Por: Domingo Caba Ramos.
Según el brillante orador y
pensador romano, Marcos Tulio Cicerón:
«Nada hay tan veloz como la calumnia; ninguna
cosa más fácil de lanzar, más fácil de aceptar, ni más rápida en extenderse »
Y yo digo:
La calumnia, "hermana gemela
de la envidia", es el arma de los mediocres, el argumento de los
perversos, la verdad de los degenerados, el parto perturbador de las lenguas
letales.
El diccionario de la Real Academia
Española (RAE), de su lado, define el
término, estableciendo que calumnia es una:
1. «Acusación falsa, hecha
maliciosamente para causar daño»
2. « Imputación de un delito hecha a sabiendas
de su falsedad»
Independientemente de la naturaleza falaz de la calumnia, hay que
admitir que el calumniador logra, en términos parciales, su propósito, por
cuanto si bien podría parecer carente de credibilidad, siembra las dudas en el sujeto perceptor del
mensaje calumnioso propalado. Opera, pues, como esas heridas aparentemente
inofensivas o sin importancia: se sanan, pero queda la cicatriz.
Pablo Neruda, en su breve, pero
muy aleccionador poema «La calumnia »,
la describe como sigue:
«Puede una gota de lodo,
sobre un diamante caer;
puede también de este modo,
su fulgor oscurecer,
pero aunque el diamante todo,
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno,
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante,
por más que lo manche el cieno »
(Publicado en Diario Libre, junio 5,2025
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