sea llamado San Joaquín de Navarrete.
Lo que sí sé es que como a  toda parroquia la identifican con el nombre de un santo, en el caso hipotético de que en República Dominicana una de esas capillas lleve uno de los nombres antes mencionados, estoy seguro de que a ella acudirían los familiares de Orlando Martínez y Narciso González (Narcisazo) a ofrecer sus misas por el alma de los miles de dominicanos vilmente asesinados durante los tétricos doce años que encabezó el santo cuyo nombre identificaría la iglesia en la que esas misas serían oficiadas»
  (La Información, 13 de febrero del 2009)
(Diario libre 15 de julio 2025 )

 

 

LA CRISIS DE LA PALABRA EN LA REPÚBLICA DOMINICANA

Por : Domingo Caba Ramos

«Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras»

(Pablo Neruda)

En el año 2009, un amigo, excompañero de estudio de la primera maestría impartida en el CURSA/UASD, y exdirector de este alto centro de estudios, un buen día me motiva para que por fin sometiera a la Universidad el anteproyecto de investigación con miras a la redacción definitiva de la tesis correspondiente que por diversos motivos, y quizás también por descuido, no había presentado hasta ese momento.  Tanto entusiasmo mostró en su aparente sentida sugerencia, que hasta se puso a la disposición para ofrecerme las orientaciones que yo pudiera necesitar. En tal virtud, me solicitó que tan pronto tuviera listo el texto del precitado anteproyecto, se lo enviara para evaluarlo y notificarme así las puntualizaciones pertinentes.

 Vía correo electrónico, un año después, le envié copia del susodicho anteproyecto. Como veía que los días pasaban y no recibía respuestas, lo llamo y le pregunto si recibió el mensaje.

«-Sí, lo recibí – me contestó –. Tan pronto lo lea te llamo o te remito mis observaciones por la misma vía»

Todavía estoy esperando la llamada y las prometidas observaciones.

Sietes meses después, ya resuelto el problema, me encuentro con mi otrora condiscípulo. Un abrazo y un saludo afectuoso, pero acerca del anteproyecto de investigación: ni una sola palabra.

Otro amigo llama un viernes cualquiera y me dice:

«-Espérame mañana sábado, a las 9 a.m.  que urgentemente necesito consultarte algo»

 A pesar de que no podía esperarlo, por razones de compromisos laborales, lo hice, dado el carácter “urgente” del problema que lo afectaba. Esperé, esperé y esperé; pero mi «enllave» nunca llegó.

Al día siguiente, domingo, me encuentro con él en una de las playas de la costa norte de nuestro país. Se bañaba junto a su entonces prometida en las turbulentas y siempre frescas aguas del océano Atlántico. Tan pronto me vio, se acercó a mí, me saludó con inigualable cortesía, afecto y deferencia, y me habló de todo, menos del «plantón» que el día anterior me había dado. Ni una sola excusa, ni una sola palabra para   justificar la falta cometida.

 Al ver que no lo hizo, me vi obligado a recordarle su acto de irresponsabilidad:

«Créeme – le dije con inocultable ironía y no menos molestia - que te envidio, admiro y felicito de todo corazón. Los sinvergüenzas como tú, nunca sufren de hipertensión ni mueren del corazón…»

Casos como los antes citados se repiten diariamente, y su materialización pone de manifiesto un hecho bastante preocupante: la palabra, en República Dominicana, está muy, pero muy en crisis.

Ya pocos sienten orgullo o se interesan por cumplirla. La crisis de valores barrió con ella. Quedar bien o mal da lo mismo. Cumplir es lo mismo que incumplir. El culto a la palabra empeñada, que con tanta vehemencia nos enseñaron los mayores, hace tiempo se borró de nuestro universo mental. «Hay que salir del paso».  «Hay que allantar». «Hay que vivir la vida». «Hay que evitar la fatiga». Hay que evitar, como recomiendan los estoicos, todo lo que nos provoque intranquilidad y desasosiego. La «Ataraxia» parece ser la palabra clave de  la regla de juego de los nuevos tiempos.

 Las excusas suplen el vacío de las palabras incumplidas; pero para los incumplidores, las excusas sólo valen o encuentran espacios en los cerebros inferiores.

Cada día que amanece comenzamos a operar como si estuviéramos dirigido por un ser invisible que durante todo el día nos repite: «Si puedes cumplir con tus palabras, hazlo. De lo contrario, no te mueras por eso…»

«Todo está en la palabra», escribió Pablo Neruda. Pero eso sería así en los tiempos del laureado chileno, poeta y Premio Nóbel de Literatura.

Hoy, en los tiempos de la globalización, postmodernos y del Hombre Light, el planteo nerudiano parece letras muertas.  O tal vez tuvo parcialmente razón el brillante bardo, por cuanto como parte de ese «Todo…» que a su decir concentra la palabra, está todo lo negativo.

 Diario Libre : 11/7/2025