viernes, 25 de julio de 2025

ACERCA DEL “NUEVO” NOMBRE DEL ESTADIO CIBAO Y ALGO MÁS


Por : Domingo Caba Ramos


¿Estadio «Cibao» o Estadio «Miguel Diloné»?

  En  diciembre del año 2014, el entonces presidente de la República Dominicana, Lic. Danilo Medina, emitió el decreto No. 361-14, mediante el cual al Estadio «Quisqueya» se le designó con el nombre de Estadio «Quisqueya Juan Marichal». Con esta disposición, se pretendía asignarle un nuevo nombre al histórico centro besbolístico; pero tal cambio fue solo en apariencia, por cuanto más que una nueva denominación, lo que en realidad se realizó fue una ampliación de esta, anexándole un segundo nombre al tradicionalmente existente.

Se trató de una novedosa, extraña e ilógica práctica de identidad, toda vez que en la República Dominicana no es normal la duplicidad de nombres para identificar a una institución. O se llama de una manera o de otra. En tal virtud, y en el caso que nos ocupa, el estadio capitaleño, a partir del precitado decreto, debió llamarse solo «Juan Marichal» o dejarle solamente el nombre que antes tenía, «Quisqueya»; pero jamás Estadio «Quisqueya Juan Marichal»

Lo mismo ha ocurrido recientemente con el nombre del Estadio Cibao.

«La Cámara de Diputados – se lee en este mismo diario (23/7/2025) - aprobó en segunda lectura el proyecto de ley que propone cambiar el nombre del Estadio Cibao, al que se le agregaría el nombre del legendario exjugador Miguel "Guelo" Diloné…».  Si con esta designación lo que se busca es rendirle homenaje a uno de los grandes íconos del equipo Águilas Cibaeña,  no se entiende entonces que el nombre de la región continúe formando formando parte del nombre de dicho estadio. En otras palabras, o se le sigue llamando solo Estadio «Cibao», como hasta ahora, o deberá llamársele próximamente solo «Estadio Miguel Diloné»

2.      ¿Narrativa o que…?

 En los últimos años, y como resultado indiscutible de la masificación lingüística, el término «narrativa» ha logrado ocupar un lugar protagónico en el léxico activo de los hablantes dominicanos. A cualquier forma de expresión, y especialmente a todos los discursos expositivos, en nuestro país se le llama erróneamente «narrativa»:

 

a)       «Escuché el discurso del candidato, pero su narrativa no me convenció.

b)      «Habló acerca de los efectos negativos de las drogas y su narrativa fue bastante clara.

 A propósito, conviene aclarar que solo existe narrativa cuando se narra o cuenta una historia, esto es, cuando se relatan hechos ejecutados por uno o más personajes en un tiempo y ambiente determinados. Si los elementos propios del estilo narrativo (acción –personaje – tiempo – Ambiente o lugar) no intervienen en el discurso, entonces podrá hablarse de exposición, descripción, argumentación, etc.; pero jamás de «narrativa». Merced a estas puntualizaciones, y en relación con los dos enunciados antes citados, lo adecuado hubiera sido escribir:

a ) «Escuché el discurso del candidato, pero su exposición no me convenció.
b) «Habló acerca de los efectos negativos de las drogas, y su explicación fue bastante clara.

domingo, 20 de julio de 2025

LA CANONIZACIÓN DE JOAQUÍN BALAGUER

 

 Por: Domingo Caba Ramos

PRELIMINAR
Joaquín Antonio Balaguer Ricardo. Nació en el municipio de Navarrete, provincia Santiago, el 1 de septiembre de 1906, y falleció en la ciudad de Santo Domingo el día 14 de julio del 2002, casi a los noventa y seis años de edad.
A raíz de su muerte, fue tal  el alto nivel de la apología y las lisonjas o ditirambos que se emitieron para honrar su memoria , que por momentos se pensó que lo único que faltaba era  que alguien propusiera su santificación o canonización, Y, ¡oh sorpresa!, así sucedió siete años después (2009), cuando en audiencia especial, el presidente de la entonces vigente corriente política denominada Balaguerismo  Histórico le solicitó al papa Benedicto X1V la beatificación del destacado escritor y líder del Partido Reformista.
El impacto negativo que tan absurda propuesta causó en el seno de la sociedad dominicana fue de tal magnitud, que esa vez a mí se me ocurrió, en irónico estilo, escribir y publicar en el diario santiaguero La Información (6/2/2009) el artículo que debajo de estas notas se trascribe. En este apelé a la forma irónica de expresión, porque siempre he considerado que los comportamientos y procedimientos risibles, burdos, ligeros o carentes de peso, deben también tratarse de la misma manera:  risible, burlona, informal y poco seria.  He aquí el contenido del susodicho artículo:
LA CANONIZACIÓN DE JOAQUÍN BALAGUER
«Yo, con sinceridad debo confesarlo, no lo sabía.
 No sabía que en un pequeño país del mundo, “colocado en el mismo trayecto del sol”, residía un ente “altamente pensante” de “eminencia” insospechada e “inconmensurable” sapiencia llamado Alberto Gautreaux.
No sabía que en esta tierra “recrecida”, de merengues, bachatas y ron, nació, creció y reside el doctor Alberto Gautreaux, posiblemente   la más “lúcida” de las inteligencias con que cuenta actualmente la región del Caribe.
No sabía ni jamás pensé que en esta tropical y desventurada franja isleña, “donde ruedan montañas por los valles”, podrían existir personas, como el doctor Alberto Gautreaux, caracterizadas por la “eminencia” de sus ideas y la “grandiosidad” de sus pensamientos.
No sabía que contábamos en República Dominicana con el “más desarrollado” de los cerebros conocidos hasta la fecha, tanto, que el de Albert Einstein, estamos seguros, le quedaría chiquito.
No sabía, en fin, que en fecha 9/2/2009 había sido publicada en la prensa nacional la siguiente nota noticiosa:
“Santo Domingo, R.D.-El presidente de la Corriente Unitaria del Balaquerismo Histórico solicitó al Papa Benedicto XVI la beatificación del extinto líder del Partido Reformista Social Cristiano, doctor Joaquín Balaguer. El doctor Alberto Gautreaux hizo el pedido durante una audiencia que tuvo con su santidad Benedicto XVI, el pasado miércoles, cuando le entregó personalmente y por escrito dicha solicitud, por entender que el ex presidente Balaguer fue un misionero dominicano…”
No sabía o jamás sospeché que de la boca de un dominicano mentalmente cuerdo pudiera emanar algún día semejante sandez, matizada en todas sus partes por el más risible y esquizofrénico de los acentos. Ya en una oportunidad, Rafael Corporán de los Santos, pintoresco como siempre, había propuesto lo mismo, el mismo absurdo, el mismo desatino, la misma bazofia: que se canonizara al doctor Joaquín Balaguer con el nombre de “San Joaquín de Navarrete”
Lamento, sinceramente, no conocer al señor Alberto Gautreaux. Lamento no haber visto nunca a esta” gloria” del pensamiento social dominicano. Lamento que la NASA, así como las mundialmente famosas universidades de Hervard, Columbia y La Sorbona estén desaprovechando las “luminosas” ideas de este genio antillano. Un dominicano que por sus luces y estar provisto de un cerebro con tan “alta” proporción de neuronas merece que en su honor se construya un faro igual o parecido al que se erigió para honrar la memoria de Cristóbal Colón.
No sé si el Papa Benedicto XVI aprobará la solicitud de canonización de Joaquín Antonio Balaguer Ricardo. De ser así, no sé cuál sería el nombre del nuevo santo:  probablemente San Joaquín, tal vez San Balaguer, probablemente San Elito o quizás, para complacer así al viejo Corpo, sea llamado San Joaquín de Navarrete.
Lo que sí sé es que como a  toda parroquia la identifican con el nombre de un santo, en el caso hipotético de que en República Dominicana una de esas capillas lleve uno de los nombres antes mencionados, estoy seguro de que a ella acudirían los familiares de Orlando Martínez y Narciso González (Narcisazo) a ofrecer sus misas por el alma de los miles de dominicanos vilmente asesinados durante los tétricos doce años que encabezó el santo cuyo nombre identificaría la iglesia en la que esas misas serían oficiadas»
  (La Información, 13 de febrero del 2009)
(Diario libre 15 de julio 2025 )

 

 

LA CRISIS DE LA PALABRA EN LA REPÚBLICA DOMINICANA

Por : Domingo Caba Ramos

«Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras»

(Pablo Neruda)

En el año 2009, un amigo, excompañero de estudio de la primera maestría impartida en el CURSA/UASD, y exdirector de este alto centro de estudios, un buen día me motiva para que por fin sometiera a la Universidad el anteproyecto de investigación con miras a la redacción definitiva de la tesis correspondiente que por diversos motivos, y quizás también por descuido, no había presentado hasta ese momento.  Tanto entusiasmo mostró en su aparente sentida sugerencia, que hasta se puso a la disposición para ofrecerme las orientaciones que yo pudiera necesitar. En tal virtud, me solicitó que tan pronto tuviera listo el texto del precitado anteproyecto, se lo enviara para evaluarlo y notificarme así las puntualizaciones pertinentes.

 Vía correo electrónico, un año después, le envié copia del susodicho anteproyecto. Como veía que los días pasaban y no recibía respuestas, lo llamo y le pregunto si recibió el mensaje.

«-Sí, lo recibí – me contestó –. Tan pronto lo lea te llamo o te remito mis observaciones por la misma vía»

Todavía estoy esperando la llamada y las prometidas observaciones.

Sietes meses después, ya resuelto el problema, me encuentro con mi otrora condiscípulo. Un abrazo y un saludo afectuoso, pero acerca del anteproyecto de investigación: ni una sola palabra.

Otro amigo llama un viernes cualquiera y me dice:

«-Espérame mañana sábado, a las 9 a.m.  que urgentemente necesito consultarte algo»

 A pesar de que no podía esperarlo, por razones de compromisos laborales, lo hice, dado el carácter “urgente” del problema que lo afectaba. Esperé, esperé y esperé; pero mi «enllave» nunca llegó.

Al día siguiente, domingo, me encuentro con él en una de las playas de la costa norte de nuestro país. Se bañaba junto a su entonces prometida en las turbulentas y siempre frescas aguas del océano Atlántico. Tan pronto me vio, se acercó a mí, me saludó con inigualable cortesía, afecto y deferencia, y me habló de todo, menos del «plantón» que el día anterior me había dado. Ni una sola excusa, ni una sola palabra para   justificar la falta cometida.

 Al ver que no lo hizo, me vi obligado a recordarle su acto de irresponsabilidad:

«Créeme – le dije con inocultable ironía y no menos molestia - que te envidio, admiro y felicito de todo corazón. Los sinvergüenzas como tú, nunca sufren de hipertensión ni mueren del corazón…»

Casos como los antes citados se repiten diariamente, y su materialización pone de manifiesto un hecho bastante preocupante: la palabra, en República Dominicana, está muy, pero muy en crisis.

Ya pocos sienten orgullo o se interesan por cumplirla. La crisis de valores barrió con ella. Quedar bien o mal da lo mismo. Cumplir es lo mismo que incumplir. El culto a la palabra empeñada, que con tanta vehemencia nos enseñaron los mayores, hace tiempo se borró de nuestro universo mental. «Hay que salir del paso».  «Hay que allantar». «Hay que vivir la vida». «Hay que evitar la fatiga». Hay que evitar, como recomiendan los estoicos, todo lo que nos provoque intranquilidad y desasosiego. La «Ataraxia» parece ser la palabra clave de  la regla de juego de los nuevos tiempos.

 Las excusas suplen el vacío de las palabras incumplidas; pero para los incumplidores, las excusas sólo valen o encuentran espacios en los cerebros inferiores.

Cada día que amanece comenzamos a operar como si estuviéramos dirigido por un ser invisible que durante todo el día nos repite: «Si puedes cumplir con tus palabras, hazlo. De lo contrario, no te mueras por eso…»

«Todo está en la palabra», escribió Pablo Neruda. Pero eso sería así en los tiempos del laureado chileno, poeta y Premio Nóbel de Literatura.

Hoy, en los tiempos de la globalización, postmodernos y del Hombre Light, el planteo nerudiano parece letras muertas.  O tal vez tuvo parcialmente razón el brillante bardo, por cuanto como parte de ese «Todo…» que a su decir concentra la palabra, está todo lo negativo.

 Diario Libre : 11/7/2025